Muere el fotoperiodista bilbilitano Carlos Moncín

Testigo de primera línea de las últimos acontecimientos de la vida aragonesa, fue jefe de Fotografía de HERALDO durante dos décadas

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Carlos Moncín, en julio de 2017, cuando inauguró su última exposición individual en Calatayud
Jesús Macipe

El fotoperiodista aragonés Carlos Moncín Duce, testigo clave de los principales acontecimientos de la vida política y social aragonesa de los últimos años y jefe de Fotografía de HERALDO durante dos décadas, falleció ayer en su Calatayud natal a consecuencia de una larga enfermedad. Nacido en 1955, Moncín, como le llamaba todo el mundo, era un fotógrafo vocacional y autodidacta que marcó una época dentro del periodismo aragonés.

Muy pronto le regalaron la primera cámara, y a los 14 años entró a trabajar en el Foto-Estudio Ibérica de Calatayud. Allí se forjó en la fotografía comercial, al tiempo que cultivaba la fotografía artística, siguiendo la escuela de su Calatayud natal y la estela de las sucesivas generaciones de fotógrafos que han ido surgiendo en la ciudad. Participó en la creación de colectivos artísticos como Imagen-Palabra- Letra y J.MAC, y muy pronto empezó a colaborar con distintos medios de comunicación, iniciándose en el fotoperiodismo como corresponsal gráfico de medios como 'Pueblo', 'Aragón Express', 'Amanecer' y HERALDO DE ARAGON. También colaboró con la agencia Cifra, de la agencia Efe.

En HERALDO empezó haciendo una página diaria dedicada a Calatayud, y muy pronto fue llamado a Zaragoza como jefe de la sección de Fotografía de este periódico. Llegó tras la renovación de este diario de finales de los años 80 y lideró el tránsito de la fotografía analógica, en la que había nacido, a la digital. 

Destacó en todos los géneros periodísticos, desde la fotografía deportiva al retrato o la entrevista pero especialmente en la fotografía taurina, donde ganó fama nacional e internacional. Siempre con la cámara lista, y buen conocedor de la fiesta nacional, supo captar como nadie los éxitos y las tragedias que se viven en los ruedos. Los principales toreros del escalafón, pero también sus subalternos, aplaudían su trabajo y le solicitaban sus instantáneas.

Consejero del Centro de Estudios Bilbilitanos, siempre estuvo muy vinculado a su Calatayud natal, ciudad a la que volvió a instalarse hace unos años. Allí presentó en 2017 el libro 'La Transición democrática en Calatayud: cambios y esperanzas',  que incluía más de 300 fotografías y que se acompañó de una exposición con medio centenar de ellas en el Aula Cultural San Benito.  

Y allí resumía sus vínculos con la fotografía: "La prensa es lo que más satisfacciones me ha dado en la vida. Me encantaba sentir esa tensión permanente por hacer el mejor de los periódicos posibles. Los que somos de la ‘vieja guardia’ y aprendimos fotografía analógica tenemos un punto de vista distinto al de las generaciones actuales -subrayaba-. En la fotografía analógica, en cada noticia que cubrías lo fundamental era saber cuál era el momento decisivo en el que disparar la cámara. Hoy, con las cámaras digitales, cualquiera que no tenga conocimientos de fotografía puede hacer una buena foto documental. La fotografía digital nos ha dado enormes ventajas pero creo que, también, y esta es una opinión personal, ha restado calidad y sensibilidad. Antes, la fotografía de prensa tenía ‘alma’ y ahora, en muchas de ellas, echo a faltar algunos elementos. La tecnología ha amanerado mucho la fotografía. Ahora prima la inmediatez". 

Sus fotografías, en las que confluían tres dones, la elocuencia, la oportunidad y la precisión, eran siempre una lección de periodismo.

Muy querido en Calatayud, su entierro será, dadas las circunstancias actuales, en la intimidad familiar.

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