literatura

Los 100 libros que marcaron a David Bowie

Se publica una compilación que explora los cimientos literarios de un artista que nunca ocultó su voraz (y apropiadora) curiosidad cultural.

Un libro recopila las lecturas de David Bowie.
Un libro recopila las lecturas de David Bowie.
Ian Hodgson/Reuters

Que nadie se lleve a engaño. Leer los cien libros incluidos en "El club de lectura de David Bowie" no capacita para componer himnos como "Heroes" o "Ashes to ashes", pero ayuda a desbrozar la ruta que guió al Olimpo a uno de los mitos musicales del último medio siglo.

Cuando quedan apenas unos días para que se cumplan cuatro años de la muerte de Bowie, ocurrida el 10 de enero de 2016 -inesperada para sus fans, a pesar de los rumores que corrían de su mal estado de salud- esta compilación es un reconfortante bálsamo porque desentierra los cimientos de un artista que nunca ocultó su voraz (y apropiadora) curiosidad cultural.

"La Ilíada", de Homero; "Madame Bovary", de Flaubert; "El extranjero", de Camus; "Noches de circo", de Angela Davis; "La revolución rusa", de Orlando Figes; "El origen de la conciencia en la ruptura de la mente bicameral", de Julian Jaynes... Así hasta el centenar de títulos que mezclan, sí, literatura, pensamiento, historia y antropología, pero también magia, activismo o religión.

Fue el propio Bowie quien entregó esta selección al Museo Victoria & Albert de cara a la exuberante exposición antológica que la institución londinense dedicó en 2013 a su poliédrica carrera ("David Bowie is"), una exitosa muestra que recorrió varios países y que en España recaló en Barcelona.

En la exposición inaugural del V&A Museum muchos de aquellos libros se colgaron del techo suspendidos, metáfora obvia del influjo que los textos que contenían habían tenido en el conjunto la producción artística de Bowie.

Y fue en base a esa lista, que la editorial barcelonesa Blackie Books se planteó "El club de lectura de David Bowie", una guía comentada por el periodista cultural John O'Connell, que ya se ha vendido a EE.UU., Reino Unido, Alemania y Holanda y que publicará más adelante en Italia.

"Es un proyecto original que ha enamorado a prestigiosas editoriales internacionales como Bloomsbury (Reino Unido) y Simon & Schuster (EE.UU.) con las que hemos trabajado paralelamente en esta edición", comentan desde Blackie Books.

Porque Bowie, rara avis en el panorama musical de los sesenta, era un lector compulsivo. De hecho, explica O'Connell en el prólogo, el artista solía llevar consigo cuando viajaba una biblioteca portátil, con más de 1.500 libros.

Y tenía tiempo para ellos, porque el Duque Blanco odiaba volar. En las giras, cuando podía, optaba por el tren antes que subirse a un avión y en esos largos trayectos, se dedicaba a los libros.

Bowie, nacido en el barrio de Brixton de Londres en 1947, no había sido un estudiante brillante, pero no era perezoso, si acaso "impaciente" ante el modelo educativo británico de posguerra, explica O'Connell.

Los libros fueron salvoconductos a otras realidades, que el joven David Jones sabía transformar, un arsenal de herramientas que le servirían para cambiar de rostro cuantas veces quiso, ese cliché que hablaba siempre de él como un camaleón.

Un hermanastro mayor puso muy pronto en sus manos las nuevas "biblias" para adolescentes inquietos: "En la carretera", de Jack Kerouac (1957), "La naranja mecánica", de Anthony Burgess (1962) o el "Billy Mentiroso", de Keith Waterhouse. Aquella semilla arraigó en tierra fértil.

A grandes rasgos, el grueso de la lista la conforman sobre todo autores clásicos y contemporáneos anglosajones, de ambos lados del Atlántico. La inevitable "1984", de Orwell; "El gran Gatsby", de Scott Fitzgerald, "Herzog", de Saul Bellow; "Entre las sábanas", de Ian McEwan; o "Ruido de fondo", de Don DeLillo, reflejan esas preferencias.

No obstante, también hay hueco para su curiosidad por la revolución rusa y efectos colaterales ("El cero y el infinito", de Arthur Koestler, el atípico cómic "Octobriana and the Russian Underground", de Petr Sadecky...) así como para el legado alemán fruto de su mítica estancia en Berlín ("Berlin Alexanderplatz", de Alfred Döblin o "Antes del diluvio", de Otto Friedrich).

La presencia de títulos escritos por mujeres, por su parte, escasea. Tan sólo una docena de autoras, entre otras "Sexual personae", de Camille Plagia; "Muerte a la americana", de Jessica, Midford; o "El vértigo", de Evgenia Ginzburg.

Pero más allá de géneros y territorios, la lista permite rastrear todas las mutaciones, todos los cambios de piel, especialmente en su etapa de formación, desde el existencialismo mod, los tonteos con el mundo jipi, y sobre todo su pasión por los viajes exóticos y Asia ("Historias de Pekín", de David Kidd, o "El marino que perdió la gracia del mar", del siempre esquivo Yukio Mishima).

"Esta no es la historia de la vida de David Bowie (...) pero sí es un repaso de las herramientas que utilizaba para navegar por ella", resume el periodista en el libro, donde aprovecha para consolar a sus seguidores al recordar que cuando el cantante murió "nadie tenía nada malo que decir de él". Valioso epitafio para un mundo lleno de incontinentes "trolls" digitales.

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