Óbituario

Fallece el escritor, bibliotecario y activista social y político Javier Delgado

En los últimos años, el exmilitante del Partido Comunista e integrante de ‘Andalán’ se había inclinado por la investigación en arte y botánica.

Javier Delgado
Javier Delgado
Heraldo

Ha fallecido el escritor, bibliotecario, investigador de arte y naturalista Javier Delgado Echeverría. Había nacido en Zaragoza el 11 de octubre de 1953; tenía 65 años. Vivió y estudió en Zaragoza, que era “la ciudad de mi vida, para bien y para mal”. Estudió en el Instituto Goya y en la Universidad, en cuya facultad de Letras sería bibliotecario a partir de 1980. Fue un adolescente muy inquieto, enamorado de la poesía, un activista político incansable y uno de los integrantes más jóvenes de la revista-periódico ‘Andalán’, fundada en 1972 por Eloy Fernández Clemente y José Antonio Labordeta y clausurada en 1987. Estuvo muy vinculado a los hermanos Mariano y Javier Anós y a Pilar Laveaga del Teatro de la Ribera, de la que formó parte. La curiosidad y las ganas de aprender y de saber caracterizaron su personalidad.

Su evolución, su antifranquismo, su sentido crítico y su pasión por transformar la sociedad le condujeron a participar en revistas literarias y en ser uno de los miembros más activos de ‘Poesía en el campus’, y en militar en el Partido Comunista desde 1970 hasta mediados los años 90. Fue un amigo entrañable de su líder Vicente Cazcarra y siempre sintió un inmenso cariño por José Antonio Labordeta: en 1987 firmaron un libro de conversaciones muy sugerentes ‘Recuerdo de Miguel Labordeta’ (DPZ, 1987); ese género de conversaciones siempre le atrajo, porque la atrapaban por igual el periodismo y la historia y la política: colaboró con Manuel Gil en el volumen ‘Recuerdo rojo sobre fondo azul: luchas obreras en Zaragoza 1940-1975’ (1995),

Se sentía, sobre todo, escritor, y fue en la apuesta por las nuevas tecnologías de los primeros que publicó algunos textos en Amazon. Se inició como poeta, donde destacan libros como el citado ‘Zaragoza marina’ (1982), ‘El peso del humo. Libro de horas profanas’ (1988) o ‘Amoramorte’ (2009), un ajuste de cuentas personal y doliente alrededor del amor, de la muerte, de la enfermedad y el abismo insondable de la depresión que le atacó en varias ocasiones, a pesar de su capacidad de lucha, su vitalidad y su inmenso amor al conocimiento y a la cultura.

En narrativa escribió cuento y novela, y ahí están títulos como ‘Érase una vez una niña’, ‘Ética de la resistencia’ , ‘María’, su ambiciosa novela que era un homenaje a su madre, ‘Memoria vencida’, una reflexión sobre las ilusiones perdidas y el paso del tiempo, y ‘Cada vez infancia’ y ‘Jardines infinitos’, quizá sus libros más poéticos e introspectivos que tenían algo de viaje a los paraísos perdidos y no siempre felices.

El mundo ha envejecido
Desde que Dios no es Dios.
Éramos niños
y los campos brillaban bañados de ternura.
La esperanza la llamábamos Dios
y su voz de campana nos estremecía
como ya nunca ninguna otra voz.

(De El Peso del Humo, 1988)

La enfermedad le llevó a dejar su puesto de bibliotecario en la facultad. Antes había trabajado de librero en Pórtico, con José Alcrudo y su familia. Le interesaban muchas cosas: el misticismo, la filosofía, el pensamiento oriental, la obra de muchas mujeres (fue un gran amigo de Esther Tusquets, su editora en Lumen, y muy cómplice de Clara Janés y su obra), el ajedrez, etc. En los últimos años se especializó en arte y botánica, y solo y en colaboración con otros publicó ‘Job en Veruela’, ‘Claustro gótico del monasterio de Veruela’, ‘Coro gótico de la Seo’, ‘Jardín cerrado. Colegiata de Santa María de Borja’, y diversos trabajos más de arquitectura, arte y naturaleza; por poner un ejemplo más trabajó con Manuel García Guatas en una espectacular monografía sobre el Casino Provincial de Zaragoza.

Javier Delgado, todo un personaje del paisaje ambiental e histórico de Zaragoza, era hiperactivo, solidario, rebelde. Le encantaba viajar, hacer fotos, guarecerse con su familia, Ana y Celia, a la sombra del Moncayo; le gustaba emprender nuevos empeños, investigar, discutir, citarse con los amigos, algunos de ellos como Luis Ballabriga, que se fueron hace no demasiado. Y siempre pugnó por hallar un poco de paz en su herido e inquieto corazón.

Decía en Heraldo.es en 2013: “El gran personaje real de mi vida ha sido la Naturaleza. El gran personaje imaginario han sido las chicas”. Agregaba que “mi viaje es cada vez más un viaje interior”. Ha sido un colaborador activo de estas páginas, en la sección de opinión (decía: “La política sigue siendo una gran pasión. Antes la vivía con razonable entusiasmo y ahora con razonable desesperación”) y en ‘Artes & Letras’, donde tuvo una sección fija en dos épocas distintas. Fue muy activo en las redes sociales y siempre estaba al quite para contagiar y compartir sus conocimientos. La poeta María Pilar Martínez Barca recuerda cuánto le ayudó en sus estudios y en su tesis sobre Manuel Pinillos; otros como Jesús Duce aluden a su gusto por la conversación; el poeta, dramaturgo y actor Mariano Anós, por poner otro ejemplo, dice que ha sido un amigo esencial de su vida, con el que ha convivido en el Partido Comunista, en la compañía Teatro de la Ribera o en la Asamblea de Cultura.

En una entrevista del verano de 2013 le preguntábamos "¿cuál sería el menú de un día perfecto?", y su respuesta fue esta: "Entrantes: amor con amor. Primer plato: ensalada de paseo, lectura y estudio. Segundo plato: revuelto de escritura, música y sexo y sexo. Postre: risa. Todo regado con mucho humor y complicidad". Podríamos deducir que es un hermoso autorretrato.

El domingo 8 de septiembre, a las 12.15, se celebrará el funeral laico en la sala 2 del cementerio de Torrero. Descanse en paz este soñador hipersensible que siempre creyó que, con dialéctica y pasión y justicia social, el mundo podría ser algo mejor.

La soledad, ya ves, no es estar sola:
es estar sin tu mar. Una distancia
que te horada el pecho vaciando
tu pozo de fuerza interior. El recuerdo
de su rumor te hace llorar ahora
que miras hacia el futuro y no lo encuentras
ante ti sino como un fantasma mudo.
¡Qué importa ya que el giro de los astros
te madure si no está él a tu lado,
y si tus calles ya no llevan hacia él
para qué tu escalinata blanca y tus macetas!
¡Qué más da que las tardes envuelvan
la línea de tus casas de misterios
si su dulzor recordará otras tardes
y tú no tendrás ya su despedida!

(De Zaragoza Marina, 1982 y 2005)
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