Picasso, el reproductor de arte (5)

Dibujar a lo Ingres

En esos años de la Primera Guerra Mundial, la experimentación artística parece haber perdido sentido en medio de la tragedia.

Picasso pintado un decorado de los Ballets rusos de Diaghilev, 1917
Picasso pintado un decorado de los Ballets rusos de Diaghilev, 1917
Heraldo

Enero de 1915. El biógrafo Henri Mahaut se extraña de la vuelta de Picasso al realismo, éste le responde que “quería ver si todavía era capaz de dibujar como los demás”. Lo cierto es que parece añorar el realismo en medio del cubismo y desea realizar a lápiz retratos de amigos que sean tan precisos, tan idénticos al original que se parezcan a los del pintor neoclásico Jean Auguste Dominique Ingres (1780-1867).

En esos años de la Primera Guerra Mundial, la experimentación artística parece haber perdido sentido en medio de la tragedia. Picasso es el alma mater del cubismo, pero rechaza identificarse con el movimiento, no quiere imitadores ni continuadores, siempre habla de “mi cubismo”.

Sorprende la falta de empatía del pintor hacia la contienda. Si compra el periódico afirma que lo hace “para leer historias divertidas o páginas de sucesos”. De la guerra solo parece importarle la supervivencia de los amigos que combaten.

El alistamiento de Georges Braque hace que el cubismo de Picasso se resienta, ya que pierde la parte metódica y ordenada que encarnaba Braque y se dispersa, se demora investigando otros estilos. Aquel año 1915 dibuja su primer retrato realista, será el de su amigo Max Jacob. En agosto dibuja también al marchante Ambroise Vollard. Resulta curiosa la comparación de este dibujo con el retrato cubista de Vollard pintado en 1910, cinco años antes. El cuadro cubista no es un retrato del natural, sino una imagen puramente plástica fruto de la imaginación; en cambio el dibujo es un posado totalmente realista.

Aparte de la guerra y de la marcha de los amigos al frente, el 14 de diciembre muere de tuberculosis, tras una larga convalecencia, Eva Gouel, su pareja y musa de los últimos dos años. El 8 de enero de 1916 Picasso vuelve a escribir a su amiga Gertrude Stein: “Deseo verla, me hubiera consolado mucho hablar con usted tras la muerte de Eva…” -afirma.

Olga Khokhlova en el estudio de Picasso en Montrouge, 1918
Olga Khokhlova en el estudio de Picasso en Montrouge, 1918
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La muerte de la Gouel sume a Picasso en la melancolía. Se marcha de Montparnasse, donde viven sus amistades, y alquila un chalé con un pequeño jardín en el barrio de Montrouge, en el número 22 de la calle Víctor Hugo. Allí se siente terriblemente solo. Lamenta la ausencia de Braque y del pintor André Derain, que también se encuentra en el frente.

Acerca de Picasso, el escritor Jean Cocteau, quien será uno de sus mejores amigo a partir de ese momento, afirma: “Empleaba una sintaxis visual, mirándole a los ojos uno sabía rápidamente lo que quería decir, se concentraba en sus frases como se concentraba al moldear objetos”.

La obra de Picasso dará un giro gracias a la amistad de Cocteau: conquistará las altas esferas de la sociedad, “se dará a hábiles cabriolas, a retruécanos, a los despropósitos ingeniosos, al estilo brillante” –escribe su biógrafo Cabanne. En torno el dilema realismo – cubismo, opina el marchante Khanweiler que Picasso no llegó nunca a abandonar ninguno de los dos estilos, sino que los practicaba simultáneamente.

Tres años antes, el 29 de mayo de 1913 se había estrenado en Paris “La consagración de la primavera”, de Igor Stravinski. Los ballets rusos se habían puesto de moda entre la alta sociedad europea gracias al escenógrafo Serguei Diaghilev.

Cocteau introdujo a Picasso en el mundo del ballet presentándole a Diaghilev. El pintor quería cambiar de medio de expresión, hacer algo diferente. Además, quería asegurarse una retribución porque su marchante Khanweiler también se había marchado al frente, de modo que veía con buenos ojos la posibilidad de pintar decorados teatrales.

Paralelamente, Picasso dibujará al estilo Ingres a Derain, Renoir, Apollinaire, Stravinsky, Berthe Weill, Satie… Por eso a este periodo se le denomina el periodo ingresco. Para el maestro neoclásico lo fundamental es la línea: “En pintura todo, incluso el humo, puede reducirse a líneas, y la función del color es exclusivamente resaltar la materia encerrada en el dibujo”. Ingres siente una admiración sin límites por Rafael Sanzio, a quien considera el mejor dibujante de la historia de la pintura. El pintor francés no se consideraba un innovador, sino un conservador de las buenas doctrinas pictóricas. No sentía ningún escrúpulo en realizar copias de los antiguos, ya que “la producción de los clásicos es un tesoro común que cada uno puede interpretar como desee. Cuando sabemos servirnos de ellos, no damos cuenta de que forman parte de nosotros”.

Pero Picasso continuará simultaneando los retratos ingrescos con los bodegones cubistas. El 1 de mayo de 1916 Cocteau escribe a Valentine Grosz: “Esta mañana he posado en casa de Picasso. Está empezando una cabeza estilo Ingres… Calor, árboles, uniforme nuevo, cansancio profundo…” Poco después de aquel posado, un ladrón entró en el chalé de la calle Víctor Hugo y se llevó las sábanas y la ropa de Picasso, dejando intactas todas sus pinturas y dibujos.

