LITERATURA. 'DIÁLOGOS EN CAUTIVIDAD'

Irene Vallejo: "Siempre había vivido la escritura como un oficio a la intemperie"

Ha conmovido a grandes figuras de las letras con su libro ‘El infinito en un junco’ (Siruela), y dice que ha ganado en libertad creativa

Irene Vallejo. 'Diálogos en cautividad'.
A Irene Vallejo le ha cambiado la vida su libro 'El infinito en un junco'.
Santiago Basallo.

El amor a los libros y a la lectura son la atmósfera en la que transcurren las páginas de esta obra maestra. Tengo la seguridad absoluta de que ‘El infinito en un junco’ se seguirá leyendo cuando sus lectores de ahora estén ya en otra vida», ha escrito el premio Nobel Mario Vargas Llosa. Al lado de esas citas podríamos poner las de Alberto Manguel, Luis Alberto de Cuenca, Luis Landero, Juan José Millás, y las de Pedro Bosqued, Ricardo Lladosa o Ricardo Díez Callejero, en estas mismas páginas. Sin duda, uno de los ensayos narrativos de este curso, 2019-2020, es ‘El infinito en un junco. La invención de los libros en el mundo antiguo’ (Siruela. Biblioteca de Ensayo, 2019). Irene Vallejo ha sido capaz de desempolvar la historia de los libros, de los materiales y los autores, que lo han hecho posible, como si de una novela o de un cuento de cuentos se tratase, tendiendo puentes con la sociología literaria del presente. Estos días sale ‘El futuro recordado’ (Contraseña), sus artículos de la contra de HERALDO que se leen como píldoras de pensamiento, fábulas o un tratado de simetría entre el pasado y el presente.

Aunque parece que el mundo se ha detenido, da la sensación de que usted no. ¿Ha podido descansar en estos 60 días?

En medio de estas circunstancias tan difíciles para tantas personas, me siento afortunada, porque todos los días recibo mensajes de afecto y cercanía de muchos lectores. Esa compañía me hace muy feliz. Sin embargo, el día a día no es fácil. Quienes estamos confinados con niños pequeños, vivimos jornadas intensas de juegos, deberes, cuentos y canciones, al ritmo de la vitalidad de nuestros hijos. Es importante amortiguar el miedo que les provoca la situación, hablar, buscar palabras que den sentido a esta experiencia. Estamos bien, afortunadamente, así que no me atrevería a quejarme, rodeada de tanto sufrimiento. Pero en medio de este huracán, encontrar tiempo para trabajar desde casa es casi una proeza.

¿Cómo lo ha vivido, cómo lo vive ahora?

He pasado estos días en mi casa, en lugar seguro. No he tenido que encarar los dilemas de quien debía salir al exterior a trabajar, a riesgo de traer la infección a los suyos. Aún así, he sentido que mi vida cotidiana daba un vuelco y, de repente, los cuidados se han convertido en mi actividad principal a lo largo del día. Espero que esta crisis nos ayude a entender y atender mejor las necesidades de las personas –profesionales o familiares– que se dedican a cuidar, habitualmente relegadas a la penumbra y al silencio.

Se ha convertido en una celebridad literaria, elogiada por doquier: Vargas Llosa, Manguel,Millás. ¿Eso cómo se asimila?

Mientras escribía ‘El infinito en un junco’, creía que sería un libro pequeño, discreto, que pasaría de puntillas. La maravillosa hospitalidad que ha recibido ha sobrepasado mis fantasías más desenfrenadas. Todavía experimento incredulidad, mezclada con el agradecimiento a los lectores. Por otro lado, me siento privilegiada por el afecto y apoyo que he recibido de algunos escritores, que han sido siempre generosos con mis libros, como los grandes maestros. Paralelamente, el cuidado cotidiano de mi hijo, que sufre problemas de salud, me ancla a tierra firme, a lo realmente importante.

¿Qué significa, qué está significando para usted ‘El infinito en un junco’? Casi le pregunto por lo que no vemos...

Hasta ahora siempre había vivido la escritura como un oficio a la intemperie. Tenía que dedicar mucho tiempo a buscar, convencer e insistir para sacar adelante cada proyecto, siempre con el riesgo de perderlo por el camino. Gracias a ‘El infinito en un junco’ he conseguido lo que más valoro: libertad creativa. Como contrapartida, tengo más trabajo y mayor responsabilidad.

