Notas costumbristas 27

Incendio en el gran Teatro de Zaragoza

En 1778, el gran Coliseo o Teatro de Zaragoza ubicado en el Coso e inaugurado nueve años antes ardió por los cuatro costados.

Goya. El Coliseo de Comedias de Zaragoza en llamas.
Goya. El Coliseo de Comedias de Zaragoza en llamas.
 

La noche del 12 de noviembre de 1778, durante la representación de “La Real Jura de Artajerjes” por una Compañía de operistas italianos, el gran Coliseo o Teatro de Zaragoza ubicado en el Coso e inaugurado nueve años antes ardió por los cuatro costados. Una imprudencia con una vela por parte de los operarios que manejaban los bastidores tuvo la culpa. Murieron 77 personas y otras 52 resultaron heridas, lo que para una ciudad que entonces tendría alrededor de 40.000 habitantes (el censo de 1803 que tengo a la vista cifra los pobladores de Zaragoza en 45.179 almas) fue una catástrofe de enormes magnitudes. Lo contó todo en un libro espléndido que publicó al año siguiente el entonces cronista de la ciudad Tomás Sebastián y Latre, ilustrado aragonés, socio de la Económica y autor de otros dos libros muy citados, aunque no sé si leídos: su descripción del motín de broqueleros, que cuenta con una edición facsímil de 1987, y su Ensayo sobre el teatro español de 1772. La función del día 12 era de gala, por lo que estaban en el teatro las primeras autoridades de la ciudad. Murieron entre otros el Gobernador y Capitán General, tres Regidores de la ciudad, el Secretario del Ayuntamiento, el Conde de Argillo…, y se salvó de milagro el propio Sebastián y Latre, que fue sacado del teatro entre un “fiel criado” y dos “honrados vecinos”. Cuenta éste que el gremio de aguadores era el que debía acudir más pronto a los incendios pues no había en el casco de la ciudad fuentes ni depósitos públicos de agua. Cada uno tenía un cartón con su nombre y el que llegaba primero al incendio lo presentaba al Alcalde de Barrio y ganaba un premio en dinero, cuya cantidad decidía la Justicia y pagaba el aguador que llegaba el último. Nadie podrá decir ya que los incentivos al trabajo son un invento reciente.

Siga aquí la serie de Notas Costumbristas de José Luis Melero 

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