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Happy birthday, obrero azul: en memoria de Pedro Casariego Córdoba

El escritor y pintor madrileño, cuya obra lírica se recogió en el volumen 'Poemas encadenados' (Seix Barral), habría cumplido 65 años en 2020.

En memoria de Pedro Casariego Córdoba.
Retrato de Pedro Casariego, que se utilizó en la edición de sus poemas. .
Archivo familiar Casariego.

Nunca fue el oxígeno tan carnal como en aquel tiempo en que vivió Pedro Casariego Córdoba (1955-1993). Nunca el invierno construyó y destruyó a un hombre con igual virulencia. Nunca un poeta ofreció tanto como aquel muchacho interminable de entrañas azules y ojos profundos. 

No es fácil hablar de un hombre como Pedro Casariego Córdoba, porque sus versos dejan mudo a cualquiera que desee siquiera intentarlo. No hay palabra lo suficientemente importante para yuxtaponer a su biografía, a sus incuestionables elegías de cuerpo alegre. Pe Cas Cor es indefinible, pero también patrimonio de cualquier superviviente, es el Lázaro vestido de obrero y el San Juan de la Cruz del siglo XX, el pensador que viajaba en Simca, el exquisito piloto que jamás le temió a la intemperie, que jamás le negó el paso a las imágenes que conquistaban a diario su memoria.  Fue el dueño de la imaginación y de la culpa, el oponente más férreo con el que nunca se enfrentaría un objeto. Hay choques que construye con alevosía la eternidad.

Pe Cas Cor es indefinible, pero también patrimonio de cualquier superviviente, es el Lázaro vestido de obrero y el San Juan de la Cruz del siglo XX, el pensador que viajaba en Simca

Pedro Casariego Córdoba es el fruto prohibido en la boca de los malos lectores, porque leer sus versos significa mantener correspondencia  con un ser infinito, con el salvaje que mejor recibe a las visitas. Significa salirse del mundo, anular la rutina y ese vicio constante que habita en su boca, ella quiere el silencio, pero Pedro es palabra y vuelo y es un cuento que reinventa la noche, y es el dibujo infantil que con delgados trazos conquista el dolor de cualquier hombre. 

Casariego es hombre y niño, es el cofre del tesoro y la sombra que resguarda el lenguaje que salva:

“Al instante

reconocí en el cometa

la SEÑAL que ya no esperaba

y supe que iba a indicarme

la meta

de mi salvaje peregrinación por la nada más vacía

una tiniebla

que ahondaba en mí

huyó del alba

antes de que el alba viniera”.

Es el chamán capaz de lograr la reverencia de todas las generaciones. Es el báculo que sostiene a los perdedores, un padre con demasiados vástagos. Y es también el hijo pródigo que las madres enseñan orgullosas a las amigas.  La escalera que conduce hacía el acantilado destruyendo las trampas.

En memoria de Pedro Casariego Córdoba.
Una de las fotos más conocidas de Pe Cas Cor.
Archivo familiar Casariego.

Sus versos muerden como muerde el viento la tersa superficie de un océano hasta cuajarlo de olas, hasta hacer de él una lengua dadivosa que solo disfrutará la arena. Todo en él es luminoso, es la luciérnaga capaz de deslumbrar al demonio.

Es el hombre que nunca rezó por él, pero que escribió las mejores oraciones para contradecir a Dios y lo cambio de sexo y elevó sus plegarias a una madre que más tarde también elegiría su mortaja:

“¿Dónde está la fruta

para nosotros los débiles?

Caen las naranjas

siempre en otras manos

¿por nuestra culpa, madre, todos esos gajos 

desprendidos?”.

No es fácil hablar de Pedro Casariego Córdoba sin que te tiemble el alma, y zozobre la carne. Sus versos son continua erosión, pero jamás herida. Su risa es la madre que más temprano acude a la escuela, la que escoge los versos que formarán el día de los demás alumnos. 

Es un funambilista a ras de suelo y también el plusmarquista más insigne de la soledad. Es un faquir polivalente. Un genio que apela a la locura y a la magia para que el cielo destiña sobre él cada mañana. El cínico que nunca ofende, porque su ácida diatriba es una ofrenda para sacar de cada casa a la monotonía. 

Es el padre generoso de mano lenta que creaba elefantes. Es el hermano veloz que arramblaba con todo en la puerta del colegio, la estatua que juega al escondite con los necios. La espiga entregada al destino en mitad de una tarde de enero. El  regalo eterno. El hombre delgado que jamás flaqueaba.

Felicidades, Pedro.

Es el padre generoso de mano lenta que creaba elefantes. Es el hermano veloz que arramblaba con todo en la puerta del colegio, la estatua que juega al escondite con los necios.

*NOTA DE HERALDO.ES. Pedro Casariego Córdoba es pintor y escritor. Se recogió su obra lírica en 'Poemas encadenados, 1977-1987’ (Seix Barral, 2003). Es el hermano mayor de una familia de artistas: los escritores Martín y Nicolás Casariego, y el diseñador y también escritor Antón Casariego. Para finales de este año, con motivo del 65 aniversario de su nacimiento, saldrá una nueva edición de su obra. 

Dijo Pedro Casariego sobre su literatura: “Mi forma de escribir es la imitación del torrente. Consiste simplemente en abrir un grifo y dejar que manen de ese grifo todos los líquidos y todos los cantos químicos posibles, tratando de hacer acopio de imágenes, robando palabras a los periódicos, expresiones a las gentes, términos a los diccionarios”. 

Su padre, el arquitecto Pedro Casariego Hernández-Vaquero escribió sobre él en la edición de su poesía: “Yo tuve un hijo raro. Sus virtudes poderosas, honestidad, estoicismo, austeridad, clarividencia, nos sirvieron de ejemplo y marcaron a fuego a la familia, que se hizo mejor". Pedro Casariego Córdoba se arrojó al tren en Aravaca en 1993.

La edición de sus poemas llevaba un prólogo del periodista y escritor Javier Rodríguez Marcos y del poeta asturiano Ángel González. Este decía: "Es un artista intrigante y misterioso [que] en ningún momento se atuvo a los modos y las modas que caracterizaron el trabajo de sus contemporáneos. […] Su incuestionable originalidad no es algo buscado, sino un hecho que deriva de una actitud ante la escritura que, en el panorama de la literatura española de finales del siglo XX, no comparte con nadie".

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