María Bastarós: “Todo el mundo habla de feminismo, pero las cifras de violencia de género no decrecen”

La zaragozana presenta este sábado en su ciudad la novela 'Historia de España contada a las niñas', nominada a los Premios Cálamo 2018.

María Bastarós es la autora de la novela 'Historia de España contada a las niñas'.
María Bastarós es la autora de la novela 'Historia de España contada a las niñas'.
José Miguel Marco

María Bastarós (Zaragoza, 1987) es historiadora del arte, escritora y gestora cultural. Recientemente, ha publicado su primera novela, 'Historia de España contada a las niñas' (Fulgencio Pimentel, 2018), ganadora del premio 'Puchi Award' de La Casa Encendida y nominada a los Premios Cálamo 2018.

La zaragozana vuelve a su ciudad natal este sábado, 22 de diciembre, para presentar su obra en la librería 'La Pantera Rossa' (12.30 horas).

-‘Historia de España contada a las niñas’ acaba de ser nominada a los Premios Cálamo. Enhorabuena…

-Gracias. Es muy flipante porque están nominados Agustín Fernández Mallo, Santiago Lorenzo… Entonces, dices: ‘¿qué demonios estoy haciendo yo allí?’, pero bueno, lo recibo con alegría y sin expectativas. He preferido dejarlo en mi cabeza en el plano surrealista y tampoco hacerle mucho caso porque, al final, levanta unas expectativas sobre el libro que me agobian un poco.

-Es curioso cómo se presenta la obra: “novela coral, a medio camino entre el drama rural, el esperpento y el 'western”, ¿qué se va a encontrar quien la lea?

-En este libro, hay una relación entre realidad y ficción que puede ser un poco conflictiva porque es bastante difícil ver dónde está la línea que las separa. Es una historia vertebrada por la violencia en general y, sobre todo, por la violencia hacia las mujeres. Es una historia muy fragmentaria, ecléctica. Hay parte de 'western' en un personaje femenino un poco crepuscular de una mujer mayor que está haciendo una especie de ‘road trip’. También hay drama rural en un matriarcado afincado en Soria, y ahí me remito mucho al paisaje, a la España un poco más profunda. También hay mucho de la España contemporánea y pseudoindustrial en el personaje de Miguel, que tiene un padre que vive en una casa prefabricada. Esa trama está ubicada en la carretera de Nuez de Ebro. Y te encuentras muy diversos formatos, hasta pantallazos de Facebook y Whatsapp, porque también juego mucho con lo digital.

-¿Cómo trabajas con ese juego entre realidad y ficción?

-Me baso muchísimo en noticias de prensa o que pertenecen casi a la cultura popular, que son de conocimiento de todo el mundo. Por ejemplo, en la novela hay una trama que está hecha a partir de pantallazos de Whatsapp del grupo de La Manada, no son literales, pero están totalmente inspirados en ellos y son superfáciles de reconocer. Uso eso porque para mí fue una cosa muy clave en la historia de las mujeres a nivel nacional, cómo se nos abrió esa pantallita a la cotidianidad del monstruo, que no era monstruo porque los monstruos no mandan 'whatsapps', era un grupo de amigos. Tomo fragmentos de realidad que hablan de violencia contra las mujeres y voy construyendo una ficción.

-¿En qué otros sucesos concretos te has inspirado?

-Hay una trama de dos hermanas que va desde los 70 hasta la contemporaneidad en la que tiene importancia la noticia del monstruo de Amstetten, que me dejó bastante marcada. Tiene también una pseudorelación con las niñas de Alcàsser. Y aprovecho para hablar un poco de la costa valenciana, de todos los clubes de alterne que hay, que está plagada… Toda esta oscuridad que hay en la costa valenciana y que tiene mucho que ver también con la violencia contra las mujeres.

-¿Y por qué ese título?

