Aventuras de verano / 28

"En las manos de las mujeres todo tiene solución"

Javier Hernández, ilustrador y cuentacuentos, argentino afincado en Huesca, acaba de ilustrar la novela infantil 'El niño, el viento y el miedo'.

Dibujo de Javier Hernández
"En las manos de las mujeres todo tiene solución"

Javier Hernández es dibujante y cuentacuentos. Nació en Rosario pero es descendiente de aragoneses. Reside en Huesca desde hace más de una década. Le apasionan el jazz y el tango. Ha publicado el álbum infantil ‘Haberlas haylas’ (2012) y ha ilustrado la novela infantil ‘El niño, el viento y el miedo’ (Nalvay, 2013). 


-¿Quién es exactamente Javier Hernández: un cuentacuentos, un ilustrador, un argentino de ida y vuelta en Aragón? ¿Qué suele hacer en verano?

-Me gusta lo de argentino de ida y vuelta. Es una buena definición. En verano me refugio del calor, lo paso mal, soy más de invierno.


-¿Dónde veranea? ¿Es de playa, ciudad, montaña o pueblo?

-Veraneo en la montaña, es el lugar ideal para mí, pero a veces tengo que negociar la playa.


-¿Es cierto que ha desandado el camino de sus antepasados que emigraron del Pirineo a Huesca? ¿Cómo fue esa aventura?

-Sí, mi abuelo fue un siresano (valle de Hecho) emigrado a Rosario, Argentina, donde trabajaba de conductor de tranvías y nunca pudo regresar a su tierra. En esa época un currante no tenía la posibilidad de viajar fácilmente. En mi caso, la aventura de perseguir el sueño de dibujar y vivir de ello me trajo a España donde aprendí durante una buena temporada cómo vivía un extranjero sin papeles. Sentí que soñar y dibujar fue la tabla de salvación aunque por momentos, mientras limpiaba granjas de cerdos, pensar que el arte era una frivolidad obscena.


-¿El viaje y la ciudad de su vida?

-El viaje que más me marcó fue de pequeño, en coche. Pasé un verano en Brasil, iba a conocer a mi familia materna en Sao Paulo y a bañarme en Atlántico por primera vez. El Sao Paulo del año 79 ya era para mí una ciudad del futuro, una megalópolis saturada de autopistas y rascacielos donde solo faltaban los coches voladores.


-El verano está asociado a la infancia y a la adolescencia. ¿Le persigue algún recuerdo especial?

-Sobre todo a la infancia. El recuerdo de la siesta a oscuras en el suelo fresco viendo pelis de romanos o escaparme al río Paraná quemándome los pies en el cemento. Eso son mis mejores recuerdos de entonces.


-¿Cómo descubrió la pasión por la ilustración?

-La pasión por dibujar la descubrí junto a mi madre que fue mi primer ejemplo, ella pintaba y yo jugaba con colores y pinceles a su lado. Siempre fue mi juego preferido, el más divertido. La posibilidad de sumergirme en un antiguo baúl, o mundo de marinos, donde mis padres guardaban revistas viejas y libros el ‘Life’, ‘Selecciones’ ‘Cómics’, etc., fue como descubrir el mundo en imágenes. Contaban historias esas imágenes mucho antes de leer.


-¿Por qué le atraen tanto el jazz, el tango...? ¿Qué lugar ocupa la música en su vida?

-La música ocupa el primer lugar, es un placer permanente, vivo con música en mis oídos. Entré a la música por el rock de Queen, Black Sabbath, y los heavys me hicieron conocer la música clásica y el blues de los que se nutre. En casa siempre sonaba tango y jazz sin distinciones ni etiquetas, y esas grandes dosis de melancolía y sensualidad es lo que me sigue atrayendo de esos géneros. Me aburre el pop actual, no encuentro sensualidad, pasión...


-Las brujas forman parte de su imaginario y de su atracción por Huesca y el arte. ¿Qué tienen de especial? ¿Las hay o no?

-Las brujas siempre han estado en mis imágenes. La primera imagen de brujas que vi fue en los grabados de Goya que mi madre tenía en casa. Yo creo que las hay por supuesto, pero creo que no en el sentido de malas mujeres que se salen de la pauta social, sí en el sentido de que las mujeres con su magia y encanto hacen la vida más alegre, divertida. En sus manos todo tiene solución. Emplean ese toque de fantasía para que no nos devore la gris realidad. Les rindo homenaje en mi libro ilustrado ‘Haberlas haylas’ y estoy trabajando en una segunda parte.


-¿Cuál sería el menú de un día perfecto?

-El día perfecto de verano para mí tiene que ser muy relajado, disfrutar de una mañana de fresca pereza oyendo un buen disco, comer ligero, hacer la siesta de amor a oscuras hasta que se ponga el sol, abrir la casa, regar el jardín y preparar un buen asadito acompañado de vino tinto. Luego, mientras sopla la brisa nocturna, oír historias a la fresca sin prisa.


-¿El gran personaje, real o de ficción, de tus vacaciones?

-El personaje de verano puede ser el que mi madre usaba para darme miedo y que no saliera de casa a la hora de la siesta: una especie de ‘robaniños’.


-¿Cómo fue su primera vez?

-Fue de pura satisfacción y relajación cuando logré recorrer el camino entre mi cerebro y la mano con una idea hasta derramarme en el papel.


-¿Cómo definiría su estilo, qué busca, qué desea lograr? ¿Quiénes serían sus maestros?

-Más que de estilo hablaría de la forma actual de mis dibujos; los definiría como transparentes y ligeros. Busco expresar sin pretensiones de obra de arte. ¡Son tantos los maestros en cada fase de mi aprendizaje! Con todo, le diría que todos los que transmiten pasión y entrega sin ser virtuosos son mis maestros.


-¿Cuál es la mejor anécdota vinculada a su profesión?

-Un señor, en una feria de arte de verano, después de ver una serie de dibujos de fachadas de casas pintorescas, me preguntó por qué no había dibujado la suya, que al parecer también era famosa. Así que me comprometió a que si volvía por allí tenía que ser con un dibujo de su casa.