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Mariano Ferrández: “Si la música clásica aburre, acabará muriendo”

El pianista y compositor oscense, instalado en Bélgica desde hace tres décadas, combina los conciertos con la creación. La editorial Pirineo acaba de publicar la sexta entrega de sus partituras.

Mariano Ferrández, hace unas semanas en Madrid, donde ofreció un concierto.
Mariano Ferrández, hace unas semanas en Madrid, donde ofreció un concierto.
Enrique Cidoncha

En Aragón se le recuerda y aprecia como pianista. Ahora que se han publicado seis entregas de sus obras le estamos ‘redescubriendo’ como compositor.

Llevo 30 años escribiendo música. Bueno, en realidad, siempre he compuesto. De pequeño, creo que ya con 8 años, tocaba la guitarra, componía canciones y las cantaba en el colegio.

Pero lo que más escribe son piezas para piano.

Lógicamente, el piano es mi instrumento, y cuando la editorial Pirineo me propuso publicar mi obra, empezamos con ese tipo de piezas. Pero tengo muchísimas cosas más. Y no querría que se quedaran sin publicar.

En los títulos, como ocurre con ‘La chica de Canfranc’, hay referencias a Aragón. Lleva muchos años viviendo fuera. ¿Qué recuerdos tiene de Huesca?

Yo en realidad nací en Santander, aunque nunca viví allí. Mis padres eran de Zaragoza y, a los pocos días de nacer, nos instalamos en Huesca. Los recuerdos que tengo de mi infancia aragonesa no pueden ser más entrañables. Curiosamente, casi todo lo que me viene a la cabeza, aparte de la ciudad, la familia y los amigos, son recuerdos musicales: mis profesores de música, cuando cantaba en los cumpleaños o iba a las iglesias también a cantar... Huesca me marcó y está muy presente en mí.

No ha sido el típico niño prodigio, centrado exclusivamente en el piano desde los 4 años.

Yo tocaba, componía... pero tampoco le daba mayor importancia. Me fui a Madrid a estudiar Ciencias de la Información y, de hecho, un verano llegué a estar trabajando de montador de informativos en el Centro Regional de Televisión Española. Pero en Madrid me matriculé también en el Conservatorio, tuve mucha suerte con los profesores, gané concursos... Y al final el piano se adueñó de todo.

Acaba de publicar ‘Cinco piezas íntimas’. ¿Cómo definiría su música?

Son cinco piezas que compuse para un cortometraje que iba a rodar un amigo y que al final no se filmó. No se han tocado todavía en Aragón. En cuanto a mi música... lo mejor es escucharla. Quizá sea una respuesta convencional, pero es que mi música es como yo: tiene algo contemplativo pero también algo pasional. Intento hacerla tal y como siento las cosas. Me gusta tomar un componente rítmico fuerte y mezclarlo con paisajes contemplativos. Mis partituras tienen también un lado íntimo, interior, en ellas me gusta hablar de mí. Detesto la música para pasar el rato.

Tampoco abusa de los virtuosismos.

No me gusta la música circense. Hay cosas que me atraen y cosas que no. He compuesto mucha música para guitarra y de cámara, he dado y disfrutado muchos recitales con Pilar Márquez y últimamente estoy trabajando con coros. He escrito un ‘Pater Noster’ que estrenaremos ahora en Bruselas. Y de momento no me seduce mucho la música sinfónica. Me siento más cómodo en un lenguaje íntimo, un poco como le ocurría a Mompou. Pero nunca se sabe, yo sigo mi propio camino.

Ese aspecto íntimo de su música, ¿es el que le lleva a componer basándose en los versos de grandes poetas?

Seguramente. Tengo mucha obra para canto y piano. Lo primero que escribí fue una pieza con un texto de Magdalena Lasala, ‘Sinfonía de una transmutación’. Pero luego también me he basado en textos de Bécquer, Gala, Gloria Fuertes o Domingo Buesa, entre otros. Me gusta mucho la poesía unida a la música, quizá porque a lo largo de toda mi vida he luchado por ser muy claro y que lo que hago llegue a los demás.

¿Qué cualidades son obligatorias para un gran pianista?

Tiene que tocar correctamente, limpio y bonito. Y, por otro lado, y esto es lo que personalmente más me interesa, debe expresar algo que lo haga diferente a los demás. Yo lucho por conseguirlo en cada concierto.

Pero ser diferente puede resultar complicado si no se traiciona la partitura.

Se debe ser fiel a ella, desde luego, pero luego surge algo... no sabría explicarlo. Hay que ir hasta el fondo de la partitura, creérsela, vivirla y ofrecérsela al que la escucha.

Eso quiere decir que el intérprete tiene que ser más pasional que cerebral.

La música clásica no puede ser aburrida porque, si lo es, se acabará muriendo. El público debe disfrutar de cada concierto, sentir cosas diferentes, gozar; debe sentir que la música clásica es una fuente de belleza.

Habla con el mismo entusiasmo del Ferrández instrumentista que del compositor. ¿Las dos facetas están equilibradas?

Soy músico. Cuando me subo al escenario soy pianista; cuando escribo en casa, compositor; y, en el conservatorio, profesor. Sigo ofreciendo conciertos, y tengo la fortuna, aunque está mal que lo diga, de que cada vez me piden más que interprete mi propia música. Casi todo lo que he escrito se ha interpretado ya.

¿Claudio Arrau o Glenn Gould?

Soy muy forofo de Claudio Arrau, lo siento por Glenn Gould.

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