entrevista

"No voy a enterrar a Marianico el Corto, estoy orgulloso de él"

Miguel Ángel Tirado debuta en la ficción protagonizando la primera serie de Aragón Televisión, a las órdenes de Álex Rodrigo ('La Casa de Papel').

Miguel Ángel  Tirado, 'Marianico el Corto, se reinventa como actor dramático en la serie 'El último show'.

El último show’ es fruto de una experiencia de su director en los 90, durante su infancia zaragozana. Yendo con sus amigos por la calle, se encontró con Miguel Ángel Tirado, ‘Marianico el Corto’. Esperaban un chiste y lo que este compartió con ellos fue una reflexión sobre la insignificancia del ser humano ante la inmensidad cósmica. Años después, Álex Rodrigo, confirmado como una referencia de la televisión española (tras dirigir varios episodios del fenómeno mundial ‘La Casa de Papel’), ha fabulado a partir de ese turbador encuentro y el resultado son ocho capítulos de 50 minutos en los que conviven comedia y drama. En esta serie, Tirado trata de huir de su personaje, harto de él.

El mito del payaso triste es muy romántico. ¿Ha conocido a muchos?

Pienso que prácticamente lo son todos. Hay compañeros que son muy técnicos: los ves muy sonrientes en pista, pero luego, cuando te los encuentras por la calle, son gente muy seria, muy diferentes. Yo me considero un cómico visceral, es mi forma de ser, siempre he tenido el chiste en la boca, pero también me ha tocado salir al escenario tragándome el dolor y, echando mano de la experiencia, he conseguido que el público se ría.

¿Hay mucho prejuicio sobre el valor de los humoristas?

Es cierto que es más difícil hacer reír que llorar. Quien más quien menos tiene motivos para llorar; en cambio, el hacer reír depende mucho de cómo esté el público, de sus ganas de pasarlo bien. A mí lo que me pasa es que cuando salgo a escena, en el momento que me pongo la boina, se me van los dolores, se me van los pensamientos tristes y se me va todo.

El humor tal y como usted lo ha practicado ¿está en extinción?

Cada vez quedamos menos. En la nueva hornada de cómicos se hace un humor diferente. Ha variado, hay mucho chaval joven, que hace monólogos... Pero donde voy y actúo, todavía la gente se lo pasa bien.

¿Y qué vitalidad tienen los tópicos sobre los aragoneses?

A Aragón se le quiere en toda España. El aragonés es una persona a la que le tienen que pisar tres veces para que se queje. La primera vez, dice: «No se ha dado cuenta». La segunda: «Mira que es torpe». Y a la tercera: «Quió, ya vale». Tenemos eso... Pero he luchado contra el tópico. Nosotros no siempre gritamos, se nos suele entender al hablar... Y cuando me dicen que desprestigo al aragonés haciendo el papel de Marianico el Corto, les respondo que ahora hay aragoneses ilustres médicos, políticos, abogados, de todo. Yo soy uno más, con mi acento, del que estoy orgulloso, pero solo represento al hombre del pueblo. Y no solo al aragonés sino al hombre del pueblo español. Me inventé un pueblo, Cogodrullos del Pinar. Me preguntaban que dónde está y yo les decía: «Cogodrullos del Pinar es toda España».

¿Cómo le llego la propuesta de Álex Rodrigo?

El primer contacto fue hace tres años. Me llamó a casa, me explico quién era, cómo nos habíamos conocido y que quería contarme su idea de hacer una serie. Nos vimos y hablamos. Al año siguiente me volvió a llamar para decirme que seguía con la idea. Y la vez siguiente fue para comunicarme que la había aceptado Aragón Televisión y se hacía la serie.

¿Ha trabajado bien con él?

Es un director que vive lo que hace. Le he visto reírse con escenas, partirse el pecho, pero también llorar con nosotros. Ha estado genial. Carlos Val (codirector de ‘El último show’), también. Y Rubén, que es el ‘coach’ que hemos tenido, consigue meterte muy bien en lo que estás haciendo.

¿Ha aprendido mucho?

