Bitácora de enero

Observados por luces de bajo consumo, los despiadados fotones iluminaron con mala sombra su piel y sus ojos expectantes. Se vieron a solas en la progresiva desnudez de cuerpos y almas, y tomaron las aguas de lo extremo. Saboreando rincones escondidos, como si de frutos tropicales se tratara, la marcha se emprendió con decisión. Uno quería subirse a la cima, el otro remontar por los caminos más suaves, esa dicotomía de los conquistadores que siempre ha estado presente. Después de una minuciosa exploración, los aventureros se dijeron con resignación que el lugar era monótono y sin riquezas a explotar. Nada nuevo pudo descubrirse, pero...no fue un viaje baldío. Permanecieron en esas piruetas tan prosaicas hasta que dos horas transcurrieron entre versos incompletos de exaltación a los sentidos. No se izaron las banderas ni se tomó posesión de aquel país furtivo, todo lo conquistado se disolvía por mor de levedad y concluyeron serenamente en un apaga y vámonos.

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