literatura

Clara Sánchez: "En la vida, los objetivos se te deshacen a los dos pasos"

‘El amante silencioso’ es la nueva novela de la ganadora del Alfaguara, el Nadal y el Planeta. Un relato con acción, sectas, amor y África como espacio.

Clara Sánchez, que ha publicado ‘El amante silencioso’, en Zaragoza.
Clara Sánchez, que ha publicado ‘El amante silencioso’, en Zaragoza.
Oliver Duch

Para hablar de un mundo tan cerrado como el de las sectas, ‘El amante silencioso’, cuenta con muchos detalles. ¿Qué historias reales se ha encontrado para documentarse?

Sobre todo, yo quería hablar del potencial que tenemos los seres humanos para manipular a los demás. Desde la mañana hasta la noche estamos o influyendo en los demás o siendo influidos por otros. Escogí una secta para hablar de esto porque es el monumento a la manipulación. La manipulación es una manera de abusar de otras personas, y eso es algo que yo he observado por todas partes. Nosotros vivimos en microsectas. Luego, también tenía cerca de mí el testimonio de unos amigos cuyo hijo había sido captado por un grupo de estos. Su padre me decía, y esta frase la he puesto en la novela, que "es muy difícil arrancar a alguien de un sueño".

¿Alguien puede ser captado sin cumplir el estereotipo de persona manipulable?

Si te pillan en un bajón, pueden conseguirlo. En la novela, el personaje de Ezequiel es un chico de familia acomodada, que no tenía ningún problema real, pero que no supo reaccionar ante la frustración porque le dejara su novia y acabó en una secta. Yo creo que eso es algo muy típico de la sociedad contemporánea, no se nos ha preparado para la frustración.

La retórica del líder de la secta de esta novela, Maína, parece elocuente. ¿Cómo diferenciar a un embaucador de un sabio?

Alguien sabio no se erige en líder. Cuando alguien te quiere volver dependiente, estamos ante un embaucador. Una persona sabia se ha trazado un camino y te puede inspirar.

Una frase del libro resume su argumento: "A alguien le sucede algo poco común y descubre una parte nueva del mundo". ¿Salimos poco de nuestra zona de confort?

Eso es lo que le sucede a Ezequiel, pero también a Isabel, la otra protagonista, que acude a África para rescatarlo. Les sucede algo y eso les obliga a entrar en otro mundo.

Eso puede ocurrir en cualquier momento...

Claro que ocurre. A mí me ha ocurrido muchas veces. A través de cosas muy buenas y a través de cosas que yo no habría elegido. La enfermedad de un ser querido, por ejemplo, es algo que te mete en otra dimensión. Es como si atravesaras una pared.

Otra frase destacable: "Cuando hemos hecho lo básico, empezamos a preocuparnos por lo absurdo".

Esta frase me la dijo el Maína real. Los personajes africanos que aparecen en la novela son reales. Este señor, que era muy sabio, pero no malévolo, tenía una visión de la vida tan rica que, si hubiese querido ser un líder sectario, podía haberlo sido. Me dijo esta frase y se me quedó grabada.

Mombasa es el escenario del libro. ¿Es parte también de la novela en sí misma?

Sí. Para mí, el escenario es fundamental. Yo no lo llamo ‘el escenario’, sino el espacio. Sin el espacio, no tengo el tono. El espacio es donde los personajes van a sentir la vida, la frustración, el amor, la lluvia, el sol… Aquí, el espacio es África, un lugar desconocido para los personajes principales. Ezequiel llega como un iluso e Isabel, como una ingenua que cree que puede salvar el mundo. Pero se da cuenta, poco a poco, de que no tiene que ser salvadora de nadie. En la introducción de la novela hay una frase muy importante de Cesare Pavese: "A quien no se salva por sí solo nadie puede salvarlo". Isabel llega a África con un objetivo muy claro, pero en la vida los objetivos se te deshacen en cuanto das dos pasos.

Para empatizar con ambos personajes, el narrador cambia constantemente. A veces es ella y otras, es él...

Ese cambio de narrador me sirve para crear una tensión que no sería posible si yo narrara en tercera persona. Yo lo que busco es crear una tensión a lo Hitchcock. Hay un personaje que no sabe lo que está ocurriendo: Ezequiel no sabe que está en manos de un depredador y que una chica ha venido de Madrid a salvarlo. Pero hay otro personaje que sí sabe lo que ocurre. Para el lector, eso crea una cierta tensión.

Hay mucha acción y poca descripción. ¿Eso también ayuda a acelerar el ritmo del relato?

Claro. Yo prefiero que todo se descubra a través de cómo los personajes viven la situación, de lo que hacen. Prefiero mostrarlo así, porque me resulta más fresco narrativamente.

Ha ganado el Alfaguara, el Nadal y el Planeta, entre otros. ¿Los premios dan responsabilidad a la hora de sacar la siguiente novela o motivan?

Yo te puedo decir mi experiencia. Cada novela es un mundo nuevo, y lo que quiero es contarla como solo yo puedo hacerlo. Así expreso mi singularidad. Ese es el reto, y eso es lo que a mí me consume. Cuando luego vienen los premios, es genial, porque te dan visibilidad, te ponen en el panorama –que es algo muy difícil–. Pero el objetivo es que te lean, seducir a alguien a través de lo que escribo. Ponerse el premio como medalla es un peso. Por sí solo, es una medalla de latón.

Tiene éxito de crítica y también de público. Acaba de estar de promoción en Italia...

Eso ha sido muy reconfortante. Que lectores de otra cultura se identifiquen tanto con lo que escribo me hace sentir muy bien. Después de España, en Italia es donde tengo más lectores. Allí se han vendido 2 millones de ejemplares de mis libros.

¿Qué próximos proyectos tiene?

Estoy tratando de escribir una novela y ya le he pillado el tono. Para mí, eso es el principio de todo. Mercè Redoreda decía que el tono es como el aceite en el que se fríen los huevos.

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