Libros

Una historia universal del retrete

Se publica el estudio de Gunnar Tilander que recorre la historia de evacuatorios y letrinas

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'Chamber pot' o retrete-mueble de la Inglaterra victoriana, vendido por Abalarte Subastas en febrero pasado
Abalarte Subastas

En Japón los retretes se llamaban ‘casas fluviales’, por la costumbre de construirlos sobre alguna corriente de agua; Catalina de Médici comía habitualmente sentada en su silla perforada, en la que también hacía sus necesidades; en Versalles llegó a haber 274 muebles de este tipo para uso de la Corte; y en Inglaterra tuvieron mucho éxito a principios del siglo XIX los orinales en cuyo interior había una efigie... nada menos que de Napoleón.

Estos son algunos de los datos que aparecen en las páginas de 'Barra en pared y escusado', un libro de Gunnar Tilander que recorre la historia de algo tan humano como poco tratado en los libros: el retrete. La obra, recuperada ahora por la Institución Fernando el Católico, en traducción y edición a cargo de Francisco J. Uriz, se presenta este martes a las 19,30 en la sede de la Diputación de Zaragoza. En el acto intervendrán, además de Uriz, Carlos Forcadell, María Antonia Martín Zorraquino y José María Enguita.

Gunnar Tilander (1894-1973) fue el primer catedrático de Español de la Universidad de Estocolmo pero, para los aragoneses, fue algo más: el intelectual que sacó a la luz el ‘Vidal Mayor’ y realizó una primera edición de la obra, con un vocabulario completo. En este empeño trabajó sin descanso durante 21 años.

Lo que no se sabía de él o, al menos, no en España, es que publicó en su país un curiosísimo libro, ‘Barra en pared y escusado’, sobre los retretes y evacuatorios.«Hace ahora tres años, el Justicia Fernando García Vicente viajó a Estocolmo para poner una placa en recuerdo de Tilander en la Biblioteca Universitaria –relata Francisco J. Uriz–. Con ello quería agradecer el trabajo realizado con el ‘Vidal Mayor’. Yo siempre he buscado ‘compensar’ de algún modo a los intelectuales suecos que han hecho algo por la literatura de nuestro país, traduciendo alguna de sus obras o publicando semblanzas suyas. Y entonces me pregunté qué podía hacer por Tilander».

Su pregunta es el origen del libro que se presenta hoy, y la búsqueda de respuesta adecuada le llevó hasta la Biblioteca Nacional de Suecia, donde se conservan los papeles del hispanista, entre ellos un buen número de cartas y una autobiografía inédita. También encontró un librito de enigmático título, ‘Barra en pared y escusado’.

«Es una obra inédita en España pero con tres ediciones en sueco, y en su prólogo Tilander asegura que había estado trabajando en ella durante 30 años». Eran tiempos en los que esa parte de la realidad fisiológica del ser humano era todavía tabú y no se compartía información relacionada con ella. Así ha sido durante siglos, hasta el punto, comenta Tilander en su tratado, que hubo un tiempo en Inglaterra en el que una señora ‘bien’ no podía emplear la palabra ‘stomach’ (estómago), sino que debía sustituirla por ‘breast’ (pecho). Así que un dolor de estómago se convertía, inefablemente, en dolor de pecho.

En una época en la que no existía internet, el hispanista tuvo que bucear en todo tipo de archivos y bibliografías para componer su historia universal del retrete. Con paciencia propia de otras épocas, recopiló todo tipo de información. Tilander abordó el tema con rigor. Él mismo aseguraba: «Me he tomado este estudio con la misma seriedad (a menudo con bromas), que mis otros trabajos, ya fuesen las leyes medievales aragonesas, la literatura...».

La lectura de su libro, más escatológico que ningún otro, ofrece innumerables datos curiosos. Así, nos enteramos de que en 1798 un retrete junto al Palais Royale de París recaudaba 12.000 francos al año, y que el cliente pagaba 10 céntimos y recibía papel; que en Aix, en el sur de Francia, era costumbre hacer las necesidades en el tejado de la casa y que cuando llegaba viento...; o que en Madrid no se prohibió arrojar inmundicias a la calle (el clásico ‘¡Agua va!’) hasta 1760.

