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Contra Donald Trump y entre lágrimas: Patti Smith cierra la trilogía de sus memorias

La cantante y poeta publica ‘El año del mono’ (Lumen), que transcurre en 2016, donde se enfrenta al nuevo presidente o a la muerte de Sam Shepard

Patti Smith completa la trilogía de sus memorias.
Retrato de Patti Smith, un mito vivo del rock que visitó Zaragoza en 2008.
Jesse Ditmar / Lumen.

“Quizá mi lógica tuviera muchos agujeros, pero también los tenía el País de la maravillas”. escribe Patti Smith (Chicago, 1946) en su nuevo libro, ‘El año del mono’, para dejar claro que quien vence a la inercia vence a la muerte cotidiana, al ostracismo y sobre todo al mal olor que dejan los sueños cuando mueren.

‘El año del mono' es un largo romance con un Morfeo ensimismado y cómplice, reeducado a través de la belleza infinita que la cantante americana comprime dentro de las páginas que componen este nuevo volumen de memorias, el tercero, tras 'Éramos unos niños' y 'M Train'.

Una aventura reflexiva y dolorosa en la que la pérdida se convierte en piedra angular (adiós al escritor y actor Sam Shepard, adiós al productor y periodista Sandy Pearlman). Sin embargo, a pesar del dolor, de las ausencias, cada frase lleva implícita una victoria. Smith no se rinde y su constante ensoñación posee un pragmatismo a caballo entre el sosiego y la euforia. Por eso cada sueño se convierte en una nueva vida, en un grupúsculo de poemas líquidos, a pesar de la rotundidad de su prosa, que calan como cala una canción de amor en el corazón de una madre que yace moribunda.

No es sencillo sentarse frente a un hombre al que amaste, cuando la vida poseía esa locura que la presentaba como eterna, y asumir que en poco tiempo habrás de hablar de él con esa lentitud con que la muerte maneja las cuerdas vocales de los supervivientes. No es sencillo asumir que el escritor y actor Sam Shepard será un hombre muerto, ni mirar fijamente los objetos que le rodean y escuchar su silencio, el silencio de una guitarra, el silencio de una máquina de escribir y seguir en pie. No es sencillo escribir párrafos como este: “Su vieja Gibson descansa en un rincón, una guitarra que ya no puede tocar. Y la realidad del presente se impone con fuerza: no puede aporrear la máquina de escribir, no puede echar el lazo al ganado… Sin embargo, no menciono ninguna de estas cosas y Sam tampoco. Llena los silencios con la palabra escrita, buscando una perfección que únicamente el puede dictar”.

Pattti Smith, una de las grandes cantantes y personalidades del rock and roll, sabe que cuando los amigos van muriendo no queda nada, tan solo el equilibrio que nos ofrecen los sueños, los firmes diálogos en los que las ausencias no pueden herirnos. Sabe que el dolor devora el presente y nos convierte en estrategas, en expatriados a los que todo el mundo cree reconocer.

Sin embargo se esfuerza en recordar y su memoria es un lujo, es glorioso poder palpar la excelencia de sus recuerdos, la manera en que se ha convertido en un mito saciado con las mejores experiencias. Presenciar su lucha vital, su preocupación por el cambio climático, por la huellas feroces que va dejando por todas partes: “Es el calor sin precedentes y los arrecifes de coral agonizando y la rotura de la placa de hielo lo que me atormenta”

Verla confraternizar con lo categórico, contemplar como huye de las fruslerías, como ofrece su lugar en el mundo como fianza para acceder a todo aquello que podría cambiarlo. Antológica es a ese respecto la página 158 de ‘El año del mono’. Un testimonio brutal sobre la era Trump, una elegía de cuerpo helado que arranca de la boca de la poeta de pelo casi blanco frases como está: “Y me desperté y lo hecho, hecho estaba”.

Está claro que algunas triunfos solo llegan para sumergir a los seres humanos en un escenario tenebroso y dictatorial, para emitir soflamas que siempre inducen a castigar a los mismos: “Paró de llover, pero el viento persistió. Y lo que era verdad continuo siendo verdad”.

Tal vez por eso también sueña Patti Smith, para que la realidad no sea un símil tan parecido a la destrucción: “No se trataba de sueños intangibles, sino del frenesí de las horas vivas”.

‘El año del mono’ es un sueño infinito. El triunfo de una melancolía frenética y exigente. Es revolverse ante los temas más peliagudos como se revuelve un león que ha dejado de ser leal a la mano que a diario lo azotaba. Es hablar de la eutanasia , de la explotación humana, de la dureza del paso del tiempo, de los fantasmas que tiran de nuestras vestimentas hasta cambiar nuestras rutinas. Es comprobar que eternidad es una palabra tan falsa como otras y seguir adelante sostenida sobre una soledad que después de tanta vida y tanto ruido reclama constantemente nuestra presencia.

‘El año del mono’ es rebelarse contra todas las emociones que nunca volverán. Y es sobre todo permitir que el silencio nos amé como se ama a un hijo pródigo que vuelve a casa. Y para ello, Patti Smith está atenta a la vitalidad de cualquier emoción. Sabe que los detalles importan en la construcción de cada frase, por eso sus reflexiones sobre lo que va rodeando este vía crucis bañado en café son extraordinarias: “Algunos sueños no son sueños, sino otro ángulo de la realidad física”.

También lo es su mirada periférica que incide en la memoria de quién recibe sus visiones como un halago incandescente. Patti Smith ha dejado de creer en la realidad cuando escribe este libro. La realidad la aparta del mundo que conoce con una saña casi hiperbólica: “Vi a Sam a través de la puerta mosquitera antes de que el me viera a mí. Se parecía más que nunca a Samuel Beckett, y aún así albergué la esperanza de no estar destinada a envejecer sin él”.

"No dejen de leerlo porque ‘El año del mono’ es un poema vital en el que nada parece ser verdad y que no obstante alberga verdades capaces de dinamitar la existencia de quienes las acogen"

Por esos los sueños son su única manera de luchar, de ordenar el desorden que genera la muerte, que genera lo inesperado, que provoca esa salida de la vida por persona interpuesta. Por eso cada sueño que narra Patti Smith se convierte en un ‘alter ego’ excéntrico y resolutivo. Un cártel luminoso la persigue por las inagotables carreteras americanas y un hombre categórico, erudito y parlanchín, se convierte en su sombra cada vez que la narradora se detiene a comer algo o a tomar un café. Patti se aferra al futuro a través de la ensoñación y para ello llena los bolsillos de su abrigo de paño negro con el recuerdo de Roberto Bolaño, de Arthur Rimbaud, con el peso de sus míticas polaroids, con el recuerdo de la fecha de cumpleaños de un caballo y con la caricia de un sombrero Stetson quieto para siempre sobre la mesa de un dios que por fortuna nunca fue crucificado.

‘El año del mono’ posee párrafos capaces de provocar numerosos 'stendhalazos' entre sus lectores. Es un río caudaloso en el que el miedo nada con inteligencia hasta encontrar la orilla capaz de transformar su agotamiento en resiliencia.

No dejen de leerlo porque encontrarán a una autora en estado de gracia. Porque convivirán mientras dura la lectura con una narradora visionaria y única, con una poeta incontestable en cada página.

Patti Smith cierra la trilogía de sus memorias.
Detalle de la portada de Lumen.
Archivo Heraldo.

No dejen de leerlo porque ‘El año del mono’ es un poema vital en el que nada parece ser verdad y que no obstante alberga verdades capaces de dinamitar la existencia de quienes las acogen.

No dejen de leerlo porque cada frase es una ensoñación magistral, una ‘master class’ de lucidez.

No dejen de leerlo porque la erudición de Patti Smith es un testamento memorable para el alma.

No dejen de leerlo porque ‘El año del mono’ guarda dentro de su estómago el único epílogo capaz de cambiar el mundo.

LA FICHA

‘El año del mono’. Patti Smith. Traducción de Ana Mata Buil. Lumen. Barcelona, 2020. 224 páginas. 

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