Descubierto un nuevo goya de juventud con la firma del artista aragonés

Arturo Ansón localiza en una colección privada un boceto de un ‘San Antonio Abad’ del pintor de Fuendetodos

El historiador del arte Arturo Ansón, junto al cuadro que ha identificado como obra de Goya.
El historiador del arte Arturo Ansón, junto al cuadro que ha identificado como obra de Goya.
Oliver Duch

Mide 47,2 por 37,5 centímetros, pertenece a una colección privada y su título es ‘Dios revela a San Antonio Abad, por medio de un ángel, su propia muerte’. Y es obra de Goya. Firmada. Lo asegura el historiador del arte Arturo Ansón, que fue quien, examinando la pintura, descubrió en ella la firma del artista aragonés semioculta por el barniz oscurecido por los años. Ansón, uno de los máximos especialistas en la obra del pintor, ha logrado reunir datos sobre la pintura. «La obra pertenece a una colección particular –relata–. A principios de diciembre se pusieron en contacto conmigo y, nada más ver la fotografía del cuadro, ya sospeché que era de Goya. Luego fui a verlo y, cuando lo examinaba con detenimiento, descubrí con sorpresa que estaba firmado».

El historiador del arte jugaba con cierta ventaja. Había visto que el cuadro es casi idéntico a otros dos que ya se conocían, también de Goya, y uno de ellos está firmado en la esquina inferior derecha, en la misma zona donde él descubrió la firma.

«Por lo que he podido saber, la pintura fue adquirida por un coleccionista español a comienzos de 1990 a un anticuario que tenía su tienda cerca de la Plaza Navona, en Roma», revela Ansón, al tiempo que se pregunta: «¿Cómo es posible que hasta ahora nadie se haya dado cuenta de que el cuadro lleva firma?». Lo cierto es que hay que fijarse detenidamente para apreciarla.

De los otros dos cuadros, uno, el firmado, está en una colección particular suiza. El otro, de mayores dimensiones, pero sin firma, lo adquirió el Museo de Zaragoza en 1933. «En mi opinión, el más antiguo de los tres que conocemos es el que he descubierto ahora –señala Ansón–. Hay algunas zonas en las que la preparación (una capa de materia que se le daba al lienzo para que agarrara mejor el óleo) no se ha cubierto, por lo que se trata de una pintura rápida, sin detallar del todo. Eso es lo que parece dar a entender que se trata de una primera versión».

La hipótesis que maneja Ansón es que esa obra la debió de vender el pintor de Fuendetodos al poco de terminarla y por eso se quedó en Roma. «La segunda, cronológicamente, sería la que está en Suiza, que la dieron a conocer Rogelio Buendía, en un artículo de 1978, y José Manuel Arnáiz, que años después escribiría que el cuadro se había limpiado y había aparecido en él la firma. Mi suposición es que esta réplica no la debió vender Goya en Italia, el artista regresó con ella a España, y luego la empleó para realizar la versión más grande, que puede verse actualmente en el Museo de Zaragoza».

Las tres pinturas sobre el mismo tema son copias de un cuadro que realizó Corrado Giaquinto para la iglesia de San Giovanni Calibita de Roma. Giaquinto había realizado un importante conjunto de pinturas de altar para esa iglesia en 1741, unos años de ser llamado por el Rey de España para decorar el Palacio Real de Madrid.

Goya, que vivió en la capital italiana casi dos años, entre 1769 y 1771, hizo varias copias de ese cuadro. «En aquel momento Giaquinto era un pintor de referencia para él –señala Ansón–, era un artista afamado, que había trabajado en las principales iglesias de la capital, que se movía entre las escuelas napolitana y romana, entre Luca Giordano y el academicismo de Roma, entre el clasicismo y el rococó. Y su obra no era desconocida para él. La había visto ya en Madrid, la admiraba y, lógicamente, cuando viajó a Italia, como hicieron otros pintores, fue dispuesto a ver toda su obra y a copiarla».

Goya llegó a Italia sin pensión económica y quizá pudo alojarse, asegura Ansón, en Santa María in Monserrato, que era la iglesia de la Corona de Aragón y «donde seguramente le dieron un cuarto para que durmiera». «Uno de los sitios donde pudo haber acudido a comer era el convento de San Pasquale Bailón o Santi Quaranta Martiri, de los franciscanos alcantarinos españoles el el Trastévere –añade–. Pero lo que está claro es que fue a ver en directo la obra de Giaquinto y la pintó».

Sin mayor respaldo económico que el familiar, Goya debió de verse obligado a sacar algún dinero vendiendo copias de cuadros. Y ahí es donde cabe enmarcar las tres versiones del cuadro de San Antonio Abad que se conocen hasta ahora.

Ansón fecha la pintura descubierta entre la segunda mitad de 1769 y la primera de 1770. «La versión que está en Suiza es más expresionista y está más terminada», subraya. No es muy habitual encontrar cuadros firmados por Goya en su etapa italiana, aunque el historiador del arte apunta que el ‘Sacrificio a Vesta’, de 1771 y en la colección del aragonés Félix Palacios, también está firmado.

Detalle de la firma de Goya
Detalle de la firma de Goya
Oliver Duch

Y añade: «Sería bueno explorar la posibilidad de exponer este cuadro junto al del Museo de Zaragoza sobre el mismo tema». El cuadro se encuentra en bastante buen estado, aunque presenta alguna pequeña abrasión por roce, y nunca ha sido restaurado. Para el historiador del arte aragonés se trata de una pieza importante.

«La mayoría de mis compañeros no suele hablar nada de las etapas de Goya en Zaragoza y Roma. Es como si solo cuando llegó a Madrid empezara a destapar su genio artístico. Y no. No se pueden olvidar trabajos como los que realizó para la Cartuja de Aula Dei o el Pilar, porque la modernidad de Goya ya está ahí, en ellos, en la Cartuja y el Coreto. Esta época de juventud ha sido muy preterida en la historiografía goyesca». Para Ansón, la etapa romana fue fundamental en la formación del artista de Fuendetodos. De ella se sabe aún poco, aunque en los últimos años han ido aflorando datos y obras. Según él, para costear su estancia en Italia, el pintor aragonés tuvo que pintar y vender cuadros de tema religioso y mitológico.

«José Gudiol supo ver que Goya había copiado varias obras de Giaquinto y el tiempo lo ha ido confirmando –subraya–. No hay ningún menoscabo en ello. Goya llegó a Italia con ansias de ver y aprender pintura, y nunca perdió la devoción por Giaquinto. Quería estudiarlo, y desde luego lo hizo, visitando numerosas iglesias italianas donde está su obra».

Las tres pinturas del mismo tema tienen títulos distintos. Para Ansón, «no se puede hablar de ‘Extasis de San Antonio Abad’ ni de ‘Muerte o tránsito de San Antonio Abad’ porque no es ni una cosa ni la otra: el santo murió en el monasterio, rodeado de sus compañeros. A mi juicio, el título correcto de los tres cuadros, porque es lo que está representado en ellos, es ‘Dios revela a San Antonio Abad, por medio de un ángel, su propia muerte'». 

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