En el libro hay también, apuntes ‘aragoneses’. Gracias a la obra, el lector descubre, por ejemplo, que en el Fuero de Jaca se establecía que el que robara un carnero con cencerro (el que guía al rebaño) tendría como condena perder tanto de la mano como cupiera en el cencerro. O, alternativamente, se llenaría el cencerro con excrementos humanos bastante fluidos que se le verterían en la boca (habitualmente el condenado elegía esta opción). Y en el Fuero de Teruel, revela también Tilander, se establecía que quien hiciera sus necesidades delante de la puerta de otro debía retirar él mismo los excrementos... o pagar multa de 10 sólidos.

La introducción que Francisco J. Uriz realiza al libro de Tilander incluye numerosos datos novedosos. Los principales están sacados de la autobiografía inédita del hispanista sueco. «Se trata de un manuscrito de 400 páginas que está escrito en el dorso de folios de papel timbrado de una empresa comercial –relata Uriz–. En ellos cuenta toda su vida, por lo que no sé si tendría mucho interés publicarlas para el lector español, ya que solo dedicó 40-50 páginas a su estancia en España. Hay un capítulo que se centra en sus experiencias en Zaragoza, y ese sí que lo hemos reproducido íntegro ahora en la introducción de su libro».

Tilander, que había pasado el verano en Madrid y había perdido 17 kilos con los calores, partió hacia la capital aragonesa el 1 de octubre de 1933. Buscaba viejos manuscritos de los Fueros. En Zaragoza, cuya agua le provocó una diarrea que le mantuvo en cama durante tres días, decidió instalarse en el hotel Oriente.

«Sorprende un poco la facilidad con la que encontraba manuscritos valiosísimos desde el punto de vista histórico –sostiene Uriz–. Hasta que llegó él nadie se había ocupado verdaderamente del tema. Parece que él llegaba a un archivo, abría una caja y encontraba un manuscrito».

Pero no era todo tan sencillo. Había también algo de perseverancia e intuición. Tilander ha pasado a la historia como el primer editor de varios textos forales aragoneses y navarros. Su obra más importante apareció en 1956, 21 años después de que siguiera su pista en Zaragoza. Es la edición del texto conocido como ‘Vidal Mayor’, del obispo Vidal de Canellas, una obra imprescindible para el conocimiento del aragonés medieval. A su búsqueda dedicó las páginas más jugosas del capítulo ‘zaragozano’ de sus memorias.

Según relata, descubrió la existencia del manuscrito en la biblioteca de la Universidad de Zaragoza, leyendo las ‘Observancias del Reino de Aragón’ que habían publicado Martón y Santapau en 1865. En el libro se dice que pertenecía al marqués Franco y Espés y Tilander se lanzó a su búsqueda. Localizó a uno de sus hijos pero este negó su existencia. No se amilanó y empezó a contactar con todos los juristas de la ciudad para que le ayudaran. Hasta que dio con uno de los más prestigiosos, Gil Gil Gil. Este le guió en sus pesquistas hasta que dio con un antiguo pasante en el despacho de Franco y Espés, que le confesó que éste lo había vendido «a alguien que hablaba inglés».

El dato era vago pero Tilander no se desanimó y se puso en contacto con varios coleccionistas ingleses. Uno de ellos, G. W. Dyson Perrins, le confesó que lo tenía y que lo había llevado al British Museum. Poco después recibió un voluminoso paquete con las fotocopias del manuscrito, y el permiso del coleccionista para realizar una edición de la obra.

«Aunque podamos pensar que tuvo algo de suerte, lo cierto es que fue la persistencia y la profesionalidad de Tilander las que le llevaron hasta el ‘Vidal Mayor’ –señala Uriz–. Era muy concienzudo en su trabajo, y prueba de ello es, por ejemplo, que para publicar un manuscrito se recorrió nueve ciudades europeas en las que existían distintas versiones de él. Esa forma de trabajar explica que, aún hoy, las versiones que publicó se consideren inigualables». No había empeño, por grande que pareciera, que le derrotara. El vocabulario que encontró en el ‘Vidal Mayor’, por ejemplo, nadie lo había estudiado; tuvo que empezar de cero.

Hoy el ‘Vidal Mayor’ se encuentra en el Museo de la Fundación Getty de Malibú (EE.UU.).

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