LITERATURA

Héctor Abad Faciolince: "Llevo las voces de mis cinco hermanas dentro de mí"

El autor , que pasa el confinamiento en Medellín, habla de sus diarios, 'Lo que fue presente', y de la adaptación de 'El olvido que seremos' al cine

Héctor Abad Faciolince. Cine y diarios.
Retrato de Héctor Abad Faciolince en uno de sus viajes a Zaragoza, en 2016.
Aránzazu Navarro.

Héctor Abad Faciolince (Medellín, Colombia, 1958) se acompaña siempre de cuadernos. Durante una década, en ellos redactaba sus períodos críticos, sus descensos a pequeños y grandes abismos, las crónicas de su corazón roto, inseguro, veleidoso. Así se forjó, con peligrosas y deslizantes curvas, 'Lo que fue presente' (Diarios 1985-2006), que publica en Alfaguara.  El libro, de 600 páginas, habla de la vocación literaria, de la familia, de un país en llamas, del deseo, de la infidelidad, de la impotencia, de la paternidad, y habla, ante todo, de la necesidad de amor. De dar y recibir amor. De la pasión como núcleo de la fabulación. De la palabra. Del cuerpo, de la condición de varón como cazador que no cesa, del músculo involuntario. 

El libro habla del aprendizaje de la escritura y de la angustia de existir cuando la sensación de fracaso y la vecindad del dolor y la muerte, andan por ahí. Como pájaros obscenos y codiciosos. Héctor Abad presentaba el pasado jueves, en un diálogo virtual organizado por Cálamo, su libro. Aquí, además, habla de la adaptación de Fernando Trueba de su novela 'El olvido que seremos' (2006), que narra el asesinato de su padre, el 25 de agosto de 1987.

Si 'Lo que fue presente (Diarios 1985-2006)’ es el documento sombrío de dos décadas de búsqueda, ‘El olvido que seremos’ (2006) es la novela de la plenitud, del dolor, de la evocación de su padre asesinado, al que jamás ha podido olvidar.

Bueno, fue él el primero en presentarme como escritor y en mostrar orgullo. Lo he sentido muy cerca desde niño, lo adoraba, me enseñó mucho. Y un día me prometí, y lo digo en mis diarios, “mientras yo esté vivo no dejaré que te mueras”.

Fernando Trueba iba a estrenar su película sino se hubiera producido la pandemia. ¿Cómo ha vivido el proceso?

Cuando Fernando Trueba iba a hacer ‘El olvido que seremos’ yo quise irme lo más lejos posible para no interferir con su trabajo. Rodaban aquí en Medellín durante dos meses y yo conseguí que una amiga italiana me recibiera ese mismo tiempo para escribir allá. A los diez días mi mujer se enfermó y tuve que volver. Lamento decir que su enfermedad fue una bendición: ver rodar a Trueba y ver actuar a Javier Cámara y a todas las actrices fue una experiencia bellísima.

¿Cómo lo definiría?

Fernando tiene la misma autoridad risueña y cariñosa que tenía mi padre como profesor, y además parecía haber reencarnado, resucitado en Cámara. Y entonces pasó algo maravilloso e inevitable: nos volvimos amigos para toda la vida y como si lo fuéramos desde niños. La película es una pequeña o incluso una gran obra de arte. Pero lo más milagroso es que conseguí nuevos amigos íntimos a los 60 años. Solo el arte es capaz de hacer esos milagros.

"Y entonces pasó algo maravilloso e inevitable: nos volvimos amigos para toda la vida y como si lo fuéramos desde niños. La película es una pequeña o incluso una gran obra de arte"

Será que también la vida dicta instantes felices. ¿Por qué eligió lo más triste, oscuro o incluso repelente, y no otros períodos de placer y de luz para sus diarios?

Cuando estoy bien y soy feliz, lo vivo plenamente, no me da tiempo para escribirlo, no lo hago. Ahora he dejado de escribir diarios. No lo necesito.

¿Qué ha pasado entonces?

Escribía diarios cuando francamente lo sentía como una necesidad. No escribía novelas, cuentos ni poesía ni nada, y siempre he tenido una gran necesidad de escribir, y al menos en los diarios escribía. En el libro recuerdo una frase de Andrés Trapiello: “El diario des la novela de aquellos que no pueden escribir novelas”. Ahora soy capaz de escribir novelas, fracasando muchas veces, tengo editores

Héctor Abad Faciolince. Cine y literatura.
Héctor Abad de publicar un volumen de 600 páginas de sus diarios.
Paco Campos / Efe.

Empezó con 26 o 27 años, en un período de angustia, de agobio, de fracaso. No encontraba ni su voz ni su lugar en el mundo.

