El color del Bronx

Wendell Hadley fue un sin techo. Ahora diseña llamativas faldas, túnicas y sombreros que le han convertido en protagonista de una exposición en Manhattan y un libro de fotografías

Wendell Hadley, con una de sus creaciones.
El color del Bronx
C. Martín Adalid

La entrevista con Wendell Hadley, otrora sin techo del Bronx, para hablar de sus coloridos diseños con retales y papel solo es posible gracias a Felicia Gordon, su hada madrina. Felicia conoció a Wendell siendo una niña en Washington Square Park en los ochenta y se volvió a cruzar en su camino hace solo año y medio. Desde entonces, esta abogada le ha fotografiado en cientos de espacios de Nueva York en un proceso de búsqueda de creatividad, belleza y confianza en la cada vez más anónima Gran Manzana. El resultado de ese trabajo ilustra el libro ‘Where’s Wendell?’, publicado en julio y que se ha puesto a la venta en tiendas de Nueva York, París y Berlín, y en internet al precio de 80 dólares (unos 60 euros). También se pueden comprar los retratos originales, en los que el protagonista de este reportaje aparece vestido con sus estrafalarios diseños: la foto, en formato grande, sale a 500 dólares, unos 380 euros.

La fotógrafa y el antiguo vagabundo han forjado una bonita amistad y como él no tiene teléfono, los encuentros se fijan de cita en cita. No ha fallado a ninguna, asegura la letrada y cofundadora del Club Cultural Sugar Hill, que aúna a artistas enamorados del Nueva York de la década de los ochenta. "Hace 30 años esta ciudad era diferente. Había muchos sitios como este; pequeñas galerías de arte en las que uno tocaba música, otro recitaba poesía o bailaba break dance, otros meditaban... Y había colaboración, amistad y comunidad", dice Wendell, sentado en el patio trasero de Artist & Craftsman, la tienda donde adquiere materiales para sus vaporosas creaciones.

"¿Qué necesitamos hoy? Mr. Wendell", le pregunta uno de los jóvenes empleados que no duda en probarse la falda que le ofrece Hadley, viejo conocido del dependiente, para que esta periodista vea lo versátil que es la pieza.

Con 59 años cumplidos, el afroamericano nacido y criado en El Bronx disfruta como un niño recorriendo los pasillos de Artist & Craftsman. Su compra de hoy, dos pequeños paquetes de fimo (arcilla moldeable) rosas. "Estoy investigando nuevas técnicas. He empezado a pintar y estoy pensando en utilizar papel para los diseños y unirlos con grapas", dice dejándose fotografiar entre los ovillos de lana mientras hace malabares.

De vuelta al patio, cuenta retazos de su vida (aunque no le gusta mucho hablar de su pasado). "Vivía en un albergue con mi hermano mayor y el parque de Washington Square era como el jardín para mí". Allí conoció a Felicia. Con poco más de siete años, la niña quedó fascinada por sus "ropas de otro mundo y su actitud", explica ahora tocada con un gorro que Wendell diseñó especialmente para ella. 

Fácil de reconocer, cuando se lo encontró en el metro de Nueva York treinta años después, no dudó en recuperar esa vieja relación con el sin techo. Gordon estaba desencantada de la ciudad y "ansiosa de inspiración creativa". Y esa inspiración se la aportó Wendell al aceptar ser fotografiado durante un año. Un abrazo entre ambos selló el compromiso de trabajar juntos en el proyecto del libro que ahora ha visto la luz.Una nueva vida

El hombre evita evocar su infancia. "No quiero recordar. Mi creatividad comenzó cuando empecé a olvidar mi niñez y mi primera juventud", detalla apurando una colilla y admitiendo que en el pasado tuvo problemas mentales y físicos. Siempre soltero, el peculiar artista bromea: "¿Pero quién me iba a escoger a mí habiendo otros para elegir?".

Sin oficio ni beneficio conocido, este neoyorquino reconoce echar de menos todo "lo que los ricos tienen, aunque probablemente ellos echen en falta algunas de las pocas cosas que yo poseo", seguramente su libertad de ir y venir, de vestirse como quiera y de mostrarse tal como es. Los vecinos y muchos transeúntes le brindan su ayuda y le ofrecen comida, pero él también sabe buscarse sus propias habichuelas. 

Wendell ha encontrado una salida en el diseño y fabricación manual de túnicas, faldas, gafas y sombreros con un punto extravagante. "No tenía otra cosa que hacer con mi tiempo, así que decidí hacer prendas". Con ellas ocupa sus días y también se protege de las inclemencias del tiempo. En invierno, cuando los termómetros marcan bajo cero en Nueva York, se cubre por completo con sus diseños. Apenas quedan sus ojos al descubierto. Y cuando llega el buen tiempo, su figura es una explosión de color. Por la calle, muchos admiran su vestimenta; otros, se apartan. Y como pregunta el título de su libro ‘Where’s Wendell?’ (¿Dónde está Wendell?) diremos que es fácil topárselo en el parque Washington Square, en Harlem, bajo el edificio Adam Clayton Powell, y en la calle 125.