El 24 de agosto de 1916 Picasso acepta finalmente pintar decorados para los Ballets rusos de Diaghilev. Siempre le ha apasionado el mundo del espectáculo, desde los tiempos del Moulin Rouge y el circo Medrano, pasando por el teatro y la commedia dell´arte.

Para comenzar su colaboración, Picasso se desplaza a Roma con Cocteau y Diaghilev y allí prepara los decorados de “Parade”, su primer ballet ruso. Conoce a los futuristas, entre ellos a Marinetti. Un día, en la casa de Diaghilev de la plaza Colonna, Picasso y Stravinsky hablan con una mujer que ante los decorados del pintor pregunta con mala intención: “¿Qué cree que van a decir los cubistas cuando vean sus pinturas realistas?”. Picasso responde con cajas destempladas, de modo chulesco, que a él le da igual el cubismo, su cubismo ya tiene imitadores; discípulos, si prefiere llamarlos así; pero a él los discípulos le dan igual, solo cuentan los maestros, los que crean…

Dibujo ingresco de André Derain (Pablo Picasso, 1919).
Dibujo ingresco de André Derain (Pablo Picasso, 1919).
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Esta frase resulta muy significativa porque apunta a que la voluntad de reproducir arte de Picasso se debe a su narcisismo. Los maestros son para él una suerte de divinidades laicas, seres supraterrenos que lo observan mientras pinta, tal como le confesará años más tarde a Hélène Parmelin.

“Parade” se estrenó en París en el teatro Chatelet el 18 de mayo de 1917, en plena Primera Guerra Mundial. Treinta mil personas habían muerto el día anterior en Chemin des Dames, la Revolución Rusa estaba en marcha. Pese a la división de la crítica, que tacha el ballet de bolchevique, la representación ha gustado al público y es alabada por las élites culturales -por ejemplo por Marcel Proust-, que la consideran novedosa, síntesis realista del cubismo. Sus colegas de Montparnasse, en cambio, le acusan de haber abandonado el cubismo. Pero Picasso responde que para él el cubismo ha sido siempre un modo de observar y descomponer la realidad, que no es inamovible sino variable y se va transformando como una evolución natural del artista.

Entretanto, ha comenzado una relación sentimental con la bailarina de Diaghilev Olga Khoklova. De junio a noviembre de 1917 los Ballets Rusos representan en Barcelona y Picasso viaja hasta allí siguiendo a Olga. De estos meses, y a propósito de la convivencia de estilos pictóricos, resulta interesante comparar dos de sus retratos de bailarinas, el de “La Salchichona” y el de Blanquita Suárez, el primero puntillista y el segundo cubista.

Otra razón que se esgrime del giro clasicista o realista a partir de 1917 es que Olga Khoklova deploraba el cubismo. No lo podía entender. Ella no tenía una formación pictórica tan amplia ni conocía las vanguardias y los cuadros cubistas le resultaban simplemente “feos”.

Olga había dejado la danza al emparejarse con Picasso, admiraba el lujo, le entusiasmaba relacionarse con la alta sociedad. Obligó al pintor a cambiar de atuendo, a vestir trajes, a acudir a la ópera de etiqueta. Un buen día, el director de orquesta Ernest Ansermet, al ver a Picasso con chaqué llegó a llamarlo en broma “monsieur Ingres”.

Tras su boda, el 12 de julio de 1918, Picasso lleva a Olga al chalé de Montrouge. Su esposa descubre con estupor el desorden y la suciedad que impera en el lugar y el matrimonio decide de inmediato mudarse de casa para llevar una vida burguesa en un barrio exclusivo.

Provisionalmente, en mayo de 1918 ambos se instalan en el hotel Lutetia, pero Picasso conserva la casa de Montrouge como almacen y refugio. Muchas veces, después de cenar en el Lutetia, se excusa y se marcha a Montrouge con el pretexto de que desea pintar.

De los primeros días en el destartalado estudio de la calle Víctor Hugo nos queda el Retrato de Olga con mantilla, que Cabanne relaciona con la señora Riviere de Ingres. A mí, en cambio, me recuerda mucho más a otro retrato del neoclásico, el de la señora Devausay. Merece la pena observar en ambos el predominio de la línea sobre el color.

Durante agosto de 1918 los recién casados viajan a Biarritz. A Olga le gusta el lugar porque se han instalado allí aristócratas rusos exiliados de la revolución bolchevique. Han construido suntuosos palacetes con exóticos campanarios. El matrimonio residirá en el chalé de la rica mecenas chilena Eugenia Huici de Errázuriz. Aquel verano Picasso pinta otro de sus famosos cuadros ingrescos: “Bañistas”.

Respecto al realismo de aquellos años, en 1938 el pintor declarará a Christian Zervos: “Cada vez que he tenido algo que expresar, lo he expresado del modo que me parecía más apropiado. Motivos diferentes exigen métodos diferentes. Ello no implica ni evolución ni progreso, sino acuerdo entre la idea que se desea transmitir y los medios de transmitirla. ¿Qué es, en definitiva, un pintor? Es un coleccionista que quiere hacerse con una colección de cuadros confeccionando él mismo los cuadros que le gustan de los demás pintores. Es eso, en principio, pero después se transforma en algo diferente…”

Sin duda, lo que hace Picasso en esta época a caballo entre el cubismo y el clasicismo es coleccionar cuadros de Ingres pintados por Picasso.

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