Es viernes al mediodía. Los calores de marzo se empiezan a despertar haciendo que la gente luzca ya chaquetillas de primavera. Corta las vistas de la plaza un cartel rectangular negro en cuyas cuatro caras está escrito lo mismo. Un mandamiento del siglo XXI; un mandamiento que se le olvidó poner a Dios cuando hizo entrega de las tablas de la ley.

Sus dos palabras quieren llamar la atención al Moisés milenial, que ya no adora a becerros de oro, sino que da envidia de su peregrinación por el desierto en Instagram. Allí todos sus usuarios suben fotos aparentando estar libres de pecado. Lobos tras las pantallas que hablan con otros lobos en el bosque digital y una vez que se encuentran… solo Dios sabe lo que pasará.

Abel mira a Caín con envidia porque ha visto sus “instastories” de la noche anterior bailando con Salomé, aunque ella lo había rechazado.

Al menos ahora en la Plaza San Francisco, donde los tranvías contemplan la Universidad, han puesto un cartel de “NO VIOLARÁS”.

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