-Yo soy historiadora, entonces, para mí ha sido muy fácil elegir el título. También lo puse porque para mí es una versión, muy ficcionada, obviamente, de una historia de la España contemporánea, con lugares y personajes que se pueden situar, más o menos, en un contexto español pero a la vez enfocada a las niñas, porque es una historia que nos habla de la violencia, de la oscuridad, de lo que es ser mujer en España. Por supuesto, eso ha hecho que a la semana de salir el libro hubiera gente que me mandase una foto de su hija de 8 años o 10 leyendo el libro, y yo decía ‘pero, por favor, ¿lo podéis leer por detrás?, porque no me puede parecer menos apropiado para una niña’.

-Es una historia con un lenguaje muy actual, muy coloquial en algunos momentos y que recuerda un poco al ritmo de las redes sociales...

-Sí, de hecho, yo pienso que el libro está superinfluenciado por internet, y eso que yo no nací en la era de internet. Pero es verdad que nuestro lenguaje ha mutado, nuestra manera de generar y consumir información, de relacionarnos entre nosotros… Todas estas estructuras fragmentarias de cosas que van saltando de un tema a otro, enlazándose, responde a esa manera de movernos por la red. Al final, nuestro cerebro se está adaptando y copiando esas metodologías, también a la hora de escribir.

-También podría decirse que es una novela de contrastes, vemos desde una población utópica en la que solo habitan mujeres, hasta los personajes más machistas y misóginos… Hay un gran contrapunto…

-Hay mucho contrapunto entre personajes concretos, aunque al final todos tienen su parte de luz y de oscuridad, bueno, menos uno. Pero, sobre todo, hay contraste entre los lugares. Yo me baso un montón en los lugares porque me inspiran más que las personas. Por ejemplo, tenemos Beratón, que es un sitio precioso de Soria que me inspiró ese matriarcado que vive aislado de todo, que no está contaminado porque no tiene ninguna relación con el mundo exterior. Y, sin embargo, eso entra en contraste total con la ciudad, que es el único lugar del libro que no recibe un nombre concreto y que representa el caos, la violencia, el abuso… Y está el personaje de Miguel, el único niño que se cría dentro de ese matriarcado de Beratón y que cuando muere su madre es arrancado de allí y llevado a la ciudad; es un personaje que representa muy bien el contraste entre esas dos formas de vida.

-El libro y todo lo que haces tiene una perspectiva feminista, reivindicativa…

-En este libro, yo creo que no hay una reivindicación, sino una autora muy atravesada por el feminismo de toda la vida, porque yo empecé en asambleas feministas cuando tenía 22 años, entonces, es un tema que ha vertebrado mucho mi vida. Pero está presente como están presentes otros temas como la violencia, los viajes o los lugares, el veganismo, el rollo ‘new age’... Pienso que la ficción no debe tener un objetivo ideológico, pero también creo que si la persona que escribe está politizada, eso empapa el libro, y en este caso, lo empapa de manera total.

-El feminismo es un término muy vapuleado hoy en día…

-A mí eso de que ahora haya gente que haga cosas por falta de información me parece muy difícil de creer. Yo creo que la gente sí sabe, lo que pasa es que la gente tiene una ideología, y según esa ideología, prefieren vapulear el término feminismo, el movimiento feminista entero, que además es un movimiento tan amplio que no podemos hablar ni siquiera en singular, no podemos decir ‘el feminismo’, serán los feminismos... Y yo hay muchas partes de muchas premisas de muchos feminismos que, además, no comparto.

De todas maneras, estamos viviendo un momento de espejismo porque el feminismo está en boca de todo el mundo, en las casas se habla de feminismo, cosa que antes no pasaba… todo el mundo tiene una opinión. Sin embargo, las cifras de violencia de género no decrecen, hay un montón de violencia entre las parejas jóvenes por parte de los chicos… Realmente, no se está llevando a cabo ninguna reforma legal que favorezca a las mujeres. Cometemos el error de pensar que el feminismo está de moda, pero es una moda totalmente superficial porque no está trascendiendo en ningún fruto real que mejore la vida de las mujeres. Y, a la vez, está habiendo una reacción hipervirulenta por parte de personas machistas que dedican toda su energía a luchar contra el feminismo. De hecho, ha surgido un personaje gracias a las redes que antes no existía, que es ese militante misógino que inunda Facebook.