«Siento vértigo, me parece estar alojada en un sueño del que un día me exigirán salir»

¿Es de justicia poética que un libro sobre los libros, y todo lo que envuelve ese universo, sea su carné de identidad, el proyectil que da a conocer una labor en la que llevaba embarcada mucho tiempo?

Imaginé este ensayo como un homenaje a los relatos que han sido mi salvavidas en las épocas más difíciles de la vida. Por eso quise investigar la historia anónima y desatendida de los salvadores de libros a lo largo de treinta siglos. No pretendía recibir más, sino agradecer. Lo que está sucediendo es generosidad poética, más que justicia.

¿A quién le debe más a Homero o a Scherezade, como la llamaban en ABC?

Homero fue mi primer amor, tardé mucho más tiempo en llegar a Scherezade. Pero en ‘El infinito en un junco’ tuvo una gran importancia la búsqueda de las huellas y los añicos de las narraciones de todas las Scherezades. Creo que, a lo largo de los tiempos, han sido sobre todo las mujeres las encargadas de desovillar en la memoria de los cuentos. Las tejedoras de relatos y retales. Por eso textos y textiles comparten tantas palabras: la trama del relato, el nudo del argumento, el hilo de una historia, el desenlace de la narración. Devanarse los sesos, bordar un discurso, hilar fino, urdir una intriga. Por eso los viejos mitos nos hablan de la tela de Penélope, de la hebra de la vida que hilaban las Moiras, o de los cuentos nocturnos de Scherezade para calmar la ira del sultán asesino. Y yo quise reconstruir esa historia.

¿Qué lugar ocupa en su inclinación a la narrativa y al estudio la figura de tu padre, muerto tan pronto?

Mi padre me transmitió el amor por la mitología griega cuando era una niña, sentándose a la orilla de mi cama a contarme mitos antes de dormir. Años después, me apoyó cuando tomé la –para muchos temeraria– decisión de estudiar Filología Clásica. Y no intentó disuadirme cuando me dediqué a esta extraña forma de vida. Heredé de él la inquietud creativa, que él siempre nutrió.

«Converso con mi hijo Pedro: su manera de abrirse al mundo cambia mi forma de habitarlo»

Cuando nadie la ve ni la oye, ¿qué le cuenta, qué te gustaría que supiese ahora?

Como escribió Miguel Hernández en su ‘Elegía a Ramón Sijé’, «no perdono a la muerte enamorada, no perdono a la vida desatenta». Me rebelo y le hablo, porque a él le gustaba conversar. Creía que la palabra era uno de los placeres más grandes que disfrutamos. Todo lo que me sucede, siento el impulso instantáneo de decírselo.

Irene Vallejo. 'Diálogos en cautividad'.
Detalle de la portada del libro.
Heraldo/Siruela.

La van a traducir a 22 lenguas, de entrada. ¿Cómo se digiere eso, qué haces para pensar que no habitas un sueño?

Me emociona ser leída en otras lenguas, viajar a través de un libro hasta lectores de países y culturas distintos. Siento vértigo, me parece estar alojada en un sueño del que, como en las habitaciones de los hoteles, un día me exigirán salir. Al mismo tiempo, sé que debo agradecer este inesperado regalo al entusiasmo y el trabajo de mis agentes de Casanovas & Lynch. La industria editorial, como cualquier otro sector cultural, se construye a partir del trabajo escondido de muchas personas, que hacen posible ese sueño.

¿Qué tienen, qué nos dan las clásicos? ¿Cuáles son las lecciones básicas que ha aprendido de ellos?

No sé si los clásicos nos dan lecciones, creo más bien que conversan con nosotros. En esos diálogos, nos exploramos y nos entendemos mejor a nosotros mismos. Nuestros trabajos son los de Hércules. Nuestros desafíos miran a Prometeo. El Minotauro vive en nuestros laberintos y nuestros paracaidistas caen a tierra desde el cielo como Ícaro. Nuestras peregrinaciones y odiseas son las de Ulises. Las mujeres troyanas expresan nuestras lamentaciones sobre la guerra. Edipo y Narciso sirven para definir nuestros complejos. Los superhéroes de Marvel descienden de los héroes del mito griego. Cada vez que reclamamos el derecho a acompañar y enterrar a los muertos, volvemos a Antígona.

