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Las salas de conciertos piden agilidad en las ayudas para evitar su desaparición

El sector reclama a las instituciones aragonesas acciones concretas para aliviar su "grave situación".

El Brindador, durante su reciente actuación en La Lata de Bombillas.
El Brindador, durante su reciente actuación en La Lata de Bombillas.
Gustaff Choos

La Lata de Bombillas, una de las salas más activas y emblemáticas de Zaragoza, anunció ayer su cierre «hasta nuevo aviso» debido «a la vuelta a la fase 2 flexibilizada». Había sido uno de los pocos locales –junto a Moliner 7, Juan Sebastián Bar o El Corazón Verde– que había retomado la programación de conciertos tras el parón forzoso provocado por el coronavirus. Su retorno al silencio simboliza los duros momentos que está atravesando el sector. Sin actividad desde mediados de marzo, el futuro se adivina muy oscuro.

«Van a cerrar salas. Es inevitable. De la misma manera que están cerrando comercios y negocios de hostelería, también pasará lo mismo con algunas salas de música. Y no una, sino bastantes en Aragón y en el resto del país». Con estas palabras tan duras sintetiza la problemática Joaquín Domínguez, secretario de Aragón en Vivo –la asociación que aglutina a 19 salas, el 95% de las existentes en la Comunidad– y propietario de ZZ Producciones.

Se calcula que en este periodo de cuatro meses que han transcurrido desde la declaración del estado de alarma se han cancelado unos 1.300 conciertos y espectáculos en Aragón, lo cual supone que se han quedado sin trabajo más de 200 personas entre camareros, profesionales de la seguridad, técnicos de sonido, DJs y programadores, además de los propietarios, que en la gran mayoría de casos son autónomos. El lucro cesante –la pérdida de una ganancia– que estiman va camino de los 2,5 millones de euros.

«Lo peor es la incertidumbre. Si supiéramos que va a ser, por ejemplo, un año sabático, negociaríamos los alquileres como pudiéramos y trataríamos de adaptarnos. Pero cada día asusta más. El sector está muy tocado y las instituciones no están destacando por su ayuda. Todos nos dicen que nos van a ayudar pero, hasta hoy, cero. Ante una situación excepcional deberían haber medidas excepcionales», relata Domínguez.

Los contactos con los representantes institucionales están siendo muy fluidos en lo formal pero no se han plasmado en hechos. «Estamos teniendo reuniones constantemente tanto con el Ayuntamiento de Zaragoza como con el Gobierno de Aragón. Pero no se han materializado en nada concreto. Estamos a la espera de que se publiquen unas ayudas estructurales y otras ordinarias. Pero van pasando los meses y nada. Igual cuando lleguen dichas ayudas, ya será demasiado tarde porque nos habremos quedado sin oxígeno», lamenta en representación de las salas.

Un oxígeno monetario que urge para hacer frente a compromisos tan básicos como los alquileres de los establecimientos. «El problema no es solo la falta de ingresos, sino gastos como el alquiler. Si no te conceden moratorias, es imposible seguir adelante. Ha habido de todo. Algunas salas han encontrado comprensión y han podido negociar, pero otras no. Y es normal, no es una cuestión de buena voluntad, porque entendemos que el arrendador no puede estar tantos meses sin cobrar», asevera Domínguez.

Los aproximadamente 200 empleos directos que genera el sector en Aragón también padecen esta ausencia total de actividad. «Los empleados están en un ERTE continuo y total hasta septiembre. Y cada mes que pasa las condiciones van a peor porque la remuneración disminuye», comparte.

A las pérdidas acumuladas se añade un lastre más: la ausencia de un horizonte fiable y concreto. Una indeterminación que consume energías e ilusiones. «Las posiciones más optimistas eran recuperar cierta normalidad a partir de septiembre. Incluso ya se estaba cerrando la programación. El verano ya lo dábamos por perdido. Pero la cosa se ha puesto más seria. ¿Cómo vamos a estar en otoño si en julio estamos como estamos? No se verá luz al final del túnel hasta que llegue la vacuna del coronavirus. Si las cosas siguen igual, los paganos vamos a ser nosotros. No somos el único sector perjudicado por esta crisis, pero seguramente sí somos el más perjudicado. Es el primero que cerró y el último que va a llegar a la normalidad», arguye.

Es por ello que Domínguez lanza un último grito de auxilio: «La única posibilidad sería que se nos ayude hasta recuperar la normalidad. Si no, lo inevitable es que mucha salas cierren».

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