arte y literatura

El epistolario apasionado de Vicente Aleixandre al artista Gregorio Prieto

El estudioso Víctor Fernández publica las cartas del poeta y Premio Nobel de Literatura de 1977 al pintor metafísico y surrealista del grupo del 27

Epistolario de Vicente Aleixandre.
Aleixandre, enfermizo, retratado en su casa por el fotógrafo aragonés Joaquín Alcón.
Joaquín Alcón.

El periodista y escritor Víctor Fernández, gracias a la Fundación Banco Santander, saca a la luz el intenso epistolario que el Nobel de Literatura Vicente Aleixandre dirigió a su amigo, el pintor metafísico Gregorio Prieto, entre los años veinte y los ochenta del siglo pasado. Dos son las ideas nucleares que Fernández resalta en el prólogo y que se reflejan fielmente en las cartas de la antología.

La primera idea se resume en la frase de Aleixandre: "Salir a la vida". A lo largo de las misivas entre el pintor y el poeta, éste se refiere con insistencia al disfrute de la vida como entidad superior al arte. Habla discretamente de amores, de amistades, de actos cotidianos que le proporcionan placer; sin embargo, del contenido de las epístolas, el lector deduce que esa pasión por la vida, lo es por la vida literaria y por su reflejo en el arte: en los poemas y en los dibujos y pinturas de Gregorio Prieto. Varias veces, Vicente Aleixandre se dirige al pintor anhelando que éste lo retrate, que le traiga su retrato, o que lo termine, como si deseara encarnarse en el amigo.

La otra idea nuclear del libro, que Víctor Fernández tiene el acierto de convertir en título del epistolario, se resume en el siguiente párrafo de una carta del 16 de abril de 1929, a propósito del que será su poemario ‘Pasión de la tierra’ (1935). Dice así Aleixandre: "Escribo poseído por el demonio de la poesía, como un condenado. Siento la inspiración como un pez que me da coletazos entre las manos. Saldré de mi obra vaciándome, agotado, y ella quedará como expresión de mí en una época. Después escribiré versos otra vez, de otra manera que mi libro ‘Ámbito’. Soy un gran curioso también en la poesía y quiero visitar todos los cielos. Nada de la belleza me puede ser ajeno".

"Soy un gran curioso también en la poesía y quiero visitar todos los cielos. Nada de la belleza me puede ser ajeno", dice Aleixandre.

Más allá de la idea evidente de la inspiración, me interesa esa otra intuición de que lo escrito plasmará una época, un fragmento de la carrera literaria, y luego escribirá versos "de otra manera"; sin ningún temor a cambiar por completo de estilo, entregándose únicamente a la creatividad. A menudo se considera que toda la obra de un escritor debe guardar coherencia y fidelidad a sí misma.

Lo que Aleixandre transmite es que esa coherencia, de existir, será en todo caso interna, porque el verdadero creador debe obedecer a sus impulsos sin inhibiciones: visita todos los cielos poéticos, porque nada de la belleza le es ajeno. Esta última frase parece paráfrasis de Terencio, a quien, en su condición de hombre, nada humano le era ajeno. A Aleixandre, como poeta, nada perteneciente a la belleza le resulta indiferente: puede escribir en un estilo u otro; residir en un cielo de creatividad u otro, siempre en busca del ideal estético.

La primera carta, datada el 9 de octubre de 1924, nos muestra el deslumbramiento inicial del poeta por el pintor, cuando le envía su poema ‘Adolescencia’ y confiesa: "Alegre estoy porque te lo mando y porque te he conocido; alegre por la alegría de tu pintura". Entre 1927 y 1932, la amistad alcanzará su cénit, su éxtasis de confianza y complicidad; para declinar por culpa de un malentendido a partir de 1935.

"Alegre estoy porque te lo mando y porque te he conocido; alegre por la alegría de tu pintura", le escribe Vicente Aleixandre

Pese a ello, Aleixandre y Prieto nunca dejarán de escribirse hasta la última carta, fechada el 2 de diciembre de 1981. En esta última misiva, el anciano Nobel agradece a su amigo la intención de escribir un libro sobre él empleando las cartas del epistolario; proyecto que finalmente no culmina, y que ahora llevan a efecto con brillantez Víctor Fernández y la Fundación Banco Santander.

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