«Homero, Ovidio, Montaigne y Safo son mis compañeros, las voces que más a menudo oigo»

¿Qué nos enseñan los clásicos de pestes, gripes, contagios, los ininterrumpidos fines del mundo que en la historia han sido?

Me llama la atención el paralelismo entre nuestras preocupaciones actuales y las que expresa un discurso de Pericles recogido por el historiador Tucídides. Pericles lo pronunció en circunstancias durísimas, cuando una epidemia diezmaba a la población ateniense y, frente al miedo y los egoísmos, insistía en fortalecer el espíritu comunitario de la joven democracia. Decía que si a la ciudad le va bien en su conjunto, eso beneficia a los ciudadanos particulares. Sin embargo, la prosperidad de los ciudadanos individuales no sirve de protección cuando la sociedad falla. Tenemos muchas más posibilidades de salvarnos en una comunidad fuerte y unida.

¿Cuáles son sus reflexiones para el día después o los días que vendrán luego?

Creo que la conciencia de la fragilidad nos puede hacer más fuertes, aunque parezca una paradoja. Conscientes de que nos necesitamos unos a otros, tal vez nos volvamos un poco más sabios. Lo que forja nuestro carácter son nuestras decisiones, más que nuestros éxitos.

¿A quién o a quienes debemos leer ahora?

Estos días hemos recordado que los libros nos acompañan, nos alivian y expanden el espacio de nuestras vidas. Me alegra que el tiempo diario de lectura haya aumentado durante el confinamiento. Me ha emocionado releer las ‘Cartas desde mi celda’, de Gustavo Adolfo Bécquer, escritas durante un retiro al monasterio de Veruela por motivos de salud. Este año se cumple el 150 aniversario de su muerte, y la mejor forma posible de celebrar a un autor es leerlo.

Irene Vallejo. 'Diálogos en cautividad'.
Irene Vallejo publica estos días 'El futuro recordado'.
José Miguel Marco.

Por cierto, ¿quiénes son sus clásicos favoritos, a los que siempre vuelve?

Homero, Safo, Ovidio y Montaigne son mis compañeros de viaje, las voces que más a menudo escucho.

Ha vivido durante muchos meses la entrega de los sanitarios. ¿Qué palabras le pone a su actitud durante la pandemia?

Nada me impresiona más que la valentía y el amor a su profesión de tanta gente discreta que permanece alejada de los focos. Quizá la honradez se halla en los lugares menos iluminados por el éxito y la arrogancia. Las personas fulgurantes, que suelen protagonizar nuestro olimpo mediático, tienen mucho que aprender de quienes trabajan en la penumbra. Conocí esta generosidad de primera mano cuando mi hijo permaneció ingresado en la UCI Neonatal del Hospital Miguel Servet de Zaragoza, y nunca la olvidaré. Las profesiones sanitarias y la investigación científica nos están enseñando a mirar de nuevo el valor extraordinario de las virtudes humildes del cuidado.

Si antes fueron los clásicos, la plantilla de sus columnas, en su salto a ‘El País’ parece dialogar con su hijo Pedro y contarlo. ¿Por qué, qué quiere decirle y decirnos?

Publico en ‘El País’ los domingos, un día de tregua, pereza y tranquilidad. Sentí que quería explorar un registro más íntimo en estos artículos que en las columnas de opinión. He elegido a mi hijo Pedro para conversar porque su manera de abrirse al mundo transforma, cambia, mi forma de habitarlo.

Irene Vallejo. 'Diálogos en cautividad'.
Irene Vallejo, en el Café de Levante, será traducida a 22 lenguas.
José Miguel Marco.

¿Cómo vive Zaragoza, qué le da, qué encuentra en ella?

En los últimos meses, antes del confinamiento, viajé mucho en el ajetreo de la promoción. Zaragoza representa el lugar de regreso, la tranquilidad, la familia, las amistades, los recuerdos, los paseos a orillas del río donde he imaginado por primera vez tantas ideas y proyectos. Desde hace unos años vivimos en Zaragoza y Huesca una efervescencia de escritores, editoriales, ilustradores, librerías y clubes de lectura que estimula y que ha sido muy nutritiva para mí. De alguna forma, somos un cruce de caminos, y las encrucijadas son el lugar donde nacen las decisiones que dibujan el futuro.

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