Un gran contador de historias

Con Gabriel García Márquez, fallecido el jueves 17 de abril a los 87 años de edad, se va uno de los escritores más importantes de las últimas décadas, y se va también un autor que representaba muchas más cosas. El colombiano, nacido en Aracataca en 1927 y ganador del Premio Nobel en 1982, no solo fue un fabricante de leyendas y territorios míticos: también fue un mito, un autor que encarnaba una idea de la escritura y que se convirtió en el nombre más conocido de un movimiento que cambió la historia de la literatura en nuestra lengua.


Fue sobre todo un gran contador de historias, con un talento especial para dibujar atmósferas, para mezclar lo cómico, lo mágico, lo erótico y lo trágico, y para construir frases rotundas e inolvidables. Declaró alguna vez que el periodismo era el mejor oficio del mundo: su reportaje 'Relato de un náufrago' es admirable, y la experiencia del periodismo fue fundamental para 'Crónica de una muerte anunciada' o 'Noticia de un secuestro'. Habló del deslumbramiento que le produjo la literatura de Kafka, y la inmediatez del inicio de 'La metamorfosis', que le recordaba a las narraciones de su abuela. Defendía a Simenon y le fascinaba Edipo Rey: la indagación, el destino, lo policial antes de tiempo. Como para muchos otros, Faulkner fue una influencia decisiva, especialmente perceptible en su primera novela, 'La hojarasca'. Era capaz de producir obras precisas y secas, como 'El coronel no tiene quien le escriba'. Pero el libro que lo convirtió en un mito era aparentemente lo contrario. Se trataba de 'Cien años de soledad' (1967), donde narraba la historia de la familia Buendía y un lugar mítico, Macondo; una obra poderosa que tiene entre sus virtudes un aire casi primitivo, una herencia de la literatura oral y del placer de contar historias; es una saga familiar, una alegoría histórica, pero también un libro de una ambición inverosímil, que cuenta una creación y una destrucción del mundo, combinando técnicas de novela moderna con tonos bíblicos (García Márquez dijo de la Biblia: "Es un libro cojonudo, donde pasan un montón de cosas fantásticas", y es de los pocos escritores que imagino capacitados para escribir un blurb a ese libro).


El increíble éxito de 'Cien años de soledad' hace que no resulte fácil juzgarla, del mismo modo que la imitación y la conversión en tópico de la obra ha podido desbaratar algunos de sus numerosos momentos brillantes y de sus abundantes virtudes. Posiblemente hay libros del boom más redondos, o autores de una carrera más sólida. 'Cien años de soledad' tenía algo diferente, exótico y oportuno para su época, y su potencia narrativa también hacía que fuera más accesible que otros. En todo caso, fue un libro decisivo y tuvo una influencia que excede la lengua española. Paradójicamente, la realidad y causalidad supuestamente únicas de cierta América Latina se comprendieron y adaptaron en muchos otros lugares. Sin la inspiración y la sensación de libertad que proporcionó esa novela es difícil imaginar buena parte de la literatura poscolonial en lengua inglesa.


Quizá el propio García Márquez no logró escapar del todo a esa leyenda. Pero escribió libros admirables después de 'Cien años de soledad', como 'Crónica de una muerte anunciada', 'El amor en los tiempos del cólera' y algunos de los relatos de 'Doce cuentos peregrinos'. Más fabulador que intelectual, su interés por el poder era fértil literariamente, pero no siempre saludable. Quizá fue, junto a su amistad con Fidel Castro y el inmovilismo político, uno de los motivos que lo llevaron a apoyar al régimen cubano más allá de toda justificación razonable.


Con García Márquez se va el creador de una literatura admirable y rica, que sigue viva para millones de lectores, un narrador formidable que contaba de una forma que era antigua y moderna al mismo tiempo, y que ha dejado una amplia herencia en escritores de muchas lenguas y generaciones distintas.