Fingerboard: el monopatín de bolsillo

Se dice que esta moda surge en los años 70 y vivió su auge en la década de los 90 en países como Estados Unidos y Alemania. Hoy en Aragón cuenta con algunos adeptos.

Fingerboard en Zaragoza
Fingerboard en Zaragoza
Heraldo.es

El fingerboard es una versión en miniatura del monopatín tradicional que se maneja con los dedos. En este caso, su práctica también requiere de elementos semejantes al formato tradicional como son ejes, rodamientos, ruedas o la tradicional tabla, que en este caso pueden ser de madera o plástico. Sus dimensiones suelen rondar los 100 milímetros de largo y 30 de ancho, y los denominados ‘riders’ realizan las mismas maniobras que en skate tradicional pero utilizando los dedos en lugar de los pies.

Este lunes, 22 de julio, el establecimiento zaragozano de Unity Zaragoza - calle Francisco de Vitoria, 11- se convertía en el escenario de la tercera edición del Tour Veraniego de Fingerboard que cada año visita varias ciudades españolas con el objetivo de difundir y dar a conocer esta disciplina. Tras visitar Logroño, Barcelona –donde hace unos días se desarrolló el campeonato del mundo de Fingerboard- y la capital aragonesa, la gira continuará por País Vasco, Cantabria, Asturias y Galicia.

Se trata de una actividad organizada por Freedayshop, la única marca especializada en esta alternativa de ocio en España. Su precursor es el sevillano Ramiro Aguirre. Como explica, sus orígenes se remontan hasta finales de los años 70, en concreto en California, Estados Unidos. “Fue una época de muchas lluvias que no permitían a los surferos ni skaters salir a practicar sus deportes por lo que algunos de ellos comenzaron a fabricar sus propias miniaturas en casa”, relata.

No sería hasta 1985 cuando Lance Mountain, un conocidísimo skater californiano, publicaría un reportaje una afamada revista del sector, ‘TransWorld’s Skateboarding’, con algunos consejos para fabricar estas tablas en miniatura en casa. A partir de entonces comenzaría el verdadero ‘boom’ de esta actividad que se traduciría en la aparición de las primeras réplicas de tablas reales a partir de los años 90.

“Hoy en día Alemania es el país que más se mueve en este mercado del monopatín en miniatura. Son los que tienen mejores ‘fingerparks’, circuitos y piezas y donde se mueve una mayor afición”, admite Aguirre. En cuanto al perfil de los aficionados aragoneses, el organizador del evento zaragozano asegura que es muy semejante al del resto de España: niños y jóvenes de entre 6 y 16 años.

Con una instalación –denominada ‘Fingerpark’- de 2,66 metros de largo que se coloca sobre una mesa, los participantes demostraron algunas de sus mejores piruetas y saltos más diestros en las diferentes transiciones entre las que se encontraban barandillas, rampas o escaleras. “Es un parque que no se puede encontrar en ningún otro sitio de España”, asegura Aguirre.

Hoy, aunque de manera más tímida, son varios los jóvenes aragoneses que dedican horas y horas a fabricar sus propias tablas en casa y realizan videos que comparten a través de las redes sociales. Es el caso de Chencho Garcinuño (14) y Pablo Sierra (13).

"Me daba miedo subirme a una tabla real"

“Empecé en esto hace dos años porque me daba respeto subirme en una tabla real y esto me llamaba mucho la atención. Pensaba que era un juguete pero pronto descubrí algunos profesionales y competiciones”, explica Chencho, que reconoce que, ahora que ha dado el salto al monopatín de calle, este último es mucho más complicado: “Puedes caerte y hacerte daño cosa que con el otro no pasa”. Eso sí, ambos requieren de horas de práctica para lograr hacer buenos trucos.

En cuanto a precios, lejos de lo que puede parecer, asegura que el formato pequeño suele ser bastante más caro. “Los materiales que llevo ahora son buenos, la tabla ronda los 30 euros, los ejes 50 y las ruedas 35, por eso mucha gente de nuestra edad no puede permitírselo”, explica el joven. Hoy, el joven reconoce que siempre lleva su monopatín en el bolsillo y que aprovecha cualquier momento para entrenar un rato.

Junto a él se encuentra Sierra, que empezó en este mundillo hace un año en el patio del recreo. “Los días que llueve o hace mal tiempo podemos practicar aunque de manera distinta, además, el ‘finger’ puede hacerse en cualquier sitio”, admite el joven, que asegura que no podría elegir una de las dos modalidades. “Hoy en día, fuera de Unity, en Zaragoza no tenemos muchos lugares donde adquirir material. Mi tabla es de segunda mano y la compré por internet donde sí hay muchas cosas”, resume. 

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