narrativa rumana. 'artes & letras'

‘Dulces sueños, queridos niños’, una novela de la amistad o la experiencia límite

El rumano Radu Pavel Gheo publica en Tres Hermanas una extensa, intensa y ambiciosa novela de una pandilla literariamente muy atractiva

Letras rumanas. 'Dulces sueños, queridos niños'.
Retrato del escritor rumano, nacido en Oravita en 1969.
Archivo Tres hermanas.

Hay zizagueos literarios que acaban convertidos en incómodas y anodinas carreteras secundarias, en áridos y aburridos guetos. Y luego esta la maravillosa circunvalación emocional que ha construido Radu Pavel Gheo (Oravita, Rumanía, 1969) en su sincera, enorme y bellísima novela ‘Dulces sueños, queridos niños’. Una odisea, sin héroes, sin sirenas y sin mujeres pacientes, en la que cuatro muchachos, alimentados con la leche ya ácida del comunismo, verán saltar una y mil veces sus sueños en pedazos.

Marius, Cristina, Paul y Leo forman una pandilla disforme, pero literariamente muy atractiva, porque sin lugar a dudas, el soñador es el personaje más buscado por un escritor y estos cuatro personajes son soñadores natos porque su situación personal les obliga a soñar a todas horas con la libertad. Sueñan de distintas formas, viven en límites dispares y sin embargo forman un todo indestructible. Un bullicioso jardín regado con la lluvia de un país ahogado por los viejos y férreos delirios de un dictador que no deja descansar a su patria ni muerto.

Marius, Cristina, Paul y Leo forman una pandilla disforme, pero literariamente muy atractiva, porque sin lugar a dudas, el soñador es el personaje más buscado por un escritor

Rumanía, y su pátina sombría asfixiando el porvenir de sus jóvenes allá por los años ochenta, es en esta novela un personaje desolador, un potro de tortura, un animal enfermo y moribundo que no cerrará los ojos hasta que lleve entre los dientes suficiente alimento para alcanzar la eternidad. Y para ello sumirá a estos cuatro supervivientes en batallas que sabrá perdidas de antemano.

‘Dulces sueños, queridos niños’ es una novela de párrafos atroces, pero es también chocar una y mil veces con la belleza única que acaba embalsamando el sueño del 'supérstite'.

No es una novela complaciente porque hay abusos que bombardean la boca del estómago, venganzas ante las que el lector solo puede aplaudir, muertes que te arrancan la piel a tiras, y a pesar de todo leer, ‘Dulces sueños, queridos niños’ resulta una de las mejores experiencias que puede vivir un lector. Es una novela de retos y causalidades, de golpes bajos y tardes de verano deslumbrantes. Es asistir a ese paseo milagroso que es la adolescencia de un ser humano y que la rugosa línea que la forma deje una herida tenaz en la memoria de quien la contempla.

Letras rumanas. 'Dulces sueños, queridos niños'.
Fragmento de la portada de la novela.
Archivo Tres hermanas.

Es cruzar la línea aunque nos espere la tortura. Es soportarla y que la intención de volver a cruzarla no se extinga nunca. Es hacer crecer a un ser humano de esa manera sádica con que estiran los torturadores las extremidades de quienes les contradicen. Y es también un reto literario, un perfecto artefacto de memoria y futuro, una diario múltiple que conduce a la alegría, a la tristeza, a la rabia, a la esperanza, a la armonía y al caos en todas y cada una de sus páginas. ‘Dulces sueños, queridos niños’ es un texto riquísimo, una proeza emocional que acaricia y araña la mirada del lector como araña la zarza la piel del viento cuando la intención de esta era permanecer estática: “¿Seguirían los serbios haciendo álbumes de cromos con los torneos europeos? En otros tiempos los hacían. A modo de respuesta, la radio le informó de que hoy se cumplía un año del cese de los bombardeos de la OTAN sobre Yugoslavia, provocados por la limpieza étnica llevada a cabo por lo Serbios en Kosovo. Seguramente ya no hacen cromos, pensó, Marius. Tienen otras preocupaciones, Yugoslavia, su Occidente de la infancia, estaba ahora peor que Rumanía”.

'"Dulces sueños, queridos niños' es la novela que mejor ha contado nunca que la amistad es a veces una pena de muerte que nadie imagina"

‘Dulces sueños, queridos niños’ es una novela políticamente incorrecta (el autor es contumaz con el poder y con las camarillas intelectuales de su país y narra con pulso firme y de manera inobjetable la eterna devoción femenina por el verdugo). Y aporta algo que supone un plus a su exacta estructura y es poner de manifiesto que la Intrahistoria de cada generación es distinta, pero que a pesar de eso el impacto que deja la llegada del primer amor en idéntico en todas ellas.

‘Dulces sueños, queridos niños’ es una analepsis prodigiosa, una poderosa ruleta rusa en la que una cinta de video deteriorada de tanto visionarla acaba masacrando la cándida ensoñación de un grupo de adolescentes.

No dejen de sumergirse en esta maravillosa autoficción, en este enternecedor y a ratos cáustico y desolador cuaderno de bitácora en el que un Chevrolet Corevette rojo y una canción de Prince acabarán convertidos en dos fantasmas hambrientos que acabarán despedazando la débil vigencia de los sueños.

No dejen de leer esta novela intensa y deslumbrante porque, sin lugar a dudas, es la que mejor ha contado nunca que la amistad es a veces una pena de muerte que nadie imagina.

LA FICHA

Dulces sueños, queridos niños’. Radu Pavel Gheo. Traducción: Marian Ochoa de Eribe. Tres Hermanas. Madrid, 2020. 668 páginas.

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