Por
  • María Pilar Benítez

Brioleta

La plaza de Yésero.
La plaza de Yésero.
Laura Uranga

No sé si les cuente primero que ‘brioleta’ es una voz en aragonés que designa a la violeta o que Yésero es un pueblo de la comarca Alto Gállego, de unos 60 habitantes. El caso es que la palabra y el lugar tejen, desde hace doce años, un encuentro de escritoras aragonesas el último fin de semana de junio, como si de un ritual se tratara.

No piensen, sin embargo, que brioleta da nombre al encuentro solo por el significado que este color tiene en la simbología feminista. Es también por la flor que designa. De hecho, las autoras participantes escriben, crean desde la misma sencillez y humildad desde la que brotan, crecen las violetas, tras el largo invierno de un año cualquiera, de una vida cualquiera.

Y tampoco imaginen que el encuentro es una simple convivencia de escritoras. Hay mesas redondas, conferencias, presentación de libros, talleres, conciertos, exposiciones, visitas al Centro de Interpretación de la Pez o al monolito sobre Carmen de Burgos, conversaciones con las gentes del lugar, momentos de magia, silencios no escritos, tiempo detenido entre montañas y palabras…

Pero tal vez se pregunten si todavía en el siglo XXI son necesarios estos espacios en femenino plural para la creación literaria, como lo fueron a lo largo de la historia. En mi opinión, aún lo son, porque permiten, desde la ética del cuidado, la visibilización, el empoderamiento y la solidaridad entre escritoras que aspiran a ser hadas de su propio destino, violetas renacidas sobre la tierra y las palabras.

María Pilar Benítez es profesora y escritora

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