El martirio del padre Maximiliano Kolbe

Franciscano polaco preso en Auschwitz, falleció hace hoy 73 años al ofrecerse para sustituir a un condenado a muerte. Esta es la crónica que HERALDO dedicó a su canonización el 10 de octubre de 1982

El Padre Kolbe.
El martirio del padre Maximiliano Kolbe

Anteayer, domingo, ante 150.000 personas que se encontraban en la plaza de San Pedro, el papa Juan Pablo II canonizó al sacerdote franciscano polaco Maximiliano María Kolbe, muerto el 14 de agosto de 1941 en el campo de concentración nazi de Auschwitz. Al final de la ceremonia, que duró tres horas y a la cual asistieron unos 13.000 peregrinos polacos, el pontífice condenó firmemente las manifestaciones terroristas de antisemitismo, y especialmente el atentado perpetrado el sábado en la sinagoga de Roma. El nuevo santo, dos semanas antes de su muerte, se había ofrecido voluntariamente para sustituir a otro prisionero, padre de familia, condenado a morir de hambre. Preguntado entonces por un oficial nazi por los motivos de su ofrecimiento, el padre Kolbe contestó: «Porque soy un sacerdote católico». Ello, junto a las peticiones formuladas conjuntamente por los obispos alemanes y polacos el pasado mes de agosto, tras una reunión de «reconciliación» en la localidad de Oswiecim (nombre polaco de Auschwitz), permitió al Papa el proclamar al nuevo santo como mártir. A la ceremonia asistió en lugar preferente el hombre que debe la vida al nuevo santo, Franciszek Gajowniczek, y con el pontífice concelebraron la misa de canonización monseñor Konrad Sweda, quien fue compañero del padre Kolbe en el campo de Auschwitz, y monseñor Ignacy Jez, obispo de Koszalin-Koíobrzeg, antiguo prisionero en el campo de concentración nazi de Dachau. Al referirse a la muerte del padre Kolbe, el Papa habló de la «inmensa hecatombe de tantos inocentes» en los campos de concentración durante la segunda guerra mundial, para añadir que «así nuestra época ha quedado horriblemente marcada por la exterminación del hombre inocente». Tras recordar las etapas de la vida del padre Kolbe, franciscano, misionero en Japón y «caballero de la Inmaculada», el Pontífice destacó que «se ofreció a la muerte por amor», dando así un «testimonio en Cristo a la dignidad del hombre». La muerte del padre Kolbe, afirmó el Papa en su homilía, tiene «una particular elocuencia para nuestra época» y es «un testimonio particularmente auténtico de la Iglesia en el mundo contemporáneo», por lo que se justifica su veneración como mártir. Al final de la misa, tras rezar el Ángelus, el Papa dijo que «la canonización nos invita a recordar a tantas otras víctimas humanas sacrificadas durante la segunda guerra mundial en un generoso servicio al prójimo, sobre todo, ofrecidas en favor del hombre humillado, del hermano necesitado y que sufre». El Pontífice aludió especialmente a la figura de Janusz Korczak, un pedagogo polaco de origen judío que aceptó la muerte en un campo de concentración nazi, en 1942, para no abandonar a un grupo de niños huérfanos judíos del ghetto de Varsovia. «La trágica muerte de tantos judíos suprimidos sin piedad en los campos de concentración– agregó el Papa– ya ha tenido la condena, firme e irrevocable, de la conciencia de la humanidad». «Sin embargo –siguió diciendo el Pontífice– en nuestro corazón profundamente dolorido, pienso en el niño judío que ha perdido la vida ayer aquí, en Roma, y en las demás personas heridas en el execrable atentado de la sinagoga». El Papa concluyó renovando su «profunda deploración» por el acto terrorista y expresando su «solidaridad con la comunidad israelita de Roma».