entrevista

Carlos Clavería: "Las erratas son como los políticos: abundan y nunca te libras de ellas"

Nacido en Caspe en 1963, es especialista en Erasmo y Pavese. Acaba de publicar el estudio ‘Los correctores: tipos duros en imprentas antiguas’.

Carlos Clavería ha estudiado la historia de los correctores.
Carlos Clavería ha estudiado la historia de los correctores.
Guillermo Mestre

Los correctores, ¿tipos duros?

Muchísimo: algunos estaban en las imprentas hasta 14 horas, como hacían componedores y prensistas. Y tenían que soportar las manías de autores y editores.

Y qué necesarios son, ¿no?

Tanto, que los primeros impresores los utilizaban como sello de calidad, es decir, fueron utilizados como hoy se utiliza la publicidad. Se decía: «Compre este libro porque hemos gastado mucho en correctores, y lo han dejado fetén».

Es un oficio tradicionalmente mal pagado, ¿no?

Hoy, las revistas académicas de más prestigio incorporan revisores para justificar calidad e independencia. Los suelen llamar "pares ciegos". Y "pobres" deberían llamarlos, porque en muchos casos la revisión se hace gratis. Hay editoriales responsables, como Prensas de la Universidad de Zaragoza, que los tienen en plantilla, y son competentes a más no poder. Mi editor en Madrid, Altamarea, utiliza dos para cada libro.

Una errata ¿es un pecado mortal o venial?

En un libro de medicina puede llegar a ser mortal, en los de literatura pueden ser incluso divertidas. Los cervantistas andan a vueltas con la «siesta» o la «fiesta» en el Quijote. Las erratas son como los políticos: abundan, nunca te libras de ellas, obligan a estar siempre con los ojos abiertos.

¿Cuál es la peor que conoce?

La peor está en un libro mío, que no cito por vergüenza y porque tiene que ver con mi exesposa, y uno es un señor aragonés.

¿Y el libro que tiene más?

Un autor español publicó en 1578 un libro de 112 páginas con lo que, según él, eran erratas de la ‘Suma teológica’ de Tomás de Aquino.

Tiene una conferencia titulada ‘Cómo se robaba y cómo se roba un libro’. ¿Qué recomienda?

Aprender cómo se hace para no hacerlo y evitar caer en la trampa. Para que un libro se robe, como sucede con un reloj, es necesario que haya un comprador dispuesto a no hacer preguntas sobre su procedencia. A otros les parece un robo tan simpático que luego hacen publicidad de su infamia y lo confiesan en sus memorias; y afirman incluso haberse formado gracias a las novelas que robaban en tal o cual librería.

Ha sido librero anticuario y escribió ‘¡Cuánto cuesta leer!’. Se habrá hecho millonario.

No debería quejarme. Pero mejor no dar detalles: en los aragoneses, la discreción viene de serie, como la tozudez.

¿Compramos libros antiguos para invertir?

Algunos dicen hacerlo, sí. He procurado que mis clientes evitaran esa práctica. Jamás caí en esa tentación: yo los compraba para ganar dinero, que no siempre es sinónimo de inversión.

Otro título suyo que da que pensar. ‘Mentiras patrimoniales’.

Vaya, usted pretende ruborizarme. El librito no es más que un ejercicio gramatical amasado con mala leche, y en malos versos; aunque dicen que es muy entretenido. No hay patrimonio cultural que no lleve implícita una mentira o algo de lo que avergonzarse.

Es especialista en Erasmo, ¿qué le atrajo de él?

Que fue el primer mentiroso profesional de la Edad Moderna. Bueno, quizá no el primero, pero sí el más famoso. Sí fue el primero en saber que el pecado, si se queda en casa, es solo eso, pecado, pero que si lo haces público se convierte en herejía, y te puede llevar a la hoguera. En resumen, parecía decir: sáltate los diez mandamientos si quieres, pero hazlo en casa.

Y también lo es en Pavese. "Vendrá la muerte y tendrá tus ojos".

Pavese es una debilidad que me acompaña desde 1980: es la relación amorosa más duradera que he tenido. Quizá porque lo he visto siempre como alguien que se entiende mejor si se tiene una visión rural de la literatura, quiero decir, una visión no aristocrática de la gramática y de las angustias. Acabo de traducir ‘Diálogos con Leucó’ y de publicarlos en un libro (editorial Altamarea) que me ha hecho la persona más feliz del mundo.

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