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Enseñanzas del bosque de Sylvia Pennings

La pintora holandesa, afincada en Zaragoza, explora el lenguaje de los árboles en su exposición 'Emboscarse' en La Casa Amarilla

Sylvia Pennings expone en La Casa Amarilla.
Una pintura acrílica, 'En el bosque', de Sylvia Pennings.
S. P. /La Casa Amarilla.

Michael Marder, en un reciente ensayo titulado 'El daimon de la vida vegetal', nos recuerda que “la espectralidad en su forma más intensa es vegetal” (Hallaremos este texto en el reciente libro colectivo sobre 'Lo demónico', coordinado por Andrés Ortiz-Osés y Luis Garagalza). “La confluencia del vivir y del morir en el mismo espacio y el mismo tiempo apoya la hipótesis de la naturaleza vegetal de la espectralidad”, leemos allí. Tomándole la palabra a Derrida, quien decía que los fantasmas son auténticos anfitriones, Marder se plantea si los fantasmas vegetales no resultarían ser los “anfitriones perfectos”. 

Los bosques que pinta y dibuja Sylvia Pennings (Ámsterdam, 1961) tienen ese carácter a la vez espectral y acogedor de aquello que estaba ya cuando nosotros no existíamos y seguirá cuando no estemos. Al bosque lo hace perdurar un juego entre la muerte y la vida, que se alimenta de aquella. Los bosques de Sylvia Pennings tienen algunas veces el aspecto de una escenografía, y podríamos imaginarnos entrar allí a Sigfrido, aprendiendo a interpretar el canto de los pájaros. No dejan de ser también esos lugares donde los niños de los cuentos se extravían. 

Los bosques de Sylvia Pennings tienen algunas veces el aspecto de una escenografía, y podríamos imaginarnos entrar allí a Sigfrido, aprendiendo a interpretar el canto de los pájaros.

El bosque es lo opuesto a la casa, pero también es el hogar alternativo. Ese espacio inseguro será, para quien lo sabe entender, otro lugar de amparo. Hay una imagen especialmente significativa, entre todas las que ofrece Sylvia Pennings en La Casa Amarilla, y es una de sus tintas chinas, en la que un árbol se eleva y deja que sus raíces configuren una especie de refugio.

En varias ocasiones Sylvia Pennings elige títulos como 'bosque oculto', 'bosque secreto' e incluso 'invisible'. Frente a los cuadros o dibujos donde los árboles se abren y dejan esos espacios teatrales de los que hablaba, hay muchos otros donde las ramas aparecen en el primer plano y niegan el paso. Ello sirve de excusa para un trabajo de dibujo intrincado e interesantísimo en su complejidad, que cubre de acción plástica todo el plano, pero también nos plantea la necesidad de preservar ciertos misterios, digamos que cierto valor de culto en lo escondido, lo negado para el hombre, lo intrincado. Metáforas de la dificultad de comprender y de la virtud de no entenderlo todo.

Sylvia Pennings expone en La Casa Amarilla.
Un dibujo a tinta de la pintora holandesa: 'Galium Aparine'.
S. P. /La Casa Amarilla.

La exposición prácticamente está resuelta en blanco y negro. Tanto en los dibujos más pequeños como en los cuadros de mayor formato. Aludía antes al aspecto escenográfico de estas obras, pero su reducción cromática, la prioridad dada al dibujo, hace que también nos sugieran ilustraciones, viñetas agigantadas de un libro, que empiezan a cobrar cierta vida, gracias a discretos efectos pictóricos que arden al fondo. 

Si en esas escenas de teatro faltan los actores, las eventuales viñetas piden textos que, en ausencia, podemos imaginar que fueran fábulas, cuentos del acervo popular europeo. El conocimiento de la naturaleza, de las plantas, de los árboles, de los secretos del bosque que se asumían en contextos rurales, fueron convirtiéndose en mundos de fantasía pura para los niños de las ciudades burguesas, y en entelequias completas para muchos niños actuales, para quienes esos entornos se asocian tan sólo a las ficciones y a las vacaciones y nada tienen que ver con su día a día. 

Es por ello que esta exposición de Sylvia Pennings tiene un punto elegiaco junto a su voluntad reivindicativa o ecológica. Si la Naturaleza es sagrada, se trata de un santuario profanado y en riesgo de ser destruido. La condición dual, real y fabulada de estos árboles pintados puede venir simbolizada, precisamente, por las curiosas y engañosas relaciones entre ese blanco y negro, el fondo y el pigmento, cuando descubrimos que los troncos, ramas o raíces, en un mismo cuadro, pueden expresarse en positivo o negativo.

LA FICHA. 

‘Emboscarse’. Pinturas y dibujos de Sylvia Pennings. La Casa Amarilla. Paseo de Sagasta 72, local 3.

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