entrevista

Carlos Tarazona: “Hay una leyenda negra sobre la repoblación forestal”

Agente forestal en el Pirineo de Huesca, acaba de presentar su libro ‘Pinos y penas’ sobre las consecuencias de la política de repoblación forestal.

Carlos Tarazona es agente forestal en el Alto Gállego.
Carlos Tarazona es agente forestal en el Alto Gállego.
Laura Zamboraín

Acaba de presentar un libro sobre las consecuencias de la política de reforestación en la provincia de Huesca. ¿Por qué el título de ‘Pinos y penas’?

Empecé hace doce años a trabajar en el tema. Hablé con mayores que lo vivieron en primera persona y me di cuenta de que se podía perder su testimonio. Detrás de toda esta repoblación forestal hay un doble sacrificio humano: el de los moradores originales, que cerraron sus casas; y el de quienes plantaron manualmente miles de hectáreas. Se les daba una jada y a abrir hoya, soportando frío y lluvia y teniendo que andar a veces dos horas hasta el tajo. Gente venida en autobuses de Jaén o Málaga. Subían con lo puesto, zapatillas de cáñamo y ropa de lino, nadie les había advertido de la temperatura en invierno, y se alojaban en casas que se habían abandonado. El denominador común eran los pinos.

Cuenta que Franco compró 108 montes, con 94 pueblos y pardinas y repobló 120.000 hectáreas en el Prepirineo. ¿Fue una política acertada?

Hoy el planteamiento sería otro. Entonces, lo que motivó a la dictadura fue intentar subsanar los graves problemas de erosión de España para evitar la colmatación de los embalses, unas obras públicas millonarias. Un segundo efecto fue dar empleo a parados para evitar un levantamiento popular en regiones como Andalucía, donde había un 60% de paro. Este plan forestal tan ambicioso implicó la contratación de millares de jornaleros.

¿La culpa de que muchos pueblos se quedaran vacíos la tiene más la plantación de pinos que la construcción de pantanos?

Sí. Por superficie, afectó más la repoblación forestal, aunque hubo casos sangrantes de pueblos que se vaciaron por embalses como Jánovas y Mediano, y la opinión pública tiende a mezclar ambas cosas.

¿Qué efectos tuvo pues en el paisaje físico y humano?

Durante diez años he recopilado fotografías que comparan el paisaje antes y después donde se puede apreciar la gran transformación: laderas peladas o campos de cultivo son hoy unos pinares espesos. En cuanto a los pueblos, en el momento en que firmaron la venta de esos 108 montes y 94 núcleos, se comprometieron a abandonarlos y pasaron a ser del Patrimonio Forestal. Ahora están en manos del Gobierno de Aragón. Salvo excepciones, como los cedidos a la asociación Artiborain, nadie los ha vuelto a habitar.

¿Vendieron las tierras con libertad o se vieron forzados a abandonarlas?

Esta es una leyenda negra que me planteé aclarar al escribir este libro. Yo procedo de Oliván y en mi casa se alojaban trabajadores del Patrimonio Forestal. Además, a nivel profesional me llegaban estas críticas. Hubo de todo, sin olvidar que el proceso se hizo en plena dictadura militar. Una instrucción concreta para echar a la gente no he encontrado, sí he recopilado casos de presiones para convencer a los indecisos. Otras veces, si los que estaban a favor tenían más del 51%, el resto tenía que aceptar que se vendiera el pueblo, y surgieron disputas. De los 108 montes, por expropiación forzosa se compraron 11 y en nueve fueron los propietarios los que lo solicitaron.

¿Hay alguna zona especialmente afectada?

En la Garcipollera se compraron casi todos los pueblos. Luego, la Guarguera, y también quedó muy marcada la Solana de Burgasé.

¿Tendrían vida hoy sin reforestación?

Casi seguro que no. Pueblos con los que negociaron pero que no compraron también acabaron igual. La política del Patrimonio Forestal del Estado funcionó como un claro catalizador que favoreció la despoblación pero no fue la única causa. Muchos vivían como dos siglos atrás: aislados, sin servicios básicos y con una economía de subsistencia. Al mismo tiempo aparecieron núcleos industriales, Sabiñánigo y Monzón, necesitados de mano de obra.

Usted es guarda forestal. Escuchándole da la sensación de que fue un acierto.

Tampoco quiero dar esa sensación, porque la imagen de ruina de esos pueblos ahí está. Y se hizo bajo una dictadura. Salía un día en el Boletín Oficial del Estado y al siguiente había que tragar, no podías ni alegar. Pero, como he dicho, hay muchos prejuicios sobre la cuestión. Obviamente, hoy se haría de otra manera. La erosión era un problema grave y esas 120.000 hectáreas han contribuido muy eficazmente a frenarla, por no hablar de las ventajas de los bosques: áreas de recreo para la gente, recursos como las setas o la madera, producción de oxígeno y fijación de anhídrido carbónico.

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