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"Nuestros orígenes no están en la Tierra, somos seres de las estrellas"

Líder de la exploración del espacio profundo, Adriana Ocampo defiende que se conquisten "nuevos mundos" para la especie humana.

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Una vista del planeta Tierra, con el sol al fondo.
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Su único lugar de trabajo ha sido la NASA. Comenzó en la agencia espacial norteamericana como asistente de los técnicos del laboratorio de "retropropulsión" en 1973, cuando todavía estudiaba secundaria. "Me enseñaban a soldar y a poner circuitos", recuerda Adriana Ocampo, hoy una de las líderes de la exploración espacial de la NASA, al frente de uno de sus programas más ambiciosos, llamado Nuevas Fronteras. Hija de emigrantes latinoamericanos en Estados Unidos, pasó de un cargo a otro, sin dejar de estudiar. Su gran oportunidad surgió en 2005, cuando la agencia le pidió que dirigiera la construcción de la sonda espacial Juno, que orbitaría Júpiter, y después se convirtió en la directora ejecutiva del programa Nuevas Fronteras que ya ha lanzado tres misiones. Ninguno tiene un presupuesto menor a los 1.000 millones de dólares y su objetivo siempre es una prioridad científica según la Academia de Ciencias norteamericana.

"La primera partió a Plutón y todavía explora el Cinturón de Koiper en los límites de sistema solar. La segunda, fue Juno, que da vueltas alrededor del planeta más grande del sistema solar y que por primera vez tan lejos, en el espacio profundo, se impulsa sólo con la energía solar. La tercera se llama Osiris-Rex y llegará al asteroide Bennu, en el que se han detectado aminoácidos, uno de los primeros elementos para que se formen las proteínas. La sonda traerá una muestra en 2023. ¿Podría un cuerpo de esta clase haber impactado aquí hace 4.500 millones de años para dar origen a la vida en la Tierra?", se pregunta Ocampo, que acaba de aprobar una cuarta misión para girar alrededor de Titán, la luna más grande de Saturno y repleta de ríos y lagos de metano e hidrocarburos que podrían ser el retrato de una Tierra "en su estado primordial, de billones de años atrás".

¿Exploramos el espacio para conocer nuestros orígenes?

Realmente nuestros orígenes no están en la Tierra, somos seres de las estrellas porque vinimos de las estrellas. Para surgir, la vida requirió de elementos pesados, como calcio, hierro y sodio que se forman con la explosión de una supernova de la vía láctea, así que somos una especie interestelar, como ya dijo Carl Sagan. Nuestro deber como seres inteligentes es explorar el espacio, para dejar de ser una especie terrestre y convertirnos en interplanetaria, que viaja entre planetas.

¿Y qué hay allá afuera?

Hay nuevos mundos. Sabemos que un asteroide de más de diez kilómetros de diámetro causó una extinción masiva de especies y que este tipo de eventos volverá a pasar. Tenemos que prepararnos para mitigar el desastre. No solamente estudiando estos cuerpos para poder desviar su órbita, sino haciendo asentamientos en otras áreas del sistema solar, y más allá.

Más que proponer un proyecto, los científicos del programa Nuevas Fronteras parecen proponer un sueño.

Cada una de estas misiones es un sueño. Son equipos de soñadores que, gracias a su persistencia, aval y conocimiento científico, llevan a cabo su propósito. Pero no es sólo ciencia ni ingeniería, es la pasión por la exploración espacial. Nuestra responsabilidad es ayudar a estas misiones a que tengan éxito.

Extinciones y vidas

A mediados de los ochenta se publicó una teoría que revolucionó el entendimiento de la evolución de la vida en la Tierra: los dinosaurios se habían extinguido debido al impacto de un asteroide que había cambiado las condiciones ambientales del planeta. Unos años después Ocampo hacía su doctorado y buscaba las huellas de aquel impacto. Acudió a una charla que daban unos arqueólogos sobre la civilización maya y la construcción de canales de agua. Entre las imágenes mostradas había un gran semicírculo, cuyo origen no había sido determinado. Ella se acercó y las preguntó si habían considerado que fuera un "cráter de impacto". Comenzó una colaboración que incluyó el uso de satélites, con los que Ocampo señaló el lugar exacto del origen de la devastación, ahora conocido como el cráter de Chicxulub. "El trabajo era tan controversial que no lo quiso 'Science' y 'Nature' lo aceptó como una correspondencia", recuerda. "¡Nadie quería saber que un asteroide había jugado un papel tan importante en la evolución!".

Además de mostrar el lugar, ¿qué evidencias encontró en su estudio?

Con modelos atmosféricos y el análisis de afloramientos de Belice, identificamos el proceso letal que siguió al impacto y por qué no resurgió la biota. Resulta que la roca madre donde cayó el meteorito tenía altas concentraciones de azufre y estaba bajo el mar. Inmediatamente se hizo ácido sulfúrico que se inyectó en la atmósfera, que se oscureció entre seis y doce meses, suficientes para que la Tierra comenzara a congelarse. También calculamos la cantidad de azufre y el tiempo que estuvo en la atmósfera, entre diez y doce años, antes de caer como granizo y lluvia.

¿Qué significó aquello para la humanidad?

Otra vez, de alguna forma tuvimos la ayuda de las estrellas, porque si ese asteroide no hubiese impactado no habríamos tenido ninguna oportunidad de existir. Los dinosaurios controlaban la biosfera desde hacía 250 millones de años y algunos desarrollaban más y más inteligencia. Los mamíferos, nosotros, nunca hubiéramos podido competir. Pero cambió el esquema biológico, lo aprovechamos y pudimos evolucionar y desarrollarnos al nivel que tenemos hoy en día.

¿Cuántos fracasos hay detrás de los éxitos?

Muchísimos, siempre los ha habido. Cuando haces cosas que nadie nunca ha hecho, tienes que esperar los fallos. Pero nunca usamos las palabras "fracaso" ni "problema". Preferimos "anomalía" porque el equipo tiene que estar enfocado en la solución siempre de forma positiva, y aprender para pasar esas lecciones al próximo equipo.

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