Julio Verne, el "inventor" de la ciencia ficción moderna, cumple años

Este mes de febrero se ha cumplido el 186 aniversario del nacimiento de Julio Verne.

Si la ONU decidiera crear el Día Mundial de la Ciencia Ficción lo tendría relativamente fácil: este mes de febrero se ha cumplido el 186 aniversario del nacimiento de Julio Verne, a quien muchos críticos y expertos consideran como el "padre" del género.


Nacido en una familia burguesa de Nantes (Francia) el 8 de febrero de 1828 como Jules Gabriel Verne Allote, abandonó la carrera de abogado en la que pretendía encarrilarle su familia para dedicarse a la literatura, actividad en la que volcó su enfermiza curiosidad por cualquier avance tecnológico así como una asombrosa capacidad de trabajo, aún a costa de su salud.


Tras publicar varios relatos y obras de teatro, en 1863 escribió su primera novela, que fue también su primera obra de ciencia ficción: "París en el siglo XX", uno de los pocos textos que no llegó a ver publicado en vida, ya que su principal editor, Pierre Jules Hetzel, la rechazó y no fue impresa hasta 1994.


Hetzel la consideraba una obra fallida, "demasiado pesimista", ya que auguraba una sociedad masificada y dominada por banqueros, funcionarios y tecnócratas, donde la población vive en rascacielos de cristal y usa trenes de alta velocidad pero ignora las grandes obras literarias y la música clásica y, en los programas educativos, las humanidades (incluyendo el estudio del latín y el griego) han sido expulsadas en beneficio de las disciplinas científicas.


En lugar de esta novela, publicó entonces "Cinco semanas en globo", la primera de su serie de "Viajes extraordinarios", que le dieron fama y riqueza gracias al éxito cosechado a lo largo de sus 60 títulos.


Este éxito se cimentó en una hábil combinación del género de aventuras con una fértil fantasía, la inclusión de los datos científicos más adelantados de su época y una notable capacidad para la proyección histórica que en ocasiones roza la adivinación.


Así, en "Veinte mil leguas de viaje submarino" (1869), describía un submarino verdaderamente autónomo, el "Nautilus", y unos trajes de buceo individuales que no existirían como tal, en ninguno de los dos casos, hasta finales de la Segunda Guerra Mundial.


Además, mostraba el océano como una gran despensa natural donde el hombre podía no sólo proveerse de pescado sino de todo tipo de vegetales, incluyendo algas, para su consumo.


En "Robur el conquistador" (1886), inventó un yate cuyos mástiles con hélices lo convierten en helicóptero; en "La isla misteriosa" (1874), los protagonistas fabrican ácido sulfúrico, uno de los productos químicos más avanzados de su época y desconocido para muchos de sus lectores y, en "Los 500 millones de la Begún" (1879), adelanta las armas de destrucción masiva, el satélite artificial y los regímenes totalitarios del siglo XX.


También pronosticó la existencia de noticiarios audiovisuales, videoconferencias, velas solares, publicidad aérea...


Pero quizá su obra más emblemática fue "De la Tierra a la luna" (1865), donde predijo de manera extraordinaria lo que sucedería en la misión del Apolo 11 que la NASA lanzó un siglo más tarde.


En la obra de Verne, tres astronautas (igual que en la realidad) viajan en un proyectil llamado Columbiad (el módulo de la Apolo se llamaba Columbia) que despega desde Tampa, Florida, apenas a un centenar de kilómetros de Cabo Kennedy, en el mismo estado norteamericano.


La forma y dimensiones de la nave ficticia y la real son casi idénticas, igual que la velocidad y el tiempo que tardan en alcanzar la luna, donde aterrizan en ambos casos en la región conocida como Mar de la Tranquilidad, mientras que el exitoso regreso de sendas tripulaciones se produce con un amerizaje en la misma zona del Océano Pacífico.


Entre sus novelas más famosas, "Viaje al centro de la Tierra" (1864), es la única a día de hoy que espera confirmación a algunas de las fantásticas descripciones de Verne: ¿existirá un desconocido mar interior dentro de nuestro planeta con un mundo prehistórico completo? De momento, sólo es imaginación...