yo de arte no entiendo. 'artes & letras'

La creatividad es caprichosa y yo soy estúpido

¿Por qué tanta gente escucha lo que a mí me pone mal cuerpo? ¿Tienen el gusto atrofiado o es que lo tengo yo?, se pregunta el columnnista y cantante

'Yo de arte no entiendo'. Sección de Pecker.
Kevin Parker de Tame Impala en el estudio improvisado de las sesiones de grabación de su álbum “Currents"
Archivo Pecker.

La creatividad es caprichosa y yo soy estúpido. Durante los años en los que empecé a grabar mis primeros discos, a escribir y componer mis primeras canciones de un modo profesional, tenía una regla suprema, incumplirla podía suponer que mi carrera se viera abocada a una debacle sin retorno. Bajo ningún concepto debía escuchar música que se emitiera en las radiofórmulas habituales, nada de sonidos comerciales y letras huecas, nada de eso que todo el mundo bailaba en los bares. Lo mío era tan elevado que podía verse contaminado por la vulgaridad.

Parece ser que los que intentamos cultivar el arte necesitamos tres superpoderes fundamentales. El primero es la posesión de las impepinables dotes innatas, hay que tener el don, la gracia, el interés íntimo, la inquietud inquebrantable. El segundo es la técnica y eso no viene de fábrica, eso se adquiere y requiere gran esfuerzo. Y por último, la inspiración, ese brote centelleante de imaginación que se da en ocasiones y por desconocidas circunstancias.

La famosa inspiración a su vez se divide en dos momentos: la iluminación, que sería el preciso instante en el que se recibe el aliento divino y empieza a desarrollarse la idea; y la nutrición creativa, o sea, todos esos estímulos que llegan desde el exterior y te llenan de contenido por dentro. Y a ese respecto, casi de manera inconsciente, influyen en nosotros multitud de cosas: las experiencias vitales, las circunstancias que nos rodean, la situación social y personal, la salud, el amor, la rabia…, pero después elegimos nuestras propias vitaminas, y devoramos libros, películas, cuadros, danzas o canciones. Y allí llega mi dilema, cuando elegimos.

Es curioso, porque hay artistas o grupos que alimentan mis ganas de crear, me pasa con Beck, con El Columpio Asesino, con LCD Soundsystem, con la recién descubierta Caroline Rose, con Mucho o con Arcade Fire. Escucho cualquiera de sus álbumes y enseguida quiero irme al estudio a coger la guitarra y ponerme a escribir o a producir una canción, me entra ese nervio eléctrico por dentro, me convierto en un hombre efervescente. Si ellos pueden, yo también.

Pero luego hay otros que destruyen todas mis semillas, y se cargan el interés que tengo por hacer eso que escogí. Me pasa con las canciones que me llegan sin poder evitarlo, por aburrimiento y desesperación, por pérdida de fe en la especie humana. ¿Por qué lo peta Morat o Bad Bunny? ¿Qué me estoy perdiendo? ¿Por qué tanta gente escucha lo que a mí me pone mal cuerpo? ¿Tienen el gusto atrofiado o es que lo tengo yo?

Bien, hasta aquí todo podría ser normal. Nota: No debería intoxicarme con lo que aborrezco. Lo que es más extraño es que esto me pasa además por absoluta devoción. Quiero decir, no solo se bloquea mi creatividad por lo que detesto, sino incluso por lo que venero. Por ejemplo, cuando escuché 'Currents' de Tame Impala, me quedé tan fascinado que era incapaz de componer. Este tío es dios. Deja todos tus trastos y dedícate a otra cosa. O cuando vi a David Byrne en directo con su gira 'American Utopia'. Este tío también es dios. ¿Cómo me voy a subir a un escenario después de semejante belleza? A la mierda. O cuando escucho cualquier tema de Iván Ferreiro. Él ya lo dice todo. Siempre con la palabra perfecta, con el verso más emocionante, con la melodía más sobrecogedora, con esa voz tan incómoda pero tremendamente adictiva. Es que a veces me saltan las lágrimas cuando lo escucho. Pues para eso, me quedo en casa.

Bien, hasta aquí todo podría ser normal. Nota: No debería intoxicarme con lo que aborrezco. Lo que es más extraño es que esto me pasa además por absoluta devoción.

En fin, que me estoy poniendo dramático, que habrá que seguir combatiendo, consumiendo belleza y basura a partes iguales, tanto por hedonismo como por interés, habrá que luchar para no precipitarse en la más profunda de las simas del olvido, en ese triste desinterés. Es verdad, que por alguna razón no caí en aquella temida catástrofe, pero tampoco habito aún en lo profesional en ese lugar envidiable en el que todo es admiración y respeto. Así que no sé si ponerme el último de Maluma y tomar notas perplejo, o empaparme del ecléctico e interesantísimo nuevo disco de The 1975. Una elección más mientras cocino una cena sencilla, a ver si de este modo, consigo elevarme un poco.

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