literatura. cuentos contra el virus

'Arcoiris de cemento', un relato de Juan Villalba Sebastián

El profesor y escritor, especializado en temas turolenses y en música, narra aquí la historia de los monumentos de la ciudad mudéjar

Juan Villalba Sebastián. Cuentos contra el virus. 22
El mundo de Juan Villalba Sebastián y Teruel.
Víctor Meneses.

El viaducto, ese «arcoiris de cemento», une dos extremos, suspendido en el abismo vincula dos orillas, es la frontera entre dos partes; el viajero, funambulista en el aire colgado sobre el paisaje, ve en el puente un tránsito hacia un estado diferente de conciencia, hacia otra dimensión. Se siente como Judy Garland en ‘El mago de Oz’ y se pregunta si habrá algún lugar donde no existan los problemas. Sonríe por lo retórico de su pregunta y como si fuera el protagonista de uno de los relatos de Lovecraft, atraviesa esa puerta imaginaria que le transporta hacia otro espacio y tiempo, deja atrás la Edad Media y se adentra en el primer tercio del siglo XX.

La visión del puente le lleva de nuevo al tema del doble: nuestro Polifemo, que comunica el casco antiguo con el nuevo, es un calco del diseñado por el ingeniero, profesor en Zurich, Emil Mörsch, sobre el río Sitter, en Suiza, y a su vez, el de Segovia en Madrid es un sosia de ambos, pero más pequeño.

El viajero vuelve a las palabras del guía. El puente de Segovia es conocido como el de los suicidas, también el nuestro cuenta, desgraciadamente como el madrileño, con un buen número de muertes, ya durante su construcción, un obrero se precipitó al vacío y murió y hasta 1992 siete fueron las personas que se habían arrojado desde sus 34 metros de altura; dos, una mujer y un soldado, lograron salvar la vida, cuenta la leyenda urbana que ella lo consiguió al abrirse sus enaguas a modo de paracaídas y el soldado al caer sobre una enorme col.

Pocos días después de su inauguración, el 29 de octubre de 1929, tuvo lugar junto a la embocadura -a nuestra izquierda- una tragedia: en el antiguo jardín dedicado al pintor de Blesa, Salvador Gisbert, donde hoy se levanta el hermoso Monumento a la Vaquilla, obra también del escultor José Gonzalvo, según la prensa de la época, se encontraban hablando el alcalde de Alcalá de la Selva, Casiano Bayo Gascón, el concejal, Rogelio Villamón Izquierdo y el vecino, Cándido Ferrer Casas, cuando este sacó una pistola ‘Star’ e hizo fuego contra ambos. Rogelio, mal herido, intentó levantarse y fue rematado. Detenido el asesino unas horas más tarde, confesó al sargento de la Guardia Civil, Pedro Viñuelas: «¡He venido a matarlos!». La contundencia lapidaria de «¡He venido a matarlos!», verdadero bautizo de sangre del viaducto, le recuerda al viajero la frase de Eastwood en ‘Sin perdón’, «Me llamo William Manny. He matado a hombres. He matado mujeres y niños. He matado todo tipo de seres vivientes. Y hoy he venido a matarte a ti», y es que es difícil ser original, piensa, la realidad siempre supera a la ficción […]

Abandonan el Monumento a la Vaquilla y se disponen a cruzar el viaducto. Mientras transitan por sus 231m., como si de un eje cronológico se tratara, el guía repasa la historia de España recordando los diferentes nombres que ha recibido desde su construcción siguiendo la veleta de los vientos de la política española: en un principio se le dio el nombre de Avda. de María Cristina, en honor de la reina que había muerto en febrero de 1929, unos meses antes de su inauguración; poco después, en 1931, se cambió por el del escritor valenciano y republicano, de orígenes turolenses, Blasco Ibáñez; tras la guerra, en 1937, se volvió a cambiar por el de José Calvo Sotelo y en la celebración de su 80 aniversario, en 2009, se le dio su denominación actual de Viaducto Fernando Hué de la Barrera, como homenaje al ingeniero que lo proyectó […]

Nombres y nombres según los aíres políticos, concluye el guía, pero el pueblo sabio, por economía de lenguaje y justicia, lo nombra simple y llanamente: viaducto.

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