Yo estaba muy convencido de lo que quería hacer y ser en la vida. Quería ser escritor, y si no iba a ser capaz de ser escritor, por lo menos quería ser librero, bibliotecario, traductor, o corrector de textos, algo que tuviera que ver con la literatura y los libros. Cuando empiezo el diario, me acabo de casar, va a nacer mi primer hijo, que sería una hija, Daniela. Uno sabe como escritor que la perspectiva más probable es no ganarse la vida con ese oficio. Entonces, hay que pensar mucho en cómo me voy a ganar la vida si además quiero ser escritor, como los autores que leo y me encantan, y me llenan y me fascinan.

Siente que no ha cumplido su sueño… 

La tarea es enorme y no la he cumplido, pero he aprendido a resignarme a mis limitaciones.

Hay escritores que le marcan. Stendhal, Julio Ramón Ribeyro, Thomas Mann, André Gide; en todos ellos hay amargura y vidas ocultas, dolientes, como le pasaba a usted.

Menciona a algunos autores de diarios que he admirado mucho. Cuando empecé a escribir estos diarios fue cuando yo leí ‘Vida de Henry Brulard’ de Stendhal. Esos diarios me fascinaron; son larguísimos, con partes aburridas y monótonas, y al mismo tiempo me parecían como una herramienta muy buena para cualquier escritor. Con una parte de conocimiento y de autoconocimiento, y como una manera de fijarse mucho en los otros cuando uno los ve. Porque Stendhal habla mucho de los demás, de lo que ve, de las mujeres de las que se enamora, de las que nos enamoramos, de sus problemas sentimentales, sexuales, etc. Como él yo también quería encontrar un camino en la escritura.

Parece que a usted el amor le persigue todo el tiempo, con distinta suerte. Y es explícito en diversos detalles: seducción, impotencia, orgasmo, aventuras...

Sin amor no se puede escribir, digo, ampliando una cita de Malcolm Lowry. Flaubert dijo que mucha gente no se habría enamorado nunca si no hubiese leído novelas de amor. Si yo era tan enamoradizo, si padecía una especie de 'bovarismo' masculino, de estar fantaseando siempre con otras relaciones fuera del matrimonio, simplemente fue por leer tantas novelas de amor. Ahora ya no me gustan tanto…

"Era muy tímido. A veces pienso que, en el fondo, no era una persona tan infeliz como aparezco en los diarios. Ni tan antipático. Hubo instantes de mucha alegría, de borracheras, de ganas de vivir, de amores no impotentes incluso…"

¿Y eso?

Uno se enamora de objetos sentimentales y de deseo que prácticamente no conoce ni ha tocado. A mí me ha pasado de joven, mucha gente dice que se enamora de actrices, del teatro y del cine, Yo no me enamorada de actrices pero sí de muchas vecinas que son tan irreales como las actrices, pero al menos las podía ver por la calle y soñar con que podía dirigirles la palabra. Era muy tímido. A veces pienso que, en el fondo, no era una persona tan infeliz como aparezco en los diarios. Ni tan antipático. Hubo instantes de mucha alegría, de borracheras, de ganas de vivir, de amores no impotentes incluso… Y quiero creer que mi padre, que era quien más me animaba y más creía en mí, no se avergonzaría ni del libro ni de mí, aunque nunca puedes saber cómo ven los otros las cosas.

En casa tenía un gineceo particular y afectivo de cinco hermanas.

Sí, y hablaban todo el tiempo. De todo. Con el paso del tiempo me he dado cuenta que el narrador que yo soy, y que se va forjando en los diarios, les debe mucho a ellas. Eran una bendición. Hablaban, lloraban y se reían mucho. Llevo sus voces dentro de mí. Yo me crié con cinco hermana y fue, es, una bendición. Mi hermana Marta se murió cuando tenía 16 años. Fernando Trueba cuenta hermosamente su muerte en la película.

Héctor Abad Faciolince. Cine y literatura.
Portada del libro 'Lo que fue presente'.
Heraldo / Alfaguara.

Hablar de Colombia le enoja. En los diarios y en la vida.

Sí. Me pregunto en el libro si “¿se puede sentir nostalgia del infierno?”, que eso era Colombia para mí. Mi relación con mi país es difícil, incluso ahora. Hay un nivel de violencia verbal impresionante. Pero también ha habido colegas maravillosos.

¿Habla de Gabriel García Márquez?

Sin duda. Fue muy generoso conmigo. Yo lo admiraba mucho antes de conocerlo, le hice una reseña no muy elogiosa de ‘Noticia de un secuestro’, y cuando nos vimos fue cariñoso, simpático, irónico, hasta sarcástico. Y Mercedes Barcha, su esposa, también fue amable. 

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