-Tú que eres historiadora del arte, ¿qué crees que se puede hacer desde el mundo artístico para cambiar esta situación?

-Hay que tener mucha cabeza porque con la intención de llevar a cabo iniciativas que pongan en valor a las mujeres, a veces, se hacen cosas un poco desprovistas de criterio. A veces, se lleva el discurso de género a planos que, en realidad, se deberían dedicar a interesarte por la profesión de esa persona, por su obra… y eso está perjudicando un poco a las autoras. Luego, todas las exposiciones que se hacen, con muy buena intención, de mujeres pintoras, al final, las están vinculando entre ellas y no tienen absolutamente nada que ver más que el hecho de ser mujeres. Para mí, el objetivo es la inclusión de las mujeres en el mercado artístico, la visibilización artística, a nivel normal, sin que lleve aparejado un discurso feminista porque sí, a menos que la obra de la artista en concreto sea feminista.

-Hace unos años creaste en Zaragoza la iniciativa ‘¿Quién coño es?’, primero con carteles y después con un fanzine, para visibilizar el trabajo de mujeres artistas…

-En ese momento, estaba estudiando Historia del Arte y estaba un poco alucinada porque en la facultad no se nos había dado nombres de mujeres artistas. Entonces, la lección que tú extraías de ahí era que las mujeres no tenían talento artístico. Yo lo que hice fue empapelar el departamento con ejemplos de mujeres artistas con una nota que decía que incluir a las mujeres en el temario era una labor del profesorado. En el departamento no tuvo ninguna acogida, lo arrancaron todo y ‘si te he visto no me acuerdo’, pero me habían sobrado unos carteles y los pegué por lugares adyacentes, y tuvieron un éxito increíble. Ahí, te das cuenta de que había un montón de chicas con la misma inquietud de decir ‘en mi temario faltan cosas’, y eso se puede extrapolar a todo. De ahí, salió el fanzine y ahora le estoy dando una vuelta porque, desde entonces [2015], mi pensamiento ha evolucionado un montón. Le estoy intentando dar un giro más hacia teoría queer, arte contemporáneo… Si tengo tiempo, volverá, pero con otro rollo.

-También se acaba de publicar ‘Herstory: una historia ilustrada de las mujeres’, de la que eres autora junto con Nacho M. Segarra y Cristina Daura (ilustradora)...

-Fue un encargo de la editorial Lumen, nos dijeron: ‘Queremos una historia de las mujeres ilustrada, desde la prehistoria hasta la actualidad, vertebrada por un hilo cronológico’, y pensamos ‘qué bien, qué pequeño, mañana lo tienes’ (risas). Tardamos muchísimo en decidir la estructura porque poder meter toda esa historia en un libro era un reto enorme, pero estoy supercontenta con el resultado. Ahora hay una producción bastante ‘heavy’ de libros sobre mujeres que son simplemente biografías una detrás de otra hechas con un criterio un poco inexistente… que me pongas a Wangari Maathai, que es una ecofeminista, y en la página siguiente a Margaret Thatcher… No me parece un libro feminista, feminismo no es mujeres que hacen cosas, es una ideología concreta que aboga por la ética, por la liberación de todos los colectivos oprimidos, que es interseccional. Y creo que esa idea del feminismo como una lucha que se intersecciona con otras muchas ha quedado muy bien reflejada aquí.

-¿Tienes algún proyecto más entre manos?

-Ahora mismo, estoy haciendo algunos cursos de nuevas tendencias de arte contemporáneo, porque después de un año entero fabricando material, me apetecía aprender, recibir información. También he vuelto a la gestión cultural, sigo escribiendo y estoy preparando otra exposición, pero con un poco de calma porque el año de escribir la novela y el libro de investigación a la vez ha sido una locura y se me ha quedado la cabeza un poco frita (risas).

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