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El pintor Sergio Abraín expone en León y recuerda a Ocaña y a la viuda de Grimau

Al artista de Cantillana, que murió en 1983 a los 36 años, le expuso hace 40 años en la sala Pata Gallo, de Zaragoza, y Ángeles Campillo le compró dos cuadros para los Multicines Buñuel

Sergio Abraín (Zaragoza, 1951) tiene la sensación de que la vida y el arte convergen en puntos concretos. En espacios del tiempo y de la memoria. Hace más de 40 años, en 1977, expuso en las salas de la Diputación de León gracias a un leonés afincado en Zaragoza: José Luis Rodríguez García, profesor y escritor que aún tiene fresco el libro de cuentos ‘La residencia’. Entonces, lo presentaron tres poetas: Antonio Gamoneda, coronado hoy con el Premio Cervantes, el finado Victoriano Crémer y el joven Miguel Escanciano, que pertenecía al grupo literario Barro.

Ahora, gracias al interés de Escanciano, Sergio Abraín, tras su gran exposición antológica en la Lonja de Zaragoza, regresa a León con otra muestra, a la galería Ármaga: ‘Metalíricos’, una treintena de cuadros de varios tamaños y diversas técnicas (lienzos, obras sobre papel, collages de inspiración futurista y neobjetiva, dioramas), datada entre 2017 y 2019.

“La vida es como un círculo que vas recorriendo en diversas épocas. La poesía y los poetas han sido importantes en mi vida artística. José Luis Rodríguez fue clave en mi presencia en León, donde he estado luego dos veces más por lo menos, expuse en 1978 y en 2004 de nuevo. Y fue gracias a Gabriel Albiac, el filósofo, que puede exponer en Madrid por primera vez”, señala.

LA VIUDA DE GRIMAU Y OCAÑA EN PATA GALLO

Ese recuerdo, en el abanico de las asociaciones libres, le lleva  a otra parte: “Gracias a él, que era el novio de la hija de ambos, pude conocer a Ángeles, la viuda de Julián Grimau, fusilado en 1963. Ángeles era la responsable entonces de los Multicines Buñuel, que estaban en la calle Francisco de Vitoria y que han sido básicos en la historia del cine en Zaragoza, y me compró dos cuadros. Fue una experiencia preciosa para mí. Era una mujer extraordinaria que luchó por la dignidad de su marido. Han pasado 40 años”, dice.

El azar de la conversación sigue y sigue por el río del tiempo que se abre a los afluentes incesantes de la memoria. “Han pasado cuatro décadas también de la presencia del artista José Pérez Ocaña, Ocaña (Cantillana, Sevilla, 1947-1983), en la galería Pata Gallo, que llevábamos mi compañera Concha Orduna y yo. Presentó la muestra ‘Incienso y romero’. Fue una experiencia única: no pasó inadvertido. Era un artista con carisma. Trajo distintos cuadros y realizó dos instalaciones”.

Una sobre la Divina Pastora de Cantillana , pintada al huevo y envuelta en flores de papel, y la otra era un velatorio; en el ataúd había una novia muerta, “para dar susto al miedo y a la ironía”, escribió en HERALDO el crítico de arte Ángel Azpeitia un domingo 14 de octubre de 1979. Agregaba: “Más que ingenuo –y se hace, poco a poco, con la mucha actividad, sabio-, Ocaña es popularista y se nutre en lo popular. Y religioso a su manera, en la que siente los sentires del pueblo”.

Sergio Abraín.
Sergio Abraín es un apasionado del trabajo manual, de las horas de estudio en su taller de Zaragoza.
José Miguel Marco.

Añade Sergio Abraín: “¿Por qué recordamos aquí a Ocaña? Todo está conectado. En la exposición del Palacio de Sástago, de 2008, dedicada a las salas Pata Gallo y Caligrama, se le rendía un homenaje especial. Ahora en La Harinera se le prepara un homenaje para el que he cedido muñecos y algunos dibujos. Ocaña murió el 18 de septiembre de 1983, a consecuencia de unas quemaduras que sufrió en su pueblo, en Cantillana. Lo más curioso es que habíamos hablado y habíamos apalabrado una exposición en la galería Caligrama-Pata Gallo y quizá en otros dos sitios. En realidad, la muestra estaba cerrada”. Ocaña, en aquella Zaragoza de hace 40 años, de numerosos grupos artísticos -entre ellos el Colectivo Plástico de Zaragoza, al que pertenecía Abraín-, fue todo un espectáculo de transgresión, osadía, pasión por el arte y personalidad.

ECOS DE MIGUEL LABORDETA

El artista se zambulle ahora en su exposición reciente en León, conectada con Miguel Labordeta, el autor de ‘Metalírica’. “Presento obras intimistas y con una narrativa muy personal. Propongo otros mundos a través de ventanas. Hay imágenes veladas que sugieren presencias lejanas y, en cierto modo, sigo en eso del cuadro dentro del cuadro, el marco del marco, una idea teatral y de representación del trabajo físico e intelectual de la pintura”.

 A Abraín, como se veía en su muestra de la Lonja (fue galardonada por la Asociación Aragonesa de Críticos de Arte), le fascina ese experimento y los dioramas. “Mis cuadros tienen hilos ocultos de historias y respuestas ocultas. Todos los cuadros son preguntas sobre el propio proceso creativo, que muchas veces surge de forma imprevisible. Los dioramas con como pequeñas historias de cine negro”, agrega.

Artista de los materiales y de la búsqueda, pintor e investigador del color en su estudio, a solas o con sus alumnos, explica aún más ‘Metalíricos’: “Las obras son proyecciones de esos ritmos y conflictos estéticos ‘in situ’, que vive el artista, y anuncian otros caminos impredecibles e insospechados”. De ahí que él se interne por la fantasía, el sueño, la tecnología y las máquinas, la fotografía, la sexualidad, la naturaleza y, siguiendo algunos postulados de antaño de Achile Bonito Oliva, la transvanguardia: “la visión neobjetivista del arte”, subraya.

NACIONALISMOS, ENDOGAMIA Y CREACIÓN

Sergio Abraín aboga por algo que desde Aragón rara vez se ha sabido hacer: no ha habido convivencia ni intercambio con los artistas de otras comunidades autónomas. Al menos, no de manera sistemática, ni a medio ni a largo plazo. “A veces en los nacionalismos, o la idea misma de las autonomías, crecen formas endogámicas de desarrollo y nos alejamos todos de todos y de la convivencia artística sin fronteras, en plenitud de diálogo y de creación. En esto también debemos mejorar, y debemos pensarlo seriamente”.

Sergio Abraín insiste en hacer balance de su relación con las tierras leonesas. “Mi vínculo con León y sus poetas, Antonio Gamoneda, Victoriano Crémer, el mismo Julio Llamazares o Miguel Escanciano, viene de lejos. Estos intercambios siempre, siempre, han supuesto una experiencia positiva para la evolución de mi obra tanto por mi reflexión de artista, como para el contacto artístico y literario”, concluye.

Su muestra, ‘Metalíricos’, permanecerá abierta hasta el 14 de julio.

  

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