Una nueva mirada al Joyero del Pilar

La historiadora del arte Carolina Naya publica un estudio sobre las principales alhajas donadas a la Virgen a lo largo de los últimos cinco siglos

La vitrina que muestra las coronas de la Virgen, tal y como se presenta en la actualidad. El joyero reabrió sus puertas en 2015 con nuevo discurso expositivo. Estuvo casi dos años cerrado, tiempo que se limpiaron e inventariaron las piezas, antes de volverlas a presentar al público.
La vitrina que muestra las coronas de la Virgen, tal y como se presenta en la actualidad. El joyero reabrió sus puertas en 2015 con nuevo discurso expositivo. Estuvo casi dos años cerrado, tiempo que se limpiaron e inventariaron las piezas, antes de volverlas a presentar al público.
Carolina Naya

La Virgen del Pilar tiene un tesoro, un Joyero que ha crecido a lo largo de los años con las donaciones de miles de hombres y mujeres, de Aragón y de fuera, llevados por su fe. El Joyero (Museo Pilarista), que se ha mantenido físicamente siempre muy cercano al Pilar y a la imagen de la Virgen, fue cerrado en 2013 y reabrió sus puertas en 2015 totalmente renovado, en instalaciones y en discurso expositivo. Y, aunque a lo largo de su historia se han hecho varios inventarios, el Cabildo vio la necesidad de realizar uno nuevo, con criterios del siglo XXI.

Nadie mejor que Carolina Naya (Zaragoza, 1978) para realizarlo. Esta profesora de la Universidad de Zaragoza proviene de una familia de joyeros (su padre fue el primer gemólogo de Aragón), es historiadora del arte y estudió gemología en Barcelona. Al Joyero de la Virgen dedicó su tesis doctoral, tras zambullirse en los archivos y estudiar las piezas, y ahora ha volcado sus conocimientos en un libro que supone un apasionante recorrido por 500 años de historia, de patrimonio y de fe. Casi 600 páginas, en edición de la Institución Fernando el Católico, que revelan innumerables datos desconocidos hasta ahora.

«La primera referencia documental que tenemos sobre la donación de una joya a la Virgen es de 1433 –relata–. Era una banda textil que tenía un Pilar de oro esmaltado con la leyenda ‘A ti me arrimo’. Es interesante constatar que el objeto de devoción, en aquel momento, era más la Columna (el Pilar) que la talla de la Virgen».

Y es que, durante siglos, la imagen más venerada en la capital aragonesa fue la de la Virgen del Portillo. Los innumerables milagros atribuidos a la del Pilar, y especialmente el de Calanda, hicieron además que la Columna pasara a un segundo plano y que la imagen que preside la basílica actual fuera la preferida de todos los fieles zaragozanos. Ya en el siglo XVI constan donaciones del virrey del Perú y de otras autoridades de ultramar, lo que da testimonio de cómo el culto a la Virgen del Pilar se extendió rápidamente más allá de Zaragoza, Aragón y España.

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Rosa de pecho, con cartilla de la Virgen a orillas del Ebro. 
Carolina Naya

De hecho, según cuenta Carolina Naya, hay una corona que se le denomina ‘del Milagro’ porque la intentaron robar, y no pudieron, en 1647. El milagro consistió en que la corona estaba simplemente depositada sobre la cabeza de la talla, sin ninguna medida de seguridad, y los ladrones, provenientes de Ocaña y Yepes, no pudieron llevársela. Cuando fue descubierto uno de ellos, lo ahorcaron, le cortaron las manos y las clavaron en un madero que se expuso en la calle del Pilar.

«El Joyero al principio era un simple armario que seguramente estaba al lado de la Santa Capilla –relata Carolina Naya–. A la Virgen se le ponían alhajas desde muy antiguo, sabemos que ya en 1528 estaba coronada. El Joyero es impresionante: en la actualidad tiene más de 500 alhajas».

Las más destacadas, las que llaman más la atención, son las coronas, a las que se ha dedicado una vitrina completa en el museo. La mayoría de las donaciones eran joyas de uso personal que se entregaban a la Virgen. Las coronas exigían que se hiciera un encargo formal y específico, por algún noble adinerado o por algún colectivo.

