cultura

Juan José Ochoa: "En música, las emociones están más allá del sonido o de la técnica"

El pianista y compositor aragonés ha publicado en plataformas digitales el disco ‘In progress’, un soplo de vanguardia y experimentación en la música contemporánea actual

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Juan José Ochoa escribe música para cine, teatro y danza.
Diego Calvo

‘In progress’, el disco que acaba de publicar el aragonés Juan José Ochoa, recopila algunos de sus primeros temas para piano preparado solo, junto a otros con violín y piano preparado que han sido banda sonora de espectáculos de danza. ¿Y qué es el piano ‘preparado’? Aquel cuyo timbre se ha modificado colocando objetos en algunos puntos de su mecanismo. Ochoa, por ejemplo, usa masilla ‘blu tak’, mazas de percusión, tornillos, arcos de violín... El resultado es un sonido inquietante.

Usted iba para pianista clásico...

Durante años estuve enamorado del piano clásico y soñaba con dar conciertos tocando a Mozart o Chopin. Me estuve formando muy duro para eso. Pero en el camino me di cuenta de la soledad que eso implicaba y también lo distanciado que estaba en ocasiones el mundo de la música clásica de la sociedad. Y no digo ya lo que llamamos música contemporánea...

¿Y por eso se apuntó a deconstruir el sonido del instrumento?

No creo que haya deconstruido nada, casi al revés, he tratado de continuar una tradición. El piano preparado y las técnicas extendidas se utilizan desde hace más de un siglo. Siempre han estado ligadas a un repertorio ‘complicado’ a oídos profanos, pero yo en seguida vi potencial para atraer nuevo público llevando estas técnicas a otro lenguaje, con el que además me identificaba como compositor. Además tienen un componente muy visual y consiguen dar una dimensión más amplia al concepto de instrumento solista.

¿Cuándo descubrió la técnica?

En Musikene, en mis últimos años de carrera, de la mano de mi maestro de repertorio contemporáneo, Ricardo Descalzo, al que tanto debo. Me cautivó en seguida la obra de George Crumb, Henry Cowell o John Cage, padres de este tipo de técnicas. A veces sus partituras son muy abiertas o no están muy claras, lo que te permite desarrollar nuevas propuestas. Y me gustó mucho esta ‘artesanía del sonido’ en la que vas creando tu piano según tus gustos estéticos y tus necesidades de cada momento.

¿Sacrilegio... o esnobismo? ¿No sufre el instrumento?

Me he tenido que enfrentar a estos calificativos en varias ocasiones, pero todo es fruto del desconocimiento. Amo el piano, nunca haría nada que pudiera dañarlo. La clave siempre está en saber hacerlo y aprender a hacerlo bien. Además, en contra de ese sector conservador y elitista, me sigue animando ver la respuesta de un público nuevo, que se interesa por mi música y que flipa y se emociona con lo que se puede llegar a hacer con un piano.

¿Y por qué no hacer música electrónica directamente?

Pues sí, ¿verdad? Pero cuando empecé con esto se mezclaban varias cosas: por un lado no tenía grandes conocimientos de grabación, electrónica o composición por ordenador. Además, me interesaba reivindicar la dimensión acústica del sonido en un mundo cada vez más determinado por lo digital y lo electrónico. Y, a la vez, estaba este deseo de hacer una música ‘moderna’, con influencias de músicas actuales como el dance, el techno, el electro minimal o incluso el pop, pero partiendo puramente de lo artesano y lo acústico, como es un piano. Además, la relación física y directa con el instrumento no se puede comparar con tocar un sintetizador.

Y hoy...

Después de varios años creando e investigando en esta línea, he empezado a trabajar con la electrónica y ahora fusiono ambos mundos, tratando de expandir las posibilidades que ofrecen estos sonidos: conservando la esencia del acústico pero yendo más allá, fusionándolo con ‘sintes’, modificando el sonido, amplificando...

¿Cómo llegó a la composición?

Movido por artistas de diferentes ámbitos, sobre todo de danza y teatro, que me sugerían que compusiera. Yo siempre lo vi como un terreno reservado para los grandes compositores. Y lo que empezó como una serie de pequeños encargos se convirtió en necesidad personal. Ahora me siento realmente contento de haber dado ese paso y poder expresarme con mi propia música.

¿De dónde se nutre? ¿Dónde nace su música?

Tengo muchos referentes, desde la música clásica, que es de donde vengo, a otros géneros que ya he citado como el pop, la electrónica o la música contemporánea. Desde Nils Frahm, Acid Arab o Julian Winding, a John Cage, Stravinsky o Madonna. La música de cine también la tengo muy presente, especialmente compositores como Thomas Newman, al que adoro, John Williams o Alberto Iglesias, entre otros.

Su música dialoga con imágenes.

Siembre busco que tenga un componente físico y visual. Colaborar con un director para una película o corto, o pensar conjuntamente cualquier proyecto me da nuevas ideas que enriquecen mi música. Siempre me ha gustado ver cómo los directores usan la música sobre la imagen, analizar las posibilidades de diálogo.

Y no es nada comercial.

Puede ser vista como comercial, sobre todo desde los ojos de la música clásica contemporánea, y, en cambio, si sólo se atiende a la manera de hacerla, se puede ver como algo vanguardista y difícil. Quizá el problema lo tienen las etiquetas. Muchas veces ni yo mismo se a qué genero pertenece mi música, o a qué tipo de público puede interesar. He tenido conciertos donde en la sala había gente de más de 60 años, que no habían escuchado un piano por dentro en su vida, y que han salido fascinados; y en la misma sala melómanos más jóvenes que ya me conocían o que buscaban nuevas propuestas musicales, y también han disfrutado. La clave está en despojarse de prejuicios y dejarse llevar, porque al final no importa con lo que hagas tu música, sino la música en sí. Más allá del sonido o la técnica, están las emociones, y lo tengo muy presente cuando estoy creando, qué emoción quiero transmitir, y qué me mueve por dentro al tocar e interpretar.

Un niño a caballo entre Mozart y Alaska y Dinarama

Aragonés nacido en Madrid, Juan José Ochoa es hijo de un asturiano y una zaragozana con aficiones musicales (por su boda, ella le regaló a él un piano de pared). En la capital aragonesa Juan José Ochoa pasó toda su infancia y adolescencia, y se recuerda a sí mismo ‘aporreando’ ese piano y recorriendo el pasillo con un radiocasete Fisher-Price. «Tenía dos cintas -evoca ahora–, y las hacía sonar una y otra vez en bucle. Una era una selección de música de Mozart, la otra, el disco ‘No es pecado’, de Alaska y Dinarama». Estudió en el Conservatorio Profesional de Zaragoza con la profesora Consuelo Roy. Tras acabar los estudios se convirtió en un trashumante, pasando por San Sebastián (allí hizo los estudios superiores, en el Musikene); Valencia, donde hizo un posgrado con Luca Chiantore y empezó a participar en espectáculos variados; y Londres, adonde llegó en 2011 y trabajó como pianista acompañante para formaciones como el English National Ballet, Rambert, DV8 o The Place. Luego llegaría Barcelona, ciudad donde reside actualmente. En la actualidad es compositor residente en la Fábrica de Creación Fabra i Coats.

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