Literatura. 'artes & letras'

La guerra sin paz de David Castillo

El escritor compone una narración, con curvas, en torno a la Guerra Civil y la Segunda Guerra Mundial con algunos ecos aragoneses

David Castillo. Una novela sobre la Guerra Civil.
Luis Goytisolo y Julia Goytisolo, con el narrador de origen aragonés David Castillo.
Librújula.

A David Castillo (Barcelona, 1961) se le rizan el pelo y las ideas que le caracolean por la cabeza, porque nada en él es lineal. Lleva años por una carretera de curvas entre los recitales de poesía, el periodismo, la novela, las zarandajas culturales y su fidelidad a ese anarquismo romántico que le llevó en la juventud a unas vacaciones pagadas en la cárcel Modelo.

Su último libro, 'El tango de Dien Bien Phu', es un soberbio relato con curvas. No avanza cronológicamente ni hay un enigma a resolver más allá del interés del narrador por llegar hasta el autor de una cancioncilla inventada por los combatientes republicanos sobre el fondo musical de un tango de Carlos Gardel. Hay extractos de diarios, voces de diversos protagonistas y saltos adelante y atrás en el relato que al principio puede no resultar fácil de seguir. ¿Pero acaso la vida es lineal? ¿Puede un libro estar empapado del desgarro de la vida con un esquemita de power point? Una vez que entras en el libro, sientes que estás donde tenías que estar.

Arranca el relato en primera persona con las líneas del diario de uno de los componentes de la columna Durruti, Pantaleó Ribot (personaje real), que tras haber combatido a sangre y fuego por la república contra las tropas franquistas ha de sufrir la humillación de unos guardias de la república francesa que los azuzan con sus bayonetas y su inquina en el campo de prisioneros de Argelés. Iremos sabiendo más de Pantaleó Ribot compañero de sufrimientos en la guerra y en el encierro de Argelés del abuelo de Castillo, que, por cierto, era de Bujaraloz (y su abuela de La Almolda).

Iremos sabiendo de sus vidas a través de la indagación y la mirada del narrador, el periodista Dani Cajal, trasunto del propio Castillo, que tiene sus mismas obsesiones, neuras y admiración por los anarquistas románticos de los que forma parte aunque se vea siempre como un outsider. La manera en que el Cajal de la ficción conoce en el pueblo costero de Roses a Ribot es la misma en que Castillo lo conoció en la realidad: un verano de 1972 en que lo mandaron a casa de su tío. Ribot es un hombre de una fortaleza física imponente, pero más aún su fuerza moral, capaz de no perder la sorna y el placer de degustar la vida después de haber conocido el horror de la guerra, la humillación de la derrota y el castigo del exilio. Ribot le habla de una canción que cantaban mientras se retiraban hacia la frontera de Francia en el año 1939.

Y el relato sobrecogedor de esos años de exilio se va desgranando al hilo de la indagación de Cajal, con su obsesión por el pasado y su torpeza cuando más quiere agradar que lo hacen un investigador entrañable. Apoyado en las palabras de Ribot, pone por escrito de manera diáfana la actitud cruel y mezquina que tuvo Francia con los republicanos españoles, “exiliados en un país que los boicoteó, ignoró, marginó, encerró en condiciones infrahumanas y por el que luchamos y morimos sin ninguna recompensa”.

“Si el general Leclerc nos llevaba en primera línea no era para hacernos un honor o por el hecho de ser republicanos, sino para que fuésemos el primer escudo de las balas alemanas”

Después de hacinarlos en Argelés y tratarlos como a delincuentes, los incorporaron a la resistencia: “Si el general Leclerc nos llevaba en primera línea no era para hacernos un honor o por el hecho de ser republicanos, sino para que fuésemos el primer escudo de las balas alemanas”. Los españoles fueron los primeros en entrar en París no por deferencia sino porque aquello tenía pinta de ser una ratonera y se los puso de carne de cañón. Y después de las vejaciones y de dejar tanta sangre por la liberación de Francia del fascismo, cuando acabó la Guerra Mundial y era el turno de apoyarlos a ellos en combatir el fascismo en España, los franceses encabezados por De Gaulle se hicieron los suecos.

Este libro está en la categoría de ficción, pero late con la fuerza de la verdad porque la literatura para serlo ha de ser verdadera. Castillo podría haber escrito una historia más lineal, con más enigma y alguna historia sentimental, y tener más posibilidades de tener éxito comercial. Pero es David Castillo, un escritor honesto, con talento y, sobre todo, un resistente.

LA FICHA

‘El tango de Dien Bien Phu’. David Castillo. Edhasa/ Edicions 62. 286 páginas.

*Antonio Iturbe es escritor, profesor universitario y crítico literario. Es autor de 'La bibliotecaria de Auschwitz' y 'A cielo abierto'.

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