literatura

Bernardo Atxaga: "Querría descansar, pero el mundo hoy ataca en avalancha"

El Premio Nacional de las Letras, que dice que deja ‘la iglesia de la literatura’, presentó en Cálamo su nueva novela: ‘Casas y tumbas’ (Alfaguara)

Bernardo Atxaga publica 'Casas y tumbas' (Alfaguara).
El escritor de Asteasu, Premio Nacional de las Letras Españolas, habló de sus ficciones en Cálamo.
José Miguel Marco.

Bernardo Atxaga (Asteasu, Guipúzcoa, 1951) es el narrador errático y quizá errante. Es un contador de historias que abre paréntesis todo el tiempo. El pájaro que va de rama en rama: elige un tema, halla otro subordinado, arriba a uno inesperado y, al final, tras un largo merodeo, llega adonde quiere: a concluir una novela, a encerrar sus recuerdos de forma simbólica y esponjosa en sus ficciones. Ayer presentaba en Cálamo ‘Casas y tumbas’ (Alfaguara), una novela que comienza a principios de los años 70 y culmina en la actualidad, en el País Vasco, que ve llegar la agonía del franquismo, la democracia, la televisión con toda su fuerza, las huelgas en la minería o Internet.

Dice, en el alfabeto del epílogo, que esta sería una novela sobre la amistad.

Desde luego. Sobre el amor y la amistad, esas cosas que son superiores al dinero porque significan sentimientos, relaciones, afectos. Una de las cosas más bellas del libro, al menos para mí, es el relato de esos muchachos que van a visitar a su amigo Celso, año tras año, al cementerio. Esas cosas conmueven. Pero no solo eso…

¿Por qué lo dice? Parece que ha querido contar una fragmentada historia de su tierra.

Si me permite que haga algo de historia personal, le diré que, siendo veraz como escritor, cuando redacté ‘Esos cielos’ o ‘El hombre solo’, ahí estaba ya directamente metido en el problema vasco, ETA, la violencia, el desgarro social, y entonces uno no podía mirar a otro lado. El conflicto ocupaba todo el espacio social y había que tratarlo.

"Tienes que actuar como los hoplitas griegos. Son los primeros que utilizan el escudo que protege al que lo lleva y al compañero que está al lado"

¿Sugiere que han cambiado su Comunidad y usted mismo?

Desde luego. Desde hace diez o doce años, en mí mismo y en los jóvenes, veo hechos que ya han ocurrido, que han sido fatales y que quedan en nuestro recuerdo como ecos que ya no están en la vida social. Si alguien los intenta reverdecer fracasa.

¿Seguro?

Sí. Eso es como cuando quieres encender papel mojado con cerillas. Ya no lo vas a hacer. Contra la violencia en el País Vasco y ETA había que haber actuado en su momento y yo creo que escribí. Me comprometí. Lo real es que es algo que estuvo ahí y que morirá con nuestra generación.

Entonces, ¿cuáles serían las claves de su novela?

La crisis. Mis propias crisis vitales. En algún caso coinciden con las del joven Elías, que se va a estudiar a Francia y se queda mudo. Y me pasó algo semejante cuando fui al servicio militar. Cuento también la crisis de dos protagonistas: el joven Eliseo, amigo del protagonista y de los gemelos Luis y Martín, uno de mis personajes más queridos, y la crisis del ingeniero Antoine, ultrajado por sus propios padres, que dirá que «lo más humano que ha visto son mis perros».

¿Sirve la literatura para algo en tiempo de psicosis y de miedo?

Permítame una reflexión. Tienes que actuar como los hoplitas griegos. Son los primeros que utilizan el escudo que protege al que lo lleva y al compañero que está al lado. A eso en la historia militar e incluso en la filosofía, se le da mucha importancia: no es el escudo individual, sino el que con otros escudos defiende a todos. Me parece que ahora hay dos verdades cada vez más evidentes...

"En ‘Casas y tumbas’ escribo sobre el amor y la amistad, porque son superiores al dinero. Son sentimientos y afectos"

¿Cuáles son?

Una es: actúa, lucha, la política que tú no hagas se hará contra ti. Ese es el primer mensaje que están mandando al mundo porque hay una sensación de final de los tiempos, una sensación apocalíptica. Y la segunda, y aquí entra la literatura, es: defiéndete, cúbrete, salva momentos de tu vida, igual quizá que el creyente que entra en el templo. Ese templo por un tiempo queda fuera del mundo. La literatura es el mejor modo de estar fuera del tiempo porque no solo ayuda a la propia defensa de los que están contigo, sino que no impide la acción. Y eso es un poco ‘El Decamerón’, jóvenes que cuentan, aislados de la brutal peste que invade Florencia.

Bernardo Atxaga publica 'Casas y tumbas' (Alfaguara).
Bernardo Atxaga, en el Hotel Palafox, se propone iniciar un cambio en su vida literaria.
José Miguel Marco.

Parece que estamos redescubriendo el miedo en masa.

Sí. Y otra cosa: qué deseo de descanso tenemos muchos. Lo que querríamos es descansar, es bucar el jardín, el ‘locus amoenus’, pero no va a ser posible, el mundo ahora mismo ataca en avalancha. El componente más siniestro de lo que está ocurriendo quizá sea la fragilidad de todo.

"El componente más siniestro de lo que está ocurriendo quizá sea la fragilidad de todo"

¿Quién le enseñó a contar de esta manera?

-Ja, ja, ja. Desde muy chicos mis amigos me decían que contaba como el pajaro que va de rama en rama. Voy a esta rama, a aquella, a la de más allá, a las más alta, etc. Eso me decían siempre. Ahora empiezo una nueva obra, un nuevo proyecto. Y querría contar día tras día, 1, 2, 3, 4, pero no me importaría que en el 19 hablase de algo que me pasó hace 55 años: por ejemplo la ruptura con mi primera novia, cuando yo era un adolescente de 14 o 15 años. He pensado, con el paso del tiempo, cómo me marcó. He pensado mucho en ellos y apenas he escrito. O, le cuento otra cosa, he pensado que mi padre, que tenía los dedos destrozados, le faltaban dos, era carpintero, jamás se quejó de eso ni de nada. Y ahora, tenemos una ceja más alta que otra, y nos volvemos locos.

A veces esa técnica parece recordar otro libro suyo: 'Días de Nevada'. ¿Tiene título ya?

Sí, en euskera se titulará ‘Un día sigue a otro’. Y tengo por referencia a Rousseau, especialmente sus ‘Confesiones’ y ‘Los sueños del caminante solitario’.

Las dos historias son muy bonitas. ¿Se atreve a darme algunos nombres?

Por supuesto. Porque era un autor de mi época, le diría Roland Barthes, y pienso en ‘Fragmentos de un discurso amoroso’, entre otros textos. Si pensara en el ensayo narrativo, que siempre me ha gustado mucho, le diría los ‘Ensayos’ de Montaigne, los tengo en mi mesilla de noche y me han acompañado siempre.

¿Y los narradores?

He leído mucho a Tolstói y a Dostoievski, claro,  y a muchos otros, pero si tuviera que decirle un autor que me ha marcado muchísimo le diría los ‘Poemas y canciones’ de Bertolt Brecht. Fue el primer libro que les regalé a mis hijas.

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