«La más antigua tiene 500 años de antigüedad, y desde ese momento, desde tiempos de los Reyes Católicos, hasta ahora, las hay de orfebres zaragozanos, españoles y europeos. La corona de origen renacentista se ha mantenido prácticamente intacta hasta nuestros días. La donó en 1530 Isabel Díaz de Aux, que se murió antes de que estuviera concluida y está realizada en oro, esmaltes y perlas. La Virgen la luce muy a menudo porque está ‘preparada’. Se le puso una pieza en el reverso para que no apoye en la cabeza de la Virgen, de tal manera que queda suspendida y no daña la madera. Es de las pocas coronas que la lleva».

Y es que la talla tiene una leve señal heredada de cuando, siglos atrás, las coronas apoyaban directamente sobre ella.

La más moderna se hizo con las joyas y el dinero que donaron hace ahora 18 años las 10.000 mujeres (8.000 de ellas aragonesas) que forman parte de la Corte de las Damas de Honor de la Virgen del Pilar.

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Detalle de la corona más antigua donada a la Virgen. Se remonta a 1530
Carolina Naya

Entre la más antigua y la más moderna hay unas cuantas que son auténticas obras maestras de la orfebrería de su época. Como una que donó el racionero de de la Seo, Zaumada, anterior a 1670. O la que está en el imaginario colectivo de todo el mundo, la que realizó el joyero Ansorena a principios del siglo pasado, cuyo resplandor está hecho con el oro de cientos de alianzas matrimoniales. «Destaca, también, la que donó Luis Zaporta, hijo de Gabriel Zaporta, el banquero de Carlos V –añade Naya–. Realizada en 1583, tenía originalmente un resplandor de cristal de roca, aunque en la actualidad es de oro. Está firmada, y por eso sabemos que la hizo Alonso de Ribera».

Pero el Joyero es mucho más que las coronas. De entre el resto de las alhajas, Carolina Naya destaca una especialmente, la que ha elegido para la portada de su libro, es un pinjante (la pieza central de un collar) que representa un león (oro, esmalte y perlas) y que consta que estaba en el tesoro pilarista en 1528. Hasta ahora se pensaba que era una joya española, pero Carolina Naya sospecha que es de origen flamenco y, gracias a una descripción antigua en la que se habla de las armas que lucía antiguamente, ha podido acabar con el misterio de la identidad del donante: Hugo de Urriés, secretario particular de Carlos V.

«Esta joya es excepcional por muchas cosas –señala la historiadora del arte– y buena prueba de ello es que a principios del siglo XVII todavía la ponían como ejercicio en el gremio de joyeros barceloneses. Cuando se habla de alhajas mucha gente quiere saber su precio y no se da cuenta de que en casi todas las joyas de la Virgen lo verdaderamente importante es el valor inmaterial».

Desde el punto de vista gemológico también hay muchas curiosidades. «Durante mucho tiempo la piedra preciosa más codiciada fue el rubí. El diamante era muy duro y no se disponía de medios para tallarlo y sacarle toda su belleza. La talla más antigua y pura que existe es la que denominamos ‘en punta’, y de ese tipo hay varios ejemplos en el Joyero de la Virgen. En un juego de corona y coronita que encargó el Cabildo en 1639 hay una cruz de diamantes en punta».

Un relicario donado por la marquesa de Bárboles (pinjante en forma de paloma del Espíritu Santo), y no Amadeo de Saboya, como se creía hasta ahora, tiene diamantes tallados en rosa de Holanda. Sobresalen también las llamadas rosas de pecho, una banda de caballero de oro esmaltado, los retablitos que se regalaban cuando un personaje importante donaba una joya relevante al Pilar... El libro de Carolina Naya recorre la pequeña y gran historia de cada una de las piezas, cuyo valor para ella es incalculable. «Nos hablan de la devoción a la Virgen, en España y en América, a lo largo de los siglos. Y ese es un valor intangible», concluye.

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