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Bizarro visita Aragón: duelo del elefante y el toro en Huesca y Zaragoza

En 1864 se libró el salvaje espectáculo: un paquidermo de Ceilán se enfrentó a dos bravos astados

Elefante y toro
Publicidad donde se anunciaba el enfrentamiento.
Archivo Sipán.

A principios de diciembre de 1864, se celebró en las plazas de toros de Zaragoza y Huesca un salvaje espectáculo: enfrentaron a un elefante de Ceilán llamado Bizarro y a dos toros bravos.

La costumbre de hacer reñir a las fieras viene de lejos. Los romanos presentaban espectáculos donde luchaban gladiadores contra gladiadores, hombres contra fieras y fieras contra fieras. La periodista y escritora Nieves Concostrina cuenta que, en el siglo XVI, los enfrentamientos entre toros y animales salvajes eran una de las principales aficiones del rey Felipe II y de su mujer, Isabel de Valois.

Los empresarios, buscando nuevas formas para atraer más espectadores, decidieron organizar estos espectáculos dignos de la antigua Roma, y lo hicieron primero en circos, para terminar utilizando las plazas de toros. Tigres de Bengala, osos, leones y elefantes luchaban a muerte contra toros de lidia, con el beneplácito del público que siempre estaba a favor de estos últimos. La última lucha de la que se tiene constancia en España data del año 1904.

Un cronista taurino de la época narra que, al ser conducido por las calles a la plaza de Huesca, y pese a ir atado por grandes cadenas de 80 o 90 libras, Bizarro, el elefante, arrancó algunas puertas de varias casas, habiendo introducido la trompa en un portal en el que había varias mulas y dando muerte a dos de ellas. La valla de la plaza de toros fue también blanco de las iras del huésped asiático. Los toros arremetían una y otra vez contra la dura piel del paquidermo, el cual, cansado de las caricias que le propinaban sus adversarios, los envió a la otra banda de una buena trompada. El público salió contento de la función. 

Cuentan que, al día siguiente, al ser conducido de Huesca a Zaragoza, Bizarro arrancó con su trompa una de las columnas de las farolas de la Puerta del Carmen, e incluso uno o dos árboles, y los propietarios del elefante tuvieron que pagar los desperfectos. Bizarro salió victorioso de la plaza de Zaragoza, y continuó su triste gira española frente a un público deseoso de acción, sangre y violencia.

Darwin decía que el elefante lloraba a veces. 

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