música

Cuando Casetas fue la capital aragonesa del rock

El cortometraje documental 'Rockasetas' rescata la historia de la movida musical de este barrio zaragozano en los 80, que dio bandas como Pedro Botero o donde hicieron sus primeros pinitos Bunbury o Eva Amaral

Pedro Botero
Rubén Bartolemé, con Pedro Botero en un concierto en Casetas
Rockasetas

"Sin el rock, Casetas no hubiera sido lo mismo", sostiene Roberto Polo, profesor de instituto y alcalde de este barrio de Zaragoza entre 2003 y 2012. Esa certeza compartida se asoma en cada fotograma de ‘Rockasetas’, un corto documental que recuerda la improbable movida musical que en los años 80 se amasó al calor (literalmente) de un horno de pan, El Horno de María. Utilizado en paralelo como lugar de ensayo y de reunión de los jóvenes del barrio, fue donde la banda Pedro Botero –que acabó siendo muy conocida a nivel nacional y que sigue en activo– dio sus primeros pasos entre panes y magdalenas. Entonces, su cantante, Rubén Bartolomé, apenas tenía 13 años.

Ángel Martínez dirige este trabajo entre la nostalgia y la memoria histórica, que, con fotografías, vídeos de conciertos de la época y testimonios de los que lo vivieron, rescata los ecos de aquella inusual efervescencia rockera que también fue de la mano de la realidad social. Casetas era entonces un barrio con profunda conciencia obrera (y «personalidad propia», según Roberto Polo). Por desgracia, también fue sacudido de manera particularmente cruel por la heroína, «un cáncer», como se describe en la película, que dejó no pocos episodios delictivos (se cuenta en el documental cómo se planeaban ‘palos’ en algunos bares) y muertos dolorosamente jóvenes en el cementerio.

Horno de la María
El Horno de la María, donde ensayaban unos jovencísimos Pedro Botero.
Rockasetas

Lucha vecinal

También se recuerdan episodios de lucha vecinal, como las protestas contra la carretera nacional que cruzaba Casetas y que segó varias vidas. Ola influencia que la Base Americana tuvo en los rockeros caseteros... Los Pedro Botero, incluso, llegaron a tocar allí.

«Pero lo que quedó al final es la música», opina Ángel Martínez, para quien «la identidad de clase y la musical estaban muy unidas» en el Casetas de aquella época. Añade que «muchos de los bares y situaciones que aparecen en el documental pueden parecer marginales, pero entonces eran un verdadero motor cultural». Como ejemplo de ello, además del Horno de María, y del papel pionero y acogedor de la familia Bartolomé Cunchillos, su propietaria, ‘Rockasetas’ recuerda otros locales como El Pozal o Las Calderas, donde tocó, por ejemplo, un jovencísimo Bunbury con Zumo de Vidrio y que, según presumen en el documental, fue la primera sala de conciertos de la provincia, anterior, incluso a la Metro o la En Bruto. Otro nombre ilustre de la música zaragozana, Eva Amaral, también tuvo conexiones caseteras en sus inicios, tocando la batería en el grupo Tela de Araña, uno de los más conocidos que dio el barrio junto a Bandera Blanca o Se Abre la Veda. Los propios Tela de Araña con sorna de aquel vergel de bandas: «En Casetas había más grupos por metro cuadrado que en ningún sitio de Zaragoza. Éramos cuatro, sí, y tocando por ahí malamente, pero eran muchos para un solo barrio».

Tela de Araña
Eva Amaral, a la derecha, con Tela de Araña, grupo casetero con el que tocaba la batería.
Rockasetas

El pabellón deportivo era otro epicentro musical, sobre todo si hablamos de rock urbano y heavy. Su radio de acción excedía el barrio: grupos como Triana, Leño, Obús o Barón Rojo, entonces en la cresta de la ola, elegían Casetas para sus conciertos antes que Zaragoza y se estableció un peregrinar a contracorriente: eran los de la capital los que iban habitualmente a Casetas de concierto y no viceversa. «En la Ribera Alta del Ebro había morro fino musical», apunta Martínez.

En el documental , que se estrena el miércoles, 22, de mayo, a las 22.00, en la Filmoteca dentro de Aragón en Corto, y se vuelve a proyectar el sábado 25 de mayo en Casetas, se escuchan también voces como las de Nano y Begoña, de Pedro Botero; de vecinos como Mariano Pinós o de Isidro Melús, de la Escuela de Música. Precisamente, esta institución sirve, junto a la Rockoteca, de recuerdo vivo y actual de aquellos años. La afición rockera de los caseteros se tradujo con los años en una Escuela de Música a la que actualmente acuden 400 alumnos, la «savia nueva». En la Rockoteca, una inicitiva poco común en España (la de Casetas es una de las únicas tres que existen), Pilar Garro, su responsable, gestiona y anima este espacio con archivos y lectura en torno al rock.

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