LITERATURA

Ricardo Menéndez Salmón o el hombre que cruzó el fuego

El escritor, premio Biblioteca Breve, cuenta la relación con su padre alcohólico en 'No entres fácilmente en esta noche quieta'

Ricardo Menéndez Salmón.
El escritor Ricardo Menéndez Salmón publica una libro de no ficción de la relación con su padre.
C. Niemeyer/Archivo Menéndez Salmón.

El miedo a la muerte es algo que nos es ajeno cuando somos niños. Crecemos sabiéndonos inmortales, sin miedo al peligro y desafiando a la vida. Es al alcanzar la madurez cuando empezamos a intuir nuestra finitud, a tener conciencia de que somos frágiles y efímeros. Pero si esa idea abstracta se materializa en algo tangible como el infarto que sufrió el padre de Ricardo Menéndez Salmón a los treinta y ocho años, la amenaza de la muerte se convierte en algo asombrosamente real. El autor convivió con esa amenaza desde los once años, cuando el ataque cardiaco dejó en su padre “tejido muerto en su corazón vivo” y lo convirtió en un enfermo crónico.

Menéndez Salmón (Gijón, 1971) creció tan rodeado de enfermedad que sintió que él también lo estaba. Esa presencia se extendió en su familia como una sombra que oscurecía cada rincón. Desde niño supo lo que era el miedo: al dolor, al sufrimiento, a que el silencio significara la posibilidad de la muerte.

El autor establece una hermosa comparación de un cuerpo sano, un país libre, sin fronteras, por el que transitar, con uno enfermo, un país invadido, sitiado, con sus caminos cercados. No recuerda a su padre sano. Lo que sí recuerda bien es que por encima de las enfermedades planeaba otra sombra aún más oscura, más peligrosa: el alcohol. “Mi padre no fue un hombre violento ni peligroso, excepto para sí mismo. Pero el alcohol lo desquiciaba, lo arrancaba de la cordura […]. Cualquier cosa podía suceder: una escapada, un accidente, un comportamiento aberrante. La vida en casa suponía caminar por el borde de un precipicio”.

“Es posible que la pena de mi padre naciera de su legítima desdicha por no llegar a ser quien ansiaba”; la frustración de no haber logrado ser actor de teatro y de haberse conformado con un trabajo aburrido le hizo refugiarse en el alcohol. En sus delirios inventaba vidas, biografías ficticias que le contaba a su hijo como si fueran propias (como que había trabajado para el Servicio de Inteligencia y que había sido vital para desarticular operaciones de terrorismo).

Tras una vida de “enfermo profesional”, ya acostumbrado a rutinas y tratamientos y con el carácter agriado por la tardía desintoxicación del alcohol, llegó una segunda enfermedad completamente inesperada, un cáncer que provocó una operación agresiva en la que le extirparon varias partes entre la mandíbula y la clavícula: “Mi padre parecía alguien a quien un gran carnívoro hubiera arrancado la mayor parte del hombro de un mordisco. […] La sensación que regalaba al caminar era la de una camisa mal colgada en una percha”. El mismo día en que Menéndez Salmón recibía el primer ejemplar de su primera novela publicada, su padre se enfrentaba a una cirugía con el 15 % de probabilidades de sobrevivir. De nuevo volvía a ser el hombre que “cruzó el fuego andando y con una sonrisa desdeñosa”.

“No entres fácilmente…” es una larga carta al padre donde el autor lo desnuda y se desnuda; un texto que puede funcionar como exorcismo o como intento de expiación de culpas propias y ajenas; por un lado, las del autor: culpa por no haber estado cerca, por haber vivido su vida, por sentirse responsable de no haber puesto fin a la agonía de su padre, incluso culpa por haber conseguido ser escritor frente a quien no consiguió su sueño; por otro lado, la culpa ajena: igual que de niño sufrió la enfermedad “por persona interpuesta”, aquí también está presente una culpa heredada que debía haber sido de su padre (por haber reducido a su madre a un mero objeto decorativo que lo cuidaba, por haber impuesto su condición de enfermo sobre todo lo demás, por su alcoholismo, incluso por aferrarse a la vida cuando ya no era una opción).

Parafraseando a Marguerite Duras, Menéndez Salmón dice que “en literatura, si hay que ser sincero, se escribe para saber de qué se escribe”. Él ha escrito esta ‘memoir’, la más íntima y honda de sus obras, para entender a su padre y para entenderse a sí mismo. Una obra conmovedora que habla sobre el dolor, la compasión y el amor.

LA FICHA

'No entres dócilmente en esta noche quieta'. Ricardo Menéndez Salmón. Seix Barral. Barcelona, 2020. 184 páginas.

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