La música aragonesa de órgano se va de gira por Rusia

Irina Pogudina dará recitales en varias ciudades este verano e interpretará obras de Nebra, Bruna y Ferreñac

Irina Pogudina, pianista y organista, prepara una gira por Rusia
Irina Pogudina, pianista y organista, prepara una gira por Rusia
FRANCISCO JIMENEZ PHOTOGRAPHY

La música de órgano aragonesa se escuchará este verano con fuerza en Rusia. La organista Irina Pogudina, afincada desde hace una quincena de años en Zaragoza, prepara una minigira para el mes de septiembre por al menos cuatro ciudades: Kirov, Perm, Moscú y Krasnodar.

"El órgano no es un instrumento muy escuchado en mi país -señala-. Si en Europa está unido a la religión, dentro de la tradición ortodoxa no se emplea en las ceremonias". Y si el instrumento no es frecuente, aún lo es menos el repertorio que va a llevar: Antonio de Cabezón, lógicamente, pero también, y sobre todo, obras de los aragoneses José de Nebra, Pablo Bruna y Ramón Ferreñac.

"En Rusia la música de órgano se reduce prácticamente a Bach, que es la que más se practica en los conservatorios como donde yo estudié -señala-. A Cabezón lo descubrí ya aquí, y su música es deslumbrante. Es el Bach español y me gustaría dedicarme a su obra durante los próximos años.Pero también quiero que se escuche en mi país la música de los grandes compositores aragoneses". 

La trayectoria de irina Pogudina es atípica. Nacida en Kirov, la ciudad con la biblioteca más antigua de Rusia, ingresó en el Conservatorio a los siete años (en aquella época, en la URSS no se permitía iniciar oficialmente estudios musicales hasta haber completado el aprendizaje de la lectura y escritura). Estudió con Ludmila Pupisheva, profesora que entroncaba con la escuela de piano de Konstantin Igumnov, figura de referencia en su país, el creador de una línea de enseñanza que se mantiene vigente aún en nuestros días.

"Mi hermana mayor estudiaba piano, y por eso el instrumento está ya en mis primeros recuerdos. Crecí con él -relata-. El aprendizaje en los conservatorios en Rusia es muy duro porque se pone mucho el acento en los aspectos técnicos aunque, en realidad, se nos enseñan muchas cosas más. Cuando acabas la carrera, se te considera capacitado para ser instrumentista, para ser acompañant, o para dar clases".

Sus 16 años de estudio forjaron su temperamento como pianista. Para ella, el mito de la frialdad de los pianistas rusos es precisamente eso, un mito. "A lo largo de todo el aprendizaje se pone mucho el acento en los aspectos técnicos porque son fundamentales para un pianista. En las primeras clases, por ejemplo, se trabaja mucho la forma en la que uno debe colocar las manos. Pero es que es un aspecto clave. Si un alumno tiene las manos bien puestas desde el principio tiene grandes ventajas a la hora de de evolucionar y aprender. Y en cuanto a la frialdad... A mí me enseñaron que, antes de sentarme al piano, tenía que hacerme un dibujo mental de cada obra que fuera a tocar porque, si no tienes ese dibujo o una escenografía personal de la obra, al final vas a ofrecer al público una obra técnicamente bien interpretada pero nada más".

En esa línea de trabajo de estimular las diferencias, su profesora le daba muchas partituras de música española para practicar. Y surgió el flechazo. "No sé por qué lo hacía, seguramente porque vio que a mi carácter le iba ese tipo de mi música. Me sedujeron la 'Iberia' de Albéniz y las 'Danzas españolas' de Granados". Al acabar los estudios de piano, Irina Pogudina empezó a dar clases en el mismo conservatorio. Estudió también Pedagogía Musical, posteriormente dio clases en otras ciudades.Y el flechazo le llevaba mientras tanto a estudiar español en el Instituto Cervantes de Moscú o a viajar a España varias veces como turista. "No es lo mismo interpretar una música partiendo de partituras que hacerlo habiéndote sumergido en la sociedad en la que nació", subraya..

Y entonces dio un giro a su vida. Abandonó su país para entrar a trabajar en una multinacional con sede en Zaragoza. Se instaló en la capital aragonesa, y con el correr del tiempo se inició en un instrumento que le había seducido en su etapa de estudiante, el órgano.

"Empecé a estudiar con José Luis González Uriol. hace siete años -relata-. La técnica para tocarlo es muy distinta a la del piano, pero la preparación te sirve. Un órgano es casi como una orquesta, le puedes extraer cualquier sonido y matiz que te interesen. El organista debe tener un sentido muy global de cada pieza que interpreta pero, a la vez, estar muy atento a los matices que pueda aportar". Dentro de unos meses Irina Pogudina va a tener la oportunidad de llevar la música de órgano aragonesa a Rusia.

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