He aprendido todo porque desconocía lo que es un rodaje. Lo principal es que he sido obediente, he hecho lo que me han dicho.

Llega al drama en la madurez. ¿Le quedan ganas de seguir explotando esta veta?

La verdad es que me he sentido muy cómodo en este trabajo. No pensaba que me pudiera resultar tan fácil mostrar distintos sentimientos. Hay momentos de comedia, de rabia, de frustración, hay momentos de dolor; el de la serie es un personaje con una serie de matices tal que te llena del todo.

¿Espera sorprender al público?

Sí. Me he sorprendido a mí mismo. Mi mujer vino a una grabación al Plata y la hice llorar. Y es mi mujer, que sabe quién soy y sabe que esto es ficción. Y las dos veces que hemos visto juntos el primer capítulo también ha llorado. No se me espera en ese registro. Es un cambio radical.

¿Habrá segunda temporada?

Me encantaría una segunda, una tercera, y ya más no creo, porque las monjicas no me dejarían salir del asilo…. He disfrutado mucho rodando junto a los compañeros, ha habido un equipo tanto artístico como técnico maravilloso, siempre pendiente de que estuviera bien.

Marianico el Corto sigue vivo. ¿Cómo están las cosas para él?

El bajón de las galas en los pueblos es enorme, la revista cada vez la contratan menos. Este año, el problema es que todavía los ayuntamientos no saben con qué presupuesto van a contar. Después, las vaquillas se sustituyen con esos carritos con cuernos para encorrer a los niños, las orquestas han desaparecido y van las discomóviles... Los pueblos intentan gastar lo menos posible en las fiestas. Y, claro, actuaciones como las nuestras, de artistas que tienen un poco de nombre, les sale caras y van a menos.

Pero el personaje tiene futuro, ¿verdad?

Sí. Hay compañeros que se han ganado la vida haciendo un personaje como el que yo hago, de pueblo y tal, y luego, al triunfar en otras cosas, lo han enterrado. Yo no. Marianico el Corto me ha dado a conocer y estoy orgulloso de él. No quiero dejarlo.

¿Usted ve mucha televisión?

Sigo mucho, porque me encanta, ‘Hawai 5.0’. Veo series, ‘Oregón Televisión’ también me gusta mucho, los informativos...

¿Qué le parecen los atracones de series que ahora permiten las plataformas?

Me gusta verlas con tranquilidad, pero sí tengo pendiente ‘La Casa de Papel’. Quiero esperar a disponer de seis o siete días en los que no tenga nada que hacer y entonces me voy a empapuzar con la serie entera, aunque sean cinco o seis horas diarias.

No será pronto...

Para nada. Entre atender a los medios de comunicación, que son indispensables para que las cosas salgan a la luz, y las presentaciones de la serie, ahora no tengo tiempo de nada.

¿Había estado antes tanto en el foco como estos días?

Sí, con el concurso ‘No te rías, que es peor’. Empezó en septiembre del 90 y en el año 91 yo hice del orden de 250 galas, haciendo dobletes, tripletes, unos saltos en el mapa que te mueres... Fue la leche. Al siguiente año fueron ciento y pico. Y luego, una estabilidad en que lo normal al año eran 70 o 90, hasta el año 2000, cuando empezó un bache terrible que por desgracia ha durado bastante. Ahora se ha recuperado algo. El año pasado estuve cinco o seis meses en Benidorm, vine a Zaragoza e hice unas 20 galas en julio y agosto, en septiembre empecé a rodar, parando en la semana del Pilar para estar actuando con Fernando Esteso, y luego a seguir el rodaje. En la serie he trabajado a tope, pero, yo no sé si era por las endorfinas que me producía, no me cansaba.

De momento, llueven las alabanzas por ‘El último show’.

Y no es lo habitual. Para la gente de fuera, somos lo mejor, recibimos al que viene de maravilla, pero si eres de Aragón, empiezan pronto las envidietas. Es la forma de ser que tenemos. Pero, bueno, no hay sitio mejor para vivir que esta tierra.

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