Discurso de apertura

"Internet nos da libertad, pero ha revelado nuestra ingenuidad"

El ensayista Daniel iInnerarity defiende que la sociedad debe lograr la distribución democrática del conocimiento.

Daniel Innerarity ha publicado este año un ensayo sobre los riesgos del mundo digital.
Daniel Innerarity ha publicado este año un ensayo sobre los riesgos del mundo digital.

Inaugura hoy el V Congreso Iberoamericano de Cultura hablando de creatividad.

Más bien hablo de cómo la sociedad digital del conocimiento nos sitúa ante un contexto de información excesiva, en el que la competencia más querida, hoy por hoy, es saber seleccionar.


Pero lo bueno de internet es que nos ha dado más información y menos condicionada.

Internet nos ha dado más libertad, eso es indudable, pero es un sistema lleno de paradojas. A los ciudadanos nos permite controlar al poder, pero también es, en sí mismo, una gigantesca herramienta de control. No se puede entender internet sin estas dos facetas. Se ha mostrado muy útil como instrumento de horizontalización de la sociedad, de desjerarquización, pero en los últimos tiempos, como ha podido comprobarse con el caso Snowden, ha puesto de manifiesto nuestra ingenuidad: habíamos pensado que internet era un instrumento sin control, sin poder, pero resulta que hay guardianes. Internet puede destruir, desestabilizar o poner en peligro a un tirano, pero tiene escasa capacidad para crear una movilización permanente.


Y usted, ¿cuánto tiempo pasa al día enganchado a la red?

Toda mi jornada de trabajo. Antes aún estaba más, pero sentí la necesidad de gestionar mi tiempo. Internet potencia, condiciona y transforma las relaciones sociales, pero no las sustituye. Además, el tiempo humano es limitado, los días siguen teniendo 24 horas y el ser humano procesa información de forma secuencial, no simultánea: no podemos hablar por teléfono y escribir una novela al mismo tiempo. La tecnología incrementa nuestras posibilidades pero no hace milagros. En cierto sentido es una forma de analfabetismo cultural pensar que podemos hacer dos cosas a la vez.


Este año ha publicado 'Un mundo de todos y de nadie. Piratas, riesgos y redes en el nuevo desorden global'. Una visión un poco negativa del mundo actual.

Toda configuración del mundo es ambivalente, no se puede hablar de bueno y malo. Estamos en un mundo que es de todos, porque hay muchas cosas que se pueden compartir; pero, al mismo tiempo, la pregunta principal es: 'esto, ¿a quién pertenece?'. Hemos pasado en muy poco tiempo de un mundo basado en el capitalismo clásico, con una propiedad clara, a un capitalismo financiero donde no siempre las empresas pertenecen exactamente a sus accionistas. La cuestión es que, hoy, los problemas de la humanidad están más allá de toda lógica territorial.

Problemas como el cambio climático o la crisis económica pueden tener orígenes muy concretos pero se expanden con rapidez. No pueden ser gestionados por un solo país.


Y en su libro anterior hablaba de 'La democracia del conocimiento'.¿Verdaderamente la estamos viviendo ahora, en la era digital?

El conocimiento no es un bien democrático en sí mismo, pero sí que es hoy mucho más compartible que los bienes de la era industrial. El gran desafío que tiene la humanidad es precisamente ese, lograr la distribución democrática del conocimiento. La sociedad actual es ignorante, pero no tanto porque conozca poco, sino porque no conoce lo suficiente para abordar los problemas que sufre, que son muchísmo más complejos que los que tuvieron nuestros abuelos._Para ellos, el mundo era de primera mano, sin mediaciones: sabían arreglar la mayor parte de los aparatos que utilizaban. La diferencia entre lo que sabían y lo que necesitaban saber era mucho más pequeña que la que tenemos nosotros hoy en día. Pero solo un nostálgico trasnochado puede pensar que esa era una forma de vida mejor. Hoy utilizamos instrumentos cuya técnica desconocemos y eso es verdaderamente fascinante.


Ahora da usted clases en Londres, donde reflexiona sobre Europa y la democracia.

Europa es un gran experimento: no hay en todo el mundo un espacio más denso de interacción. Pero tenemos graves problemas de funcionamiento. Hay, además, un problema de legitimación. Hemos configurado un espacio en el que las decisiones de algunos países tienen consecuencias inmediatas en otros. La hegemonía alemana es injusta, no porque nos digan a los demás lo que debemos hacer, sino porque nosotros no podemos decirles a ellos lo que tienen que hacer. Y eso es lo que está deslegitimando a Europa. O hay una unión bancaria y fiscal, y una política económica común, o el euro no saldrá adelante.


España camina hacia los 40 años de democracia.

El principal problema que sufre hoy es una cierta debilidad por parte de las instituciones. Han coincidido varias debilidades en el tiempo y resulta difícil encontrar tantas respuestas a la vez.


¿Los nacionalismos...?

Desde el fin del franquismo hasta hoy ha habido poca capacidad de integración en la diferencia, y eso ha sido a todas luces disfuncional.


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