historia II Guerra Mundial  

Una placa para el espía en el cementerio de Jaca

El espía Faustino Antonio Camazón (Valladolid, 1901-Jaca 1982) vivió sus últimos quince años en la capital jacetana después de haber vivido la Guerra Civil y la Segunda Guerra Mundial como experto en criptografía en los servicios de inteligencia.

Luis Ballarín, ante el nicho de sus tíos María Cadena y Antonio Camazón, en el cementerio de Jaca.
Luis Ballarín, ante el nicho de sus tíos María Cadena y Antonio Camazón, en el cementerio de Jaca.
Alvaro Calvo

El espía Faustino Antonio Camazón (Valladolid, 1901-Jaca 1982) vivió sus últimos quince años en la capital jacetana después de haber vivido la Guerra Civil y la Segunda Guerra Mundial como experto en criptografía en los servicios de inteligencia de la II República y del Gobierno francés de Charles De Gaulle, de la Resistencia francesa, y de los aliados.

Está enterrado con su mujer, María Cadena, una enfermera de Matidero, a la que conoció en un hospital de Barcelona, en un nicho en el cementerio de Jaca, en el que aparece el nombre de ella (María Cadena de Camazón). Pero solo va a visitarla su sobrino Luis Ballarín, que reside en Sabiñánigo y convivió con sus tíos en su regreso a España en 1968 cuando se jubiló después de trabajar 28 años para el Gobierno francés. "Quieren poner una placa para recordarlo en el cementerio de Jaca", apunta su sobrino, quien escuchó a Camazón buena parte de su vida, digna de una novela. "Fue tertuliano con Santiago Ramón y Cajal, el premio Nobel de Medicina, en el Café de Chinitas en Madrid y ya lo nombró en su biografía como un aficionado a la criptografía", recuerda.

Camazon fue rescatado por sus compañeros franceses de un campo de concentración del sur de Francia, pero cuando Petain firmó el armisticio con Hitler el grupo de criptógrafos tuvieron que desmantelar su base en Bruno y huir a Argelia, donde montaron su oficina en un almacén de pescados. "Mi tío me contó que les facilitaban información a (los generales) Einsenhower y Montgomery" en la campaña del norte de Africa, que ganaron en 1942 a las tropas alemanas-italianas.

"Se unió a las tropas norteamericanas de Eisenhower y vio la liberación de los campos de concentración. Dijo que era una barbaridad para una gente tan inteligente", señaló el sobrino. Los norteamericanos le ofrecieron trabajar para ellos después de la Segunda Guerra Mundial, pero Camazón se quedó en Francia porque habían salvado a él y a su mujer, y se portaron muy bien. Su gran colección de libros sirvió para "pagar la boda" de un familiar al venderla y, al final, llegó a la Universidad de Zaragoza.

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