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Juan José Gárate, el pintor devorado por su propia fama

La Universidad de Zaragoza publica un libro sobre el artista aragonés, hoy casi olvidado pero famoso en vida por sus obras costumbristas y la calidad de sus retratos.

Autorretrato de Gárate en 1913, cuando el pintor tenía 44 años. El cuadro es de la colección del Ayuntamiento de Albalate del Arzobispo.
Autorretrato de Gárate en 1913, cuando el pintor tenía 44 años. El cuadro es de la colección del Ayuntamiento de Albalate del Arzobispo.
Miguel Ángel Serrano

Sobre la figura artística de Juan José Gárate (Albalate del Arzobispo, 1869-Madrid, 1939) pesa como una losa la etiqueta de pintor costumbrista, tópico y regionalista. Empezó a cambiar esa imagen en 2003, cuando el periodista de HERALDO Alfonso Zapater publicó su libro ‘Juan José Gárate. Recuerdos y vivencias’; y ahora afloran nuevos perfiles biográficos en una obra que acaba de publicar Prensas de la Universidad de Zaragoza, ‘Juan José Gárate. Tiempo y memoria’, de José Antonio Val Lisa.

“La etiqueta de pintor costumbrista, tópico y regionalista es cierta, pero también algo parcial, en el sentido de que Gárate fue más cosas –señala Val Lisa–. Fue el pintor de ‘Una copla alusiva’, el cuadro que quizá mejor encarne el regionalismo aragonés, eso es innegable, pero también lo es que los cuadros costumbristas solo constituyen una pequeña parte de su producción”.

El libro, que el autor presentaba hace unos días en el Paraninfo de la Universidad de Zaragoza junto a los historiadores del arte Jesús Pedro Lorente y Manuel García Guatás, se divide en dos partes. En una primera se centra en su biografía y su vida privada, y en la segunda se ocupa de los homenajes y exposiciones que se han realizado hasta la actualidad.

Para José Antonio Val, en la trayectoria artística de Gárate destaca una paradoja. “Sorprende su terquedad, su empeño en seguir cultivando la pintura regionalista, especialmente a partir de 1905, que es cuando desaparece ese tipo de arte de los Salones Nacionales de Pintura. Los críticos le acuciaron para que diera el salto al modernismo, pero él, aunque tuvo algún acercamiento, nunca lo hizo. Si les hubiera hecho caso, seguramente hoy estaríamos hablando de un pintor completamente distinto”.

¿Y por qué no lo hizo? “Yo creo que se acomodó. Gárate se instaló en Madrid en 1911 y allí vivió de su arte. A la alta burguesía de la capital su pintura le encantaba, y si mandaba cuadros a Latinoamérica o Alemania lo vendía todo, según llegó a decir en una entrevista, ‘como pan bendito’”.

La ‘Vista de Zaragoza’

Algunos especialistas, como Manuel García Guatas, han llegado a calificar a Gárate como “pintor de un solo cuadro”, en referencia a su ‘Vista de Zaragoza’, al que Val Lisa ha dedicado un capítulo de su libro.

“Es su obra maestra, sin duda. Y lo es porque en ella se reúnen los tres géneros pictóricos que él dominaba, el retrato, el paisaje y el regionalismo. Pero la idea de retratar a personajes famosos en un paisaje concreto no era innovadora cuando él pintó ese cuadro, en 1908. Ya se había desarrollado antes. Seguramente decidió pintarlo después de que uno de sus amigos, José García Mercadal, publicara un artículo en la ‘Revista Aragonesa’. En él se lamentaba de que hubiera enviado tres grandes cuadros a la Exposición Nacional de Madrid, mientras consideraba de menor mérito los que había cedido a la Exposición Hispano-Francesa de Zaragoza”.

En esa pintura, Gárate quiso retratar a los aragoneses más pujantes del momento, vivieran o no en Zaragoza y, así, en ella aparecen desde Pradilla a Cajal, pasando por Paraíso o Cavia. Gárate murió en el 39 atropellado por un tranvía madrileño y desde entonces su obra se ha desdibujado. “Pintó mucho y su obra está muy dispersa –concluye José Antonio Val–. Fue uno de los mejores retratistas del principios del siglo XX, maestro en el uso de la luz, el color y el dibujo, pero la historiografía oficial aún no le ha valorado en su justa medida”.

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