Diego del Rey: "Desde los 13 años tuve claro que me dedicaría al ajedrez"

Diego del Rey (Buenos Aires, 1972) es maestro internacional de ajedrez y ha jugado en 31 países. Dirige la Escuela de la Fundación Rey Ardid.

Diego del Rey, junto a su inseparable tablero de ajedrez
Diego del Rey: "Desde los 13 años tuve claro que me dedicaría al ajedrez"
José M. Marco

¿Cuándo y cómo descubrió el ajedrez?

De niño, en el colegio. En seguida se vieron mis cualidades y un profesor venía a clase de Matemáticas y decía «dejadme a Del Rey un rato», e íbamos a una sala a jugar a ajedrez. Con 10 años, vi un filón en el hecho de poder perderme la clase de Matemáticas para jugar.

¿Qué le apasionaba para preferir los peones al balón, tan emblemático en su país natal, Argentina?

Toda la lógica que impera en el ajedrez, todo ese submundo de estrategias, de gestión de emociones, de toma de decisiones. Era algo innato.

¿Tuvo claro desde chico que el tablero de cuadros marcaría su vida?

Lo tuve claro desde los 13 años, cuando comenzaron a invitarme a torneos en Perú, en Paraguay, en Uruguay... Desde ese momento supe que quería dedicarme al ajedrez. No hubo dudas y desde entonces no he parado.

¿Cuándo dio el salto a Europa?

En 1994. Comencé a jugar torneos por España y Francia hasta que me instalé en el CN Helios y en Zaragoza.

¿Qué le convenció de Zaragoza?

Aunque a veces los propios zaragozanos lo desconocen, es una ciudad con peso ajedrecístico. Tanto me ha gustado que llevo veinticuatro años aquí.

Aunque son frecuentes sus viajes para competir.

El ajedrez es mi vida y no me detengo. Además de dar clases, juego para El Olivar, pero también para clubes en Alemania, Bélgica y Francia. Muchos fines de semana los paso jugando en el extranjero.

¿Cómo disfruta más, enseñando o jugando?

Hasta hace muy poco le diría que jugando. Pero de un tiempo a esta parte, estoy disfrutando transmitiéndoles a los niños la pasión por este deporte que tanto amo.

De hecho, su más reciente proyecto es la dirección de la Escuela-Biblioteca de Ajedrez de la Fundación Rey Ardid, inaugurada la pasada semana en la calle Moncasi, 28 de Zaragoza.

Es un proyecto apasionante. En primer lugar, por tratarse de la Fundación Rey Ardid. El zaragozano Ramón Rey Ardid, además de una eminencia médica, fue un ajedrecista mítico. Se proclamó trece veces campeón de España y editó once libros que son manuales de culto en todo el mundo. Yo en Argentina estudiaba los textos de Rey Ardid. Es un orgullo dirigir una escuela que lleva su nombre.

¿Cuál es la filosofía del centro?

La primera vertiente de la Escuela y de la Fundación Rey Ardid es la social. Todos aquellos niños desde los 5 años sin recursos tienen las puertas abiertas. La próxima semana pueden acercarse de 17.00 a 20.00 para probar si les gusta. También vamos a trabajar en la importancia del ajedrez respecto a las enfermedades neurodegenerativas como el alzhéimer, que está demostrada en muchos estudios.

¿Qué le sugiere la irrupción de Pedro Ginés, reciente campeón del mundo sub-14?

Aragón es una tierra de talentos ajedrecísticos, con unas 1.500 licencias, pero lo de Pedro Ginés es una excepción porque no se tiene un campeón mundial todos los días. Pedro debe ser una inspiración para el resto de los niños aragoneses. Cuando lees una entrevista suya, no es el típico listillo de gafas, sino un chaval normal, al que le gusta el fútbol y reírse. Eso es lo que más me gusta.

¿El éxito desde la sencillez?

Exacto. Tengo una anécdota al respecto. En 1992 jugué contra Gary Kasparov en Buenos Aires. Él destilaba erudición, pero también mucha arrogancia y prepotencia. Eso marcó mi concepción del ajedrez. No quiero vivir en una torre de marfil de erudición, sino compartirlo con la gente con sencillez, como está haciendo Pedro Ginés.

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