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Túa Blesa recopila 25 años de estudios de la vida y la obra de Leopoldo María Panero

Publica en Visor un libro de 560 páginas y reivindica al autor genial e imprevisible que encarna al  escritor visionario y al radical antisistema

Panero y Túa Blesa.
Leopoldo María Panero (1948-2014) fue poeta, traductor y un radical incómodo y enfermo. 
Efe/Heraldo.

ZARAGOZA. Cuando murió Leopoldo María Panero (Madrid, 1948- Las Palmas de Gran Canaria, 2014), al catedrático zaragozano José Ángel ‘Túa’ Blesa, autor de ‘Leopoldo María Panero, el último poeta (1995), le propusieron reeditar el volumen. «Me pareció que era un poco absurdo por la obra inédita que se había publicado, por los trabajos críticos aparecidos, y además no tenía ganas ni fuerzas, y me propuse hacer un libro nuevo», dice el estudioso y músico.

Así nació ‘Leopoldo Mª Panero, poeta póstumo’ (Visor), 566 páginas, donde el autor, que coincidió y convivió con el poeta, toma distancia sin dejar de sentir un sentimiento de amistad, cariño y piedad. «He cambiado la visión global de ‘último poeta’ a ‘poeta póstumo’. Usé esa cualidad de visionario, por ser un vivo muerto el que habla, y que se engarza en una tradición de los muertos que hablan», explica.

Túa Blesa analiza las fuentes literarias y filosóficas del escritor, estudia sus poemas, y narra anécdotas, siempre ceñido a los textos. «Me ha interesado mucho, y creo que es significativo, este deseo de no ser español que le caracterizaba. Este un asunto que vivimos quienes fuimos jovencitos en los años 60 y 70, cuando Leopoldo lo era. Esa identificación de España con el franquismo y la cultura del franquismo te hacía ser como “un antiespañol”, y eso él nunca lo corrigió. Luego la cultura española fue otra, más amplia. Le dedico un capítulo y lo presento incardinado con los conflictos políticos, sociales e ideológicos de esa época», dice.

Otra faceta que le interesa mucho era su condición de intelectual incomprendido. «En los 70, Leopoldo María Panero era considerado un intelectual de primera fila. No exagero. Algunas de las lecturas que cita, y se ve que las ha hecho, eran pioneras. En el mundo académico no había personas que hubieran hecho esas lecturas. Y eso explica mucho su ideario general, su poética. El haber leído a Gilles Deleuze y Michel Foucault y otros, que ahora son autores muy comunes, era absolutamente, extraordinario».

Túa Blesa recordó que el poeta, autor de unos 60 libros (poesía, ensayo, traducciones y diversas prosas), se presentó en algún momento como «un intelectual orgulloso. Decía: “Mira lo que han dicho de mí”, y todo ello funcionaba a la vez que era un borracho absoluto, adicto a todo tipo de drogas, metido en los todos los ambientes y excesos». De ello, y de su paso por diversos psiquiátricos, deriva que no era un intelectual aceptado porque «resultaba un intelectual incomodísimo, y a la par era un desastre humano, una persona que era insoportable. Y lo dice alguien que sentía mucho cariño hacia él».

Un poeta desnudo en ‘Macho’

Su sentido de la provocación estaba a la orden del día: «Ibas con él por Mondragón, y se ponía ante un bar a gritar: “ETA, cabrones, os vamos a matar a todos”. Yo salía por piernas, horrorizado; a Panero, lo conocerían, pero a mí a lo mejor me daban una buena manta de golpes. ¡No sabía dónde meterme! Iba a la sede del PSOE y repetía lo mismo», evoca.

Túa Blesa, desde el prólogo del libro, recuerda su condición de feroz antisistema. 

«Estaba contra el sistema, contra todo, incluidas las leyes. Por eso he redactado el capítulo 10, que me ha divertido muchísimo hacer». Alude a unas fotos de Panero desnudo en la revista ‘Macho, solo para hombres’. «En la iconografía de los escritores universales no existe un caso como este… Se le ve hasta un testículo, y con esos billetes, de mil, que lleva en la mano acaba a formando un conjunto tan raro, que había dar una respuesta desde el mundo académico», concluye Túa Blesa, reunió a 83 personas en la librería Antígona el sábado. Amigos y lectores de Panero.

Panero y Túa Blesa.
José Ángel 'Túa' Blesa, el día en que fue pregonero de la Feria del Libro Anrtiguo y de Ocasión.
José Miguel Marco.

UN APUNTE

Leopoldo María Panero (1948-2014) es escritor de la estirpe de los excesivos, esos creadores que lo impugnaban todo, que ejercían de antisistemas absolutos y vivían entre la iluminación, la locura, la agresividad, la vecindad con la muerte, el destello genial y la autodestrucción. Como Rimbaud, Artaud o Allan Poe, él también se sintió excluido del mundo y entonaba «un desafío radical a todo», como anota el catedrático Túa Blesa, máximo experto de un poeta que dijo de sí mismo: «Soy el rey de la página / y el asesino de los ruiseñores». Añadió también que «desde niño soñé con destruir a Dios» y dedicó horas a «blasfemar contra la vida y el alma».

Túa Blesa publicó en 1995 un libro de referencia, ‘Leopoldo María Panero, el último poeta’, y ahora, en Visor Libros, vuelve a la carga con ‘Leopoldo María Panero, poeta póstumo’, que ofrece diez textos que estudian esta compleja e inclasificable figura. Apuntó mucho antes de morir: «Yo no moriré en el infierno / porque ya estoy muerto». Susurró que perdía la vida cada noche -en el amor, en las drogas, en la soledad, en su inclinación al abismo- y que anhelaba resucitar.

Túa, que presentó el volumen en la librería Antígona, sabe bien lo que se trae entre manos. Se acerca al poeta maldito y loco (pasó años en psiquiátricos), y recuerda una hostilidad general que le llevaba a atacar a compañeros, amores y a su propia familia, de la que fue excluido el 24 de junio de 1983, como contó su biógrafo J. Benito Fernández.

Túa analiza muchos aspectos: las huellas de la gran tradición francesa, desde Baudelaire, Mallarmé y Rimbaud hasta Bataille y, por supuesto, Jacques Derrida. Aborda el complejo entramado de influencias extranjeras que le llevaron a considerarse «un poeta no español», la prodigalidad de citas ajenas, llenas de intención siempre en un espíritu radicalmente visionario y torvo, «yo soy un monstruo y por tanto tengo bula para todo», y analiza «La obra como Ciencia del Odio», que también es conciencia del dolor, arrebato del desgarro, frenesí del desamparo existencial.

En el último capítulo, se aborda su relación con el cuerpo, el sexo y el dinero, y se recuerda la noche de pasión que tuvo, a los 18 años, con Jaime Gil de Biedma. Pese a todo, este ser tan vulnerable e incontenible escribió en una ocasión que se había propuesto «hacer belleza».

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