Arte

Francesco Lupicini, el pintor que enamoró a Zaragoza

Sale a subasta en París un posible autorretrato del artista que triunfó en la capital aragonesa en el siglo XVII

El autorretrato se subastará el próximo lunes en París
El autorretrato se subastará el próximo lunes en París
Ader

Cuando paseaba por Zaragoza, Francesco Lupicini (Florencia, 1591), era simplemente Francisco, Don Francisco, así, con mayúsculas. Porque el pintor florentino gozó de una fama increíble en la capital aragonesa en la primera mitad del siglo XVII. Llegó hacia 1630, la calidad de su pintura le hizo triunfar, la ciudad se enamoró de él y él de la ciudad. En Zaragoza falleció dos decenios después, famoso y querido, aunque luego el paso del tiempo haya sido algo inclemente con él: buena parte de su obra se ha perdido y la arena del olvido ha difuminado su nombre.

Un autorretrato de Lupicini, una de obra maestra del tenebrismo, sale a subasta el próximo lunes en la sala Ader de París. La pieza mide 57 por 45,5 centímetros, proviene de la antigua colección Pourtalès-Gorgier y se estima que alcanzará un precio de entre 20.000 y 30.000 euros. 

Nacido en Florencia, Lupicini se formó en la escuela barroca de su ciudad, que primaba el dibujo sobre el color, bajo la influencia de pintores como Cigoli y Cristofano Allori. Destacó pronto y le llovieron los encargos. En Zaragoza aparece documentado en plena madurez creativa, en 1630, cuando se le encargaron las pinturas del desaparecido retablo mayor del convento de San Agustín (hoy centro de Historias). Su trabajo fue tan apreciado, y Lupicini se encontró tan a gusto en la ciudad, que ya no la abandonó hasta su muerte. Obras suyas también desaparecidas fueron varios cuadros inspirados en pasajes del Nuevo Testamento que completó poco antes de morir y cuyo destino fue la basílica de Santa Engracia. También se le atribuyen un 'Ecce Homo' y una 'Anunciación' para la Cartuja de Aula Dei.

Grandes obras maestras han llegado a nuestros días. Es el caso de los lienzos que realizó para el retablo de la capilla de Santa Elena (hoy de Nuestra Señora del Carmen) de la Seo. Se las encargaron a principios de 1638 y las realizó dentro del mejor tenebrismo. 

El retrato que sale a la venta ahora en París llega acompañado de varios misterios. La sala Ader lo atribuye a Lupicini, cuando tradicionalmente ha sido considerado un autorretrato de Caravaggio. Pero el cotejo con otros dos trabajos preparatorios e indudables de Lupicini no dejan margen al error: son del pintor florentino, no del milanés.

Ahora bien, si pertenece a los pinceles de Lupicini, ¿puede seguir considerándose un autorretrato? El personaje que protagoniza el lienzo muestra con orgullo que pertenece a la Orden de la Espuela de Oro, misteriosa orden pontificia (hoy, al parecer, el único caballero vivo que pertenece a ella es el Gran Duque de Luxemburgo) que al principio se reservaba para aquellos artistas que contribuían a la gloria de la Iglesia por sus obras. El Papado concedió la orden a artistas que sintió cercanos, como Rafael o Tiziano. ¿Se la dio también a Lupicini?

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