"La novela histórica llena las lagunas culturales que nos ha dejado la escuela"

El periodista Víctor Amela presentó.ayer en Zaragoza su última obra de ficción, 'Amor contra Roma'.El libro indaga en la biografía del poeta Ovidio y sus relaciones con el emperador

Víctor Amela firmó ayer ejemplares de sus novelas en la caseta de la librería Central.
Víctor Amela firmó ayer ejemplares de sus novelas en la caseta de la librería Central

Urgídar, un joven íbero de Lesera, ciudad al sur del río Ebro, llega a Roma en el año 12 antes de Cristo con la decidida intención de convertirse en poeta. Este es el punto de partida de ‘Amor contra Roma’ (Ediciones B), la última novela del periodista Víctor Amela, que presentó ayer en la Feria del Libro de Zaragoza. Una novela en la que el poeta Ovidio desempeña un papel fundamental, y en la que historia y literatura se entremezclan con mucho sentido del humor.


"Mi pareja, Roser Amills, publicó una antología de poesía erótica, y yo empecé a investigar en sus orígenes hasta que llegué a Ovidio, un personaje fascinante y que apenas ha sido tratado en la literatura –relataba el autor en la presentación–. Y decidí escribir un libro. El éxito de la novela histórica en nuestro país se debe a que tenemos muchas lagunas culturales que queremos llenar".


Ovidio no puede entenderse sin la figura de Augusto. Y ese es uno de los aspectos que sedujo a Amela. "Augusto era el hombre más poderoso del mundo y mandaba los ejércitos más terroríficos. Y, pese a ello, temía a los poetas; conocía el valor de las palabras y creía que los versos podían cambiar la conducta y la mentalidad de las personas. Eso me pareció muy atractivo".


Pero Amela encontró muchos más perfiles interesantes en Ovidio. "He llegado a la conclusión de que hay un periodo de 30 años, entre el 12 antes de Cristo y el 18 después de Cristo, en el que se configuran las relaciones de pareja tal y como hoy las conocemos. Antes de ese periodo, un varon romano no tenía en la cabeza el concepto de que fuera bueno, o necesario, el placer de la mujer. Y Ovidio fue el primer hombre que habló del orgasmo femenino, algo que en aquel momento era casi escandaloso.


Los jóvenes romanos leyeron a Ovidio, les cayó en gracia, les pareció subversivo y encantador a un tiempo, y se dedicaron a ligar y a jugar el juego que les proponía. La hija de Augusto también, y de ahí viene el conflicto que enfrentó a ambos".


En la novela se retratan la ambición de Augusto, los venenos de Livia, las orgías de Julia, la paciencia de Tiberio... sobre un tapiz histórico en que fiestas, termas, circos, jardines, palacios y lupanares están retratados con rigor. Los lectores encontrarán en sus páginas numerosos datos curiosos, como la existencia de los llamados ‘subrostani’, anticipo de los actuales ‘paparazzi’, que acudían diariamente al foro para comprar, vender, e incluso inventar, noticias.


En el año en que se conmemora el bimilenario de la muerte de Augusto, Amela tiene un perfil claro del emperador. "Quizá el hecho que considero más destacable de su biografía es que estuvo en el poder nada menos que 44 años, una barbaridad en aquella época, y aun hoy. Y estar en el poder durante tantos años evidencia un talento político increíble. Quzá sea el político más taimado que haya existido nunca, porque tenía una manera muy inteligente de gobernar. Conseguía que le pidieran lo que él previamente ya quería hacer, y así, además de salirse con la suya, aparentaba adoptar las decisiones que le pedían los gobernados. Naturalmente, y como era habitual en la época, mató a muchas personas en sus primeros tiempos porque necesitaba despejarse el camino para gobernar".La muerte del emperador

De él destacaba, sobre todo, que ‘programó’ su propia muerte. "Cuando sintió que le faltaban las fuerzas ya para siempre firmó unos edictos nombrando sucesor a Tiberio, para evitar guerras civiles, y se fue a Nola, a la mansión familiar –relataba ayer Víctor Amela–. Ocupó la habitación en la que había muerto su padre 70 años antes porque quería morir en ella. Pero cuando todo estaba preparado, de repente una noche se despertó y se encontró increíblemente bien. Él interpretó aquello como una contrariedad, porque ya había ‘programado’ su muerte y todo estaba listo y preparado.


Su esposa, Livia, debió entenderlo también así. Sabía que a Augusto le gustaban los higos y qué tipo de frutos eran sus preferidos. Fue al jardín, envenenó los que sabía que cogería y le invitó a comer algunos. Él sabía lo que estaba pasando pero cumplió con su destino. En cierto modo fue una especie de eutanasia política. Ni a Shakespeare se le ocurrió una historia tan fascinante".