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Palabras para una novela: Fernando Sanmartín en las ciudades

El poeta, narrador, gestor cultural de las Cortes de Aragón y columnista de HERALDO publica su segunda novela: 'Os contaré la verdad' (Xordica)

Fernando Sanmartín publica 'Os contaré la verdad'.
Fernando Sanmartín cuenta el relato de un triángulo amoroso en París.
Columna Villarroya.

Empezaré estas palabras sobre la novela de Fernando Sanmartín, 'Os contaré la verdad', intentando decir de qué trata. El argumento es muy simple: una mujer, Thérèse, está enamorada de dos hombres y no es capaz de decidirse. Las ciento veinticinco páginas del libro son un estiramiento literario de este punto inicial. Yo diría que el tema de la novela es la tolerancia amatoria –el renunciar a los pronombres posesivos en el amor– y, en cierto modo, la bonhomía.

Fernando Sanmartín encarna un modo de ser civilizado y elegante. Sabe que en el mundo hay conflictos, pero trata de resolverlos sin descomponerse ni perder las formas. Sin embargo, no parece que esto tan sencillo tratándose de lo amoroso. Por eso no dejamos de escribir novelas y comedias, porque el amor es uno de esos asuntos que no se prestan a un cierre o conclusión. La protagonista no quiere elegir a un novio o a otro, como tampoco se enfrentan entre sí los pretendientes; su madre se apartó del mujeriego de su marido, pero al final es ella la que se ocupa de organizarle el funeral, vista la incapacidad de sus amantes… En la reseña que escribió Daniel Gascón se decía que era “una novela de acción mental”, o de “intimismo épico”, por utilizar una expresión de Fernando Trueba. En la que escribió Octavio Gómez Milián se dice de Sanmartín que es un “transportista de nácar” –una imagen aplicada a este autor que parece sacada de una de sus propias páginas–, y se señala que, aunque pueda parecer una novela de amor, es una novela que habla de la familia. Y es cierto también esto último, porque son las madres y padres de los protagonistas quienes al final parecen tener un peso mayor que los propios nexos entre los amantes.

No hay mucha diferencia entre el Sanmartín que escribe novelas, dietarios o libros de viajes. Consisten sus libros en un tipo de mirada sobre la realidad, extrañada y a un tiempo confiada. Se sirve de un estilo de escritura recurrente en imágenes más o menos sorprendentes, frases cortas y digresiones. Sanmartín es ante todo un estilo. Y en este libro no renuncia solo a la narración, en el sentido de acción o desarrollo, sino que yo diría que incluso hay cierta renuncia a la caracterización, como si todos los personajes fuesen un mismo personaje –hecha excepción del padre de la protagonista, que obedece al estereotipo del actor ocupado en saciar su ego y su sed de conquistas amatorias–, como si todos fuesen Fernando Sanmartín.

Desde hace años Sanmartín se ha convertido en una especie de Woody Allen para los zaragozanos, con entregas regulares de obras que comparten una misma atmósfera, mezclada con viajes y cosmopolitismo. Igual que los personajes de este cineasta no tienen reparo en hablar de libros o de las cosas que suceden en ellos –un uso que en el ámbito español ha reivindicado el director Jonás Trueba, quien muestra a sus personajes en librerías o reflexionando sobre escritores, como hizo en su última película, La Virgen de agosto–, Sanmartín llena las páginas de su ficción de títulos, visitas a museos o recuerdos de escenas de películas. Siguiendo la comparación con Allen, se sirve Sanmartín de espacios urbanos a los que se siente vinculado, y que son inseparables de sus historias. En el París de 'Os contaré la verdad' aparece en diversas ocasiones la calle Rivoli y sus arcadas, que, como es conocido, fueron el modelo para nuestros paseo de la Independencia zaragozano.

Hay mucho de humorista en este autor, aunque a veces sea un humor escondido. Tanto en sus libros como en sus intervenciones públicas adapta cierto hieratismo cómico, en una mezcla que, como señaló también Daniel Gascón, hace pensar en un Buster Keaton, al que yo añadiría un trasfondo azoriniano, o bergaminiano. Si buscásemos símiles taurinos, me quedaría con la imagen de un Manolete haciendo el pase estatuario. Así, en la novela de Sanmartín nada parece suceder, a la vez que se produce un pequeño estremecimiento tras esa quietud.

Fernando Sanmartín publica 'Os contaré la verdad'.
Fernando Sanmartín en la antigua galería de Carolina Rojo, con ella.
Vicente Almazán.

Es una novela que, en cierto sentido, se encuentra toda en las digresiones. Cuando parece que vaya a suceder alguna clase de suceso, el personaje se queda mirando un lapicero y es el recuerdo de los lapiceros comprados en las tiendas de los museos del mundo que ha visitado lo que es objeto de escritura. Sucede en sucesivos momentos de la novela: cuando parece que va a pasar algo, el personaje se fija en un escaparate o en un mostrador, y ya solo le interesa lo que hay en ese escaparate, bien sean tipos de miel o cualquier tipo de rareza encontrada. Uno diría que, antes que un escapismo, es el modo que tiene Sanmartín de describir a aquellos personajes, la atmósfera que desea transmitirnos. Para Sanmartín parece ser la acción el escapismo, no la digresión. En un momento clave de la novela, en un pasaje epistolar amatorio, el personaje pasa a glosar el cuadro de Degas 'Despacho de algodón en Nueva Orleans', algo que el lector ha de aceptar como algo natural. Es el reto que Sanmartín propone.

Uno lee la contracubierta de la edición de este libro y, contra lo que suele ser habitual, que es que resuma la trama, yo diría que la estira. Se trata en cierto modo de una novela existencialista, pero sin la carga pretenciosa o ascética que tiene a veces aquel movimiento intelectual. Es el de Sanmartín un existencialismo fetichista, sensual y celebratorio. Celebra en sus libros las ciudades, el tiempo, las galerías de arte, los hoteles y sus recibidores… Es verdad que todo es descrito con cierta perplejidad, pero nunca deja de haber en aquella mirada un poso de aprecio o de amor.

Es el de Sanmartín un existencialismo fetichista, sensual y celebratorio. Celebra en sus libros las ciudades, el tiempo, las galerías de arte, los hoteles y sus recibidores…

Los libros de Sanmartín son como un frasco de perfume, una clase de esencia que uno halla en su escritura. Se fija en palabras que por su sonoridad, por sus resonancias de infancia y juventud, o por su uso fuera de contexto, quedan resonando en la mente del lector. Forman un universo propio. Transcribo al azar de lo que encuentro en las páginas: trampolín y sidra, hipódromo y museo de hidroaviones, canoa y trapecio, blazer y goma de borrar…

El mundo del arte, y no me refiero ahora al literario, ha estado siempre en los libros de Sanmartín. Pero yo diría que en ninguno tanto como este, hasta el punto que se puede decir que es un libro sobre arte disfrazado de novela. Durante años he compartido asiento en el estadio de la Romareda con Sanmartín y su hijo Jorge. En los quince minutos del descanso hablábamos de arte, de las exposiciones que habíamos visitado, de catálogos de subastas, de pintores. En menor medida tratábamos de libros. Es el mundo del arte lo que en buena medida desde hace años le ocupa también profesionalmente. En 'Os contaré la verdad' no solo aparecen referencias a artistas, sino que él hace sus propias propuestas artísticas mediante la invención de pintores. Así, uno retrata casas donde se ha robado, otro ferries llenos de coches antiguos, otro paisajes dentro de televisores… Es su modo inquisitivo e irónico de aproximarse a esta materia.

Fernando Sanmartín publica 'Os contaré la verdad'.
Así sorprendió Vicente Almazán a Fernando Sanmartín, leyendo.
Vicente Almazán.

La referencia a la greguería es habitual cuando se habla de Fernando Sanmartín, pero es el suyo un modo peculiar de buscar el lado imprevisto de las cosas. Así, si uno pasea junto a él por una calle donde suceden multitud de acontecimientos simultáneos, su observación bien puede ser: “¿Te has fijado en que todavía queda aquí una cabina de teléfono?”. O, haciendo en la novela una digresión sobre la dificultad de la vida en Marte, frente a lo que cualquiera podría pensar él encuentra que lo más costoso de sobrellevar sería “la ausencia de sonido”. Él ofrece en cada página alguna clase de mirada lateral e inesperada.

Poco antes del confinamiento sanitario fui a comer con Fernando Sanmartín a un restaurante. En una ocasión el poeta Alejandro Simón Partal se refirió en una entrevista a un plato que se sirve en un local llamado Jardines de Lisboa, situado en la calle zaragozana que tiene ese mismo nombre. Decidimos ir a ese lugar. Diré que el local –un bar donde se sirven comidas– y lo que nos sirvieron, estando bien, no parecían ser nada fuera de lo común. Sin embargo, la actitud de mi amigo al cruzar el umbral de aquella puerta, su particular mirada fascinada, convertían aquello en algo memorable, como si, ciertamente, por más aviones o barcos que cogiésemos en ese momento no pudiéramos encontrar en el mundo algo mejor que aquel mantel de papel sobre el que apoyábamos los brazos. Esto es, lo extraordinario, lo que Sanmartín deja con amabilidad a nuestra disposición.

LA FICHA

Os contaré la verdad. Fernando Sanmartín. Xordica: Colección Carrachinas. Zaragoza, 2020. 125 páginas. [El libro se presentaba el pasado martes, por videoconferencia, enla librería Cálamo. Con el propio Ismael Grasa y la escritora y bibliotecaria Eva Puyo.]

*Ismael Grasa es profesor de filosofía, crítico literario y escritor. Autor de libros como 'Una ilusión', 'El jardín' o 'Brindis', entre